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6 de octubre de 1992
Free-lance de la paz
Los j�venes de San Egidio comprometidos con Mozambique
Se necesita una paciencia geol�gica para encontrar un lenguaje com�n entre las religiones. Quiz� de este aprendizaje nace el trabajo que el 4 de octubre ha terminado, en Roma, con la guerra civil de Mozambique. Un conflicto de balance tr�gico ignorado por el gran Norte del mundo: un mill�n de muertos, como en la guerra Ir�n-Irak, un mill�n de refugiados en los pa�ses cercanos, cuatro o cinco millones de desplazados, tres millones de personas hoy en riesgo de muerte por hambre como en Somalia.
La conclusi�n ha sido solemne (la Farnesina, muchos jefes de estado, la ONU) para un proceso iniciado con mucha modestia, y conducido, como es conocido, con la mediaci�n oficial no de instituciones, sino de cuatro personas, el honorable Mario Raffaelli, mons. Jaime Goncaives, don Matteo Zuppi y qui�n escribe. Para los que, como la Comunidad de San Egidio, se hab�an puesto el problema de la cooperaci�n para el desarrollo de Mozambique en los a�os 80, era evidente que en aquel pa�s nada era posible sin la paz. Recuerdo haberlo dicho en el congreso del Frelimo, el partido del gobierno, hace algunos a�os, entre la sospecha de algunos dirigentes y el entusiasmo de los delegados.
Pero, �c�mo era posible establecer contactos entre la guerrilla y el gobierno? Los sudafricanos hab�an fracasado, desempe�ando un papel poco claro. Varias diplomacias internacionales lo hab�an intentado sin �xito. En realidad, Mozambique sufr�a en primer lugar los estragos de la herencia colonial, y despu�s luego los de la divisi�n del mundo en bloques y m�s tarde tambi�n los del fin de la contraposici�n entre bloques.
En este escenario naci� el intento de la Comunidad de San Egidio. Con la crisis del marxismo se hab�an perdido los principales motivos ideol�gicos del conflicto, pero �ste no era motivo suficiente para detener la guerra. Adem�s, la guerrilla, fuerte militarmente, tuvo que abastecerse de una mentalidad pol�tica. Precisamente la dureza del enfrentamiento, la "impotencia" de las grandes potencias, poco a poco impelidas hacia otras urgencias, como la de la reabsorci�n del este europeo, hizo necesaria la puesta a punto de una f�rmula diferente para salir de la guerra. Un tipo de diplomacia "free lance", con un sujeto eclesial como la Comunidad de San Egidio (junto a un arzobispo mozambique�o de gran sabidur�a y a un parlamentario italiano amigo de Mozambique) empez� a gastar el patrimonio de credibilidad humana y de confianza de los a�os pasados, intentando ayudar al pueblo y a la Iglesia mozambique�a.
Una tarea entre lo prohibido y lo insostenible.
Sin embargo, en un tiempo de cerraz�n, la Iglesia cat�lica ha conservado un patrimonio de energ�as que ayuda a no pensar s�lo en el peque�o particular, a no vivir encerrados en el nacionalismo. Es lo que San Egidio siente como responsabilidad y vocaci�n para enviar nuevamente - en varios campos el "esp�ritu de As�s."
De esta manera algunos "carismas" espec�ficamente eclesiales: la capacidad de amistad y di�logo, el servicio a los m�s pobres (�y qui�n m�s pobre que qui�n no tiene ni tan solo la paz?), la hospitalidad y la capacidad de escuchar y hablar m�s all� de las contraposiciones ideol�gicas, se han convertido en una f�rmula ins�lita y eficaz desde el punto de vista diplom�tico.
Emergen algunas indicaciones: - en un tiempo en que, con la Escritura, raras son las visiones y los profetas, uno puede gastarse por un sue�o y los sue�os pueden ser m�s concretos que el realismo de las diplomacias y el sentir com�n; cualquier realidad eclesial puede intentar un camino de fidelidad evang�lica abierto a las preguntas del mundo y no s�lo de quien es parecido a uno mismo; una fuerte pasi�n por el Sur del mundo no est� destinada necesariamente s�lo a la secci�n "buenos sentimientos" t�pica del mundo cat�lico, calificada no sin sentido por algunos como carente de concreci�n o sentido del estado: los complejos protocolos del acuerdo de paz llevado a cabo durante dos largos a�os de negociaciones dif�ciles, son un ejemplo de notable valor t�cnico. Se trata de competencias maduradas a lo largo del camino, pero sin embargo maduradas y de manera eficaz.
Una demostraci�n de como tensi�n evang�lica y laicidad se necesitan la una a la otra.
Andrea Riccardi