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15/05/2001 |
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'�C�mo nos metimos en eso? Simplemente porque nos llamaron. Y cuando te llaman es que hay voluntad de poner fin a los enfrentamientos'. Con menor fortuna, San Egidio intervino tambi�n en la guerra de Argelia, entre 1994 y 1995, y un a�o despu�s medi� entre la guerrilla y el Gobierno de Guatemala. Se ha dicho que San Egidio hab�a sido llamado a articular el di�logo en el Pa�s Vasco. 'Le� eso en los peri�dicos, pero no me consta.Los fundamentalismos europeos no son de tipo religioso, sino �tnico-nacionales. Lo vemos en Serbia, Kosovo, Austria con el fen�meno Haider e Italia con Bossi. El caso vasco es diferente, pero el extremismo terrorista se basa tambi�n en la defensa fundamentalista de la identidad nacional'. Riccardi ve en el resurgir de los nacionalismos la gran amenaza de los pr�ximos a�os. 'Tenemos necesidad de identidades regionales, pues es una manera de sentirnos europeos. Pero de regiones que sean puente y no muro. Catalu�a me parece un buen modelo'. Andrea Riccardi, desde 1981 catedr�tico de la Universidad de Roma, es historiador de la Iglesia y ha publicado una quincena de libros. El �ltimo aparecido en Espa�a es El siglo de los m�rtires (Plaza y Jan�s), un recorrido por las persecuciones religiosas que han tenido lugar en el siglo XX, desde el Holocausto a la persecuci�n de religiosos durante la guerra civil . 'Nuestra vocaci�n es la del di�logo, el encuentro entre creyentes y no creyentes, y entre confesiones de todo el mundo. Creo que el renacimiento religioso que experimentamos ha sido instrumentalizado por los diversos nacionalismos hasta convertirse en gasolina arrojada sobre el fuego de la discordia. S�lo el di�logo puede combatir esto'. Precisamente entre el 2 y el 4 de septiembre la comunidad de San Egidio organizar� en Barcelona un encuentro ecum�nico al que Riccardi espera que acudan los patriarcas de Damasco y de Etiop�a, y el gran rabino de Israel, adem�s de pensadores como Jean Daniel y pol�ticos como Mija�l Gorbachov. 'Esta actividad naci� en 1986, cuando Juan Pablo II convoc� a los l�deres de las principales religiones para orar juntos. Una iniciativa, por cierto, que no gust� nada a monse�or Lefebvre...'.
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