Comunità di S.Egidio


 

23/09/2001

LA PALABRA DE LA RELIGION - LA VOZ DEL ISLAM
La violencia es una maldici�n

 

El suelo europeo ha sido el teatro de la mayor�a de las guerras internacionales, entre ellas la I y la II Guerra Mundial. Y los pueblos mediterr�neos han compartido estos mismos sufrimientos con Europa. Por esta raz�n, los pueblos europeos est�n dotados de una gran sabidur�a y parecen m�s o menos vacunados para soportar conflictos o terrorismo.

Son pueblos abiertos a la civilizaci�n de la convivencia dise�ada por el pensamiento del Papa Juan Pablo II: �He hecho m�o el sue�o de una �nica familia humana, cuando -en el mes de octubre de 1986- invit� a As�s a mis hermanos cristianos y a los responsables de las grandes religiones mundiales a rezar por la paz. Deseaba que todos se sintiesen llamados a construir en un mundo todav�a dividido en dos bloques un futuro de paz y de prosperidad. Ten�a una gran visi�n ante los ojos: todos los pueblos del mundo que, desde diversos puntos de la Tierra, caminaban para reunirse ante el Dios �nico, como una �nica familia�.

La visi�n del Papa en As�s era aut�ntica, pero la guerra nuclear, tras la ca�da del Muro de Berl�n y la creaci�n de la Uni�n Europea, est� siendo sustituida por otra guerra, la guerra contra el terrorismo. Y la paz parece dif�cil en un mundo complejo y contradictorio, como dec�a Andrea Riccardi de la Comunidad de San Egidio: la paz es un camino de fe y de solidaridad cotidiana con los pobres y de amistad como una forma de estar en medio de los dem�s.

Dios no quiere que los pueblos sean prisioneros de la violencia, del odio y de la guerra. El les dio a los hombres la gran posibilidad de ser libres en la paz, de construir la paz y de dar la paz. La paz es una responsabilidad y un deber que nos corresponde. Un sue�o despunta en el horizonte, pero quiz�s no sea m�s que un sue�o. Un sue�o por el que valga la pena vivir: que la paz conquiste los corazones, penetre en las profundidades de la Tierra y ponga punto final a cualquier violencia; que crezca en el di�logo abierto y razonable, respetuoso de toda identidad; y que prenda en todos los corazones, a lo largo de las orillas del Mediterr�neo, desde Jerusal�n en Tierra Santa a Africa y al mundo entero.

Que la paz viva en la fe, en la buena voluntad, en el di�logo y en la justicia. En este tercer milenio, la Humanidad se encuentra ante otra guerra, mientras los pueblos de la nueva civilizaci�n saben que no se puede curar el Mal con el Mal y quieren volver a lo que nos ha ense�ado la Historia. Europa demostr�, con su arte, su educaci�n y su civilizaci�n que el Mal nunca se corrige con el Mal, que ha terminado la �poca de las guerras santas y de las cruzadas. Hoy, los hombres libres est�n empe�ados en sustituir el sufrimiento por el amor. Un amor que impulsa hacia una convivencia basada en el di�logo, a fin de vivir una nueva �poca y escribir una Historia que haga olvidar las guerras sufridas por los hombres. Y al final, vivir en una nueva civilizaci�n basada en la riqueza de los valores, que son el fundamento constante de la vida de cada individuo.

En el mundo moderno, el hombre intent� convivir con los dem�s hombres, pero sin escuchar la voluntad de Dios. A veces, intent� alg�n desaf�o, pero tuvo que confiar siempre en la misericordia de Dios y en su perd�n. La guerra nunca fue portadora de felicidad y hay que evitarla por medio del di�logo. �Son tantos los pueblos que sufren! Algunos sufren por carest�as, enfermedades, pobreza, ignorancia y dictaduras. Otros, por las guerras y el terrorismo. Pero hoy, nosotros, pueblos del Mediterr�neo, sufrimos con los estadounidenses por las v�ctimas inocentes de Nueva York y de Washington.

Este sufrimiento nos ha llevado a la casa de Dios y hemos entrado en la gran Catedral, el monumento religioso de Rabat, capital de Marruecos, para rezar todos juntos, hebreos, cristianos y musulmanes, para que el di�logo sustituya a la guerra, el respeto de los valores, al odio, y la paz sea la felicidad del hombre. La guerra nunca ha sido una soluci�n y siempre represent� una maldici�n para el g�nero humano. Para detener a esos individuos dispuestos a todo, incluso a morir, tenemos que intentar hacer justicia y salvar el di�logo.

Mohamed Amin Smaili