Comunità di S.Egidio


 

04/10/2001


Di�logo interreligioso en Roma

 

La crisis mundial desatada por el ataque terrorista contra el World Trade Center y el Pent�gono no debe alentar en ning�n sector ni en ning�n pa�s de la Tierra una visi�n prejuiciosa o discriminatoria fundada en distinciones �tnicas, religiosas o culturales. La �nica divisi�n aceptable es la que nace de una clara oposici�n entre los sistemas que privilegian la libertad y el respeto a la dignidad humana y los reg�menes que, denigrando esos valores, amparan o protegen a los agentes del terrorismo internacional.

El fanatismo fundamentalista que ejecut� los atentados de NuevaYork y Washington no es de ninguna manera representativo del esp�ritu o del pensamiento de la genuina tradici�n isl�mica, como lo hemos dicho reiteradamente desde esta columna editorial. Los fieles del islam, en abrumadora mayor�a, rechazan el odio y la violencia y sustentan una visi�n del mundo fundada en el amor, el respeto al pr�jimo y la convivencia pac�fica.

De ah� la expectativa que ha despertado en los medios internacionales la Cumbre Musulm�n-Cristiana que empez� a desarrollarse ayer en Roma con la participaci�n de l�deres religiosos de primera l�nea de Europa, Asia y Am�rica. El objeto de esta importante reuni�n internacional, que culminar� hoy, es fortalecer el di�logo pac�fico y armonioso entre esos dos grandes troncos hist�ricos de la tradici�n monote�sta. Se trata de un encuentro organizado por la Comunidad de San Egidio, el vigoroso y activo movimiento de laicos cat�licos fundado en Roma en 1968 y responsable -en las tres �ltimas d�cadas- de tantos encuentros trascendentes en favor de la paz mundial y del di�logo interreligioso.

De esta calificada cumbre romana participan dirigentes cat�licos, luteranos, metodistas, episcopales, ortodoxos y representantes isl�micos de Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos, Argelia, Ir�n y los Estados Unidos, entre otros pa�ses. La finalidad principal del encuentro es contribuir a desalentar la tentaci�n de que el conflicto entre una naci�n de Occidente y un pa�s del mundo ar�bigo-isl�mico sea vivido por los pueblos del mundo como un choque irreversible entre dos civilizaciones. La cumbre persigue, adem�s, otros elevados objetivos: fortalecer la estabilidad global, consolidar el di�logo interreligioso y promover la coexistencia pac�fica entre naciones de diferente tradici�n cultural.

Es de esperar que la reuni�n propiciada por la Comunidad de San Egidio ayude a despertar el sentimiento de fraternidad y de respeto que debe existir entre las diversas confesiones religiosas. La humanidad padeci�, a trav�s de los siglos, muchas guerras sangrientas y muchas persecuciones dolorosas y crueles desatadas, parad�jicamente, en nombre de Dios o de la fidelidad a determinada religi�n. En los tiempos que corren, la idea de que la pertenencia a una fe pueda desatar violencias o guerras resulta absurda, contraria a toda l�gica, si se la examina a la luz de los principios que rigen la vida de los pueblos civilizados. El terrorismo fundamentalista aparece, as�, como un resabio trasnochado, inconciliable con las nociones, las reglas y los derechos que la modernidad fue consagrando en la mayor parte del orbe.

Hoy son escasos en el mundo los reg�menes pol�ticos de inspiraci�n teocr�tica y las religiones no son ya entendidas, en la mayor parte de los casos, como movimientos destinados a regir la vida p�blica de las naciones. Encuentros como el que se est� desarrollando en Roma son, justamente, la expresi�n de un mundo que ha revalorizado la tolerancia, el di�logo y el pleno respeto a la libertad de conciencia de los seres humanos.

Es fundamental que se identifique al terrorismo como un enemigo p�blico que no tiene sustento religioso, �tnico ni cultural. Su �nica carta de presentaci�n es la vocaci�n irracional por el odio, la destrucci�n y la violencia. Si se deja de lado a ese enemigo de la civilizaci�n, no hay motivo alguno para que el cristianismo, el islam y los restantes credos religiosos no mantengan una permanente relaci�n de amistad y respeto rec�proco, basada en sus muchas coincidencias humanas, �ticas y conceptuales.