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18/12/2001 |
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Mario Marazziti, presidente de la Comunidad de San Egidio, es una de las cabezas visibles del movimiento que aboga por una moratoria mundial de la pena de muerte. Para lograrlo, y entre otras medidas, re�ne en el libro �No matar�s� textos de siete intelectuales, entre ellos Norberto Bobbio, y documentaci�n actualizada sobre una cuesti�n cuya primera arma es la falta de transparencia en muchos pa�ses donde se aplica. Es un enemigo que se cubre el rostro. En una cultura donde todo se cifra en cantidades, donde Internet facilita todo �o casi todo- en breves instantes y donde la democracia permite el acceso del ciudadano a los mecanismos del Estado, la pena de muerte ha conseguido esconderse. Es opaca. Nadie puede hacerse exactamente una idea de su alcance. S�lo disponemos de n�meros de condenados en pa�ses como Estados Unidos �en los Estados donde todav�a hoy se permite- y pocos m�s, mientras las autoridades gubernativas son las primeras en poner trabas a este tipo de informaci�n en el caso de China, Ir�n, Cuba, Afganist�n o Libia. En la actualidad, la pena de muerte est� amparada por las leyes en 86 pa�ses de los cinco continentes. Otros 21 Estados contienen la pena capital en su legislaci�n pero no la aplican desde hace al menos diez a�os. Catorce son abolicionistas para delitos ordinarios y el resto del mundo, setenta y cinco en total, son abolicionistas. Chile fue el m�s reciente en erradicar la pena de muerte en su Constituci�n, el pasado mes de junio. Pero, sin ir m�s lejos, en un pa�s como Jap�n sigue en pie. All�, ni el condenado ni su familia reciben noticia de cuando se producir� la ejecuci�n. En el caso de China a una persona se le puede aplicar la pena de muerte por 68 delitos, entre ellos el gamberrismo, la perturbaci�n de la vida de los ciudadanos, la alteraci�n del orden p�blico o la venta de falsos certificados de esterilidad a una mujer que no quiera someterse al control de natalidad. En 1999, el gobierno chino reconoci� oficialmente 1.077 ejecuciones, mientras que en ese mismo a�o se registraron un total de 1.813. En los pa�ses �rabes, se detecta un aumento de condenas capitales en Egipto y en Arabia Saud�, donde en el a�o 2000 se produjeron 120 ejecuciones (se revela adem�s en la estad�stica una tendencia contra los extranjeros). La capacidad de liderazgo de Estados Unidos en otras luchas que guardan relaci�n con los derechos humanos, no aparece en el caso de la pena de muerte, porque estados como Texas, Florida, Georgia, Nuevo M�xico, Ohio, Massachussets, Nevada, Virginia, Carolina del Norte, Alabama, Montana o Louisiana siguen con ella. En el a�o 2000, Estados Unidos alcanzaba la cifra de 85 condenados. Mario Marazziti - presidente de la Comunidad de San Egidio- emprendi� una campa�a en pro de la moratoria mundial de la pena de muerte como v�a de erradicaci�n legal. En dos a�os, la han firmado cristianos de todas las confesiones, musulmanes, hebreos, budistas, sinto�stas, hinduistas, organizaciones no gubernamentales y personas no creyentes. Hasta el momento, son 3.213.974 firmas. CASTIGAR CON LA MISMA ARMA �No matar�s� (editado por Pen�nsula y con textos de Helen Prejean, Norberto Bobbio, Francesco Cossiga, Anatoli Pristavkin, Pierre San�, Patricia Toia y el biblista Armand Puig) no es �una ingenuidad, aunque s� un instrumento d�bil pero se suma a iniciativas que pueden contribuir a un cambio importante. Venecia, por ejemplo, ser� ciudad contra la pena de muerte�. Para el presidente de la Comunidad de San Egidio, �se trata de formar frentes que faciliten a los pa�ses su adhesi�n a la moratoria�, porque �ese es un primer paso decisivo en el �mbito internacional�. Su libro fue presentado ayer a los medios de comunicaci�n por Pasqual Maragall.
Dolors Massot
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