Comunità di S.Egidio


 

26/12/2001

NAVIDAD: FESTEJO DE LA COMUNIDAD SAN EGIDIO EN LA BASILICA DE LA MERCED
Un almuerzo solidario para 400 personas en una iglesia porte�a
Los bancos de la nave central fueron reemplazados por 39 mesas. All� comieron vecinos de la Boca y de la Villa 21 de Barracas. Lo organizaron cien voluntarios de un grupo cristiano.

 

Fueron m�s de mil pasos temblorosos sobre el bast�n los que hizo ayer Feliciano por el pasillo central de la Bas�lica de La Merced, en Reconquista 207. Los pasos temblorosos y cortos de sus 81 a�os lo llevaron justo hasta el altar. Pero, en lugar de un mantel blanco y una cruz, hab�a una mesa larga en la que lo esperaba el almuerzo de Navidad.

Eran 39 las mesas que se desparramaban en lugar de los bancos tradicionales de la nave central. Envueltas con papel afiche verde y rojo esperaban a 400 comensales de La Boca y de la Villa 21 de Barracas. Una tradici�n que ya tiene tres a�os en esta Iglesia y que desde hace seis la lleva adelante la Comunidad San Egidio.

Fue hace tres a�os que Lorenza Rejala lleg� por primera vez a este almuerzo. Ayer estaba sentada con su padres y sus 5 hijos en la mesa pegada a la de Feliciano. Aquella vez, hac�a dos d�as que hab�a quedado viuda. Sobrevivi� al dolor de pasar las fiestas con sus hijos y sus 35 a�os sola en la mesa que hab�an preparado los cien voluntarios de este grupo cristiano.

Como aquella vez, hizo el camino que separa a la Manzana 6, casa 73 de la Villa 21 de la capilla barroca encajada en medio de la city porte�a, con dolor. Dice que volvi� una vez m�s "al pesebre". Pero con otro tipo de dolor. El del pa�s que �a pesar de ser paraguaya� es el suyo. "Le pido a Dios y al nuevo presidente que nos d� una mano. No se puede vivir con el sueldo que tengo. Me da verg�enza decirlo. No puedo mantener a mis hijos. Vivimos en la villa pero no somos delincuentes", dice.

Beba no vive en la Villa, pero ayer sent�a el mismo dolor que Lorenza. Mientras retiraba los platos con la ensalada rusa, asent�a con la cabeza lo que dec�a la mujer. No hac�a falta preguntarle de d�nde era. El pelo rubio peinado, sus modales y su forma de hablar delataban sus d�as de Barrio Norte. Una realidad distinta a la de Lorenza. Pero que desde hace d�as une a los argentinos. Ella era una de las voluntarias que no paraban de correr por los pasillos de la Iglesia para que los fideos no llegaran fr�os a la mesa.

Como ella estaba Andrea, de 29 a�os. Ella es parte del grupo cat�lico desde los 16 a�os. "Nuestra idea es no hacer asistencialismo sino acompa�arlos en la vida y que tambi�n sean parte de la nuestra. Incluso estar en el momento de la muerte, que es el de mayor soledad", dec�a mientras se paraba para saludar a Cinthia, una de las primeras chicas que conoci� cuando pis� la escuela en la que fue voluntaria.

A m�s de cinco metros, sentadas en un banco de la Iglesia y frente a un plato de fideos estaban Malena, Mariana y Agustina. Eran una escalera de 6, 5 y 4 a�os que comparten el barrio de la Boca y los juegos en un patio en com�n.

Con los ojos grandes y brillantes contaban que la noche anterior, Papa Noel se hab�a olvidado de pasar por las casas que "justo" dan a ese patio. Pero que hoy, por ah�, despu�s de la ensalada de frutas que ocupaba tres baldes, un fuent�n y dos fuentes en la cocina improvisada de la Iglesia, llegaban los regalitos.

En la sacrist�a, trabajaban siete cocineros del restaurante Filo, que don� las pastas del almuerzo. Hab�an venido con sus mujeres que tambi�n quer�an ayudar a dar de comer. A la cabeza de ellos estaba uno de sus due�os. "Este es el mejor lugar en donde podemos estar", dec�a con ojos vidriosos mirando la capilla oscura y dorada repleta de gente. "Si todos pudi�ramos hacer algo desde nuestro lugar, m�s en este momento ca�tico que estamos viviendo, todo ser�a distinto", reflexionaba Deni De Biaggi.

Yendo y viniendo y con su hijo colgado de la mano iba Andrea Poretti (37), la coordinadora de la Comunidad. "La idea es que la Iglesia sea el lugar de los pobres, de los que no tienen. Para que la Navidad no sea triste para nadie", explicaba.

Mientras tanto Malena, con una vincha con un dibujo de las Chicas Superpoderosas, devoraba una cucharada gigante de ensalada de frutas. A medio metro, San Antonio, est�tico y oscuro, parec�a mirarla desde el yeso. La nena hablaba con Andrea, su amiga del barrio y sab�a que faltaba poco para que le dieran el regalito que Papa Noel no hab�a podido dejarle la noche del 24.

Silvina Heguy