Comunità di S.Egidio


 

13/03/2002


Di�logo entre religiones

 

El encuentro en Barcelona de di�logo y de oraci�n por la paz, que llevaba por t�tulo Las fronteras de di�logo: religiones y civilizaciones en el nuevo siglo, finaliz� el 4 de septiembre de 2001. Participaron l�deres cat�licos, ortodoxos y protestantes, junto a altas personalidades hebreas (como el gran rabino Lau de Israel) y significativos exponentes musulmanes y de las religiones orientales. No faltaron los laicos, que, como Jean Daniel, director del Nouvel Observateur, tuvieron un papel destacado en las mesas redondas. Del encuentro ha surgido un llamamiento fuerte al di�logo para una �civilizaci�n del convivir� en un mundo contempor�neo marcado por replegamientos de identidad, agresividades fundamentalistas y, parad�jicamente, por un proceso de globalizaci�n que nos hace a todos m�s similares. El llamamiento al di�logo entre las religiones y las culturas proviene de hombres y mujeres fuertemente enraizados en su fe y en sus convicciones: en definitiva, no un sincretismo a la moda, sino un esfuerzo serio de encuentro y de comprensi�n que no evite diversidades y desacuerdos. Es un llamamiento que concierne a los grandes horizontes del mundo contempor�neo y no tanto, como alguien ha dicho o pensado de manera demasiado local, a los problemas internos espa�oles.

Pocos d�as despu�s de este encuentro tan sentido tuvo lugar el 11 de septiembre. �Se han desmentido dram�ticamente las esperanzas de Barcelona? El problema es serio y hace falta ponerse a ello. �El 11 de septiembre ha revelado un rostro agresivo del Islam? Sobre todo, �no ha manifestado que es ineludible un choque de civilizaciones y, por tanto, tambi�n de religiones? Nadie pod�a prever lo que sucedi� en Estados Unidos, pero el di�logo y los encuentros de estos �ltimos a�os muestran precisamente el clima tenso entre civilizaciones y religiones, de los conflictos y del desarrollo de movimientos agresivos y de identidad. El fundamentalismo, el isl�mico y el de otras religiones, no es un hecho nuevo.

Es cierto: la opini�n p�blica ha tardado en darse cuenta de la nuevas demandas de legitimaci�n de identidad que se planteaban a las religiones. Cuando en 1986 Juan Pablo II invit� a As�s a los representantes de todas las religiones para rezar por la paz, el clima cultural era muy diferente. Entonces, mientras la URSS a�n exist�a, parec�a que las religiones eran un fen�meno residual en un mundo marcado profundamente por la secularizaci�n. En realidad, no era as� desde hac�a a�os y no lo habr�a sido despu�s.

Sobre todo con la crisis de las ideolog�as y con la emergencia prepotente de las identidades nacionales, muchas demandas se habr�an dirigido a las religiones para que legitimaran o sacralizaran los diferentes sujetos, las fronteras y alimentasen pasiones en las que los pueblos se pudieran reconocer. Grupos sociales o pueblos, que se sent�an humillados por la occidentalizaci�n del mundo, buscaban cobijo y orgullo en la religi�n. Es el caso de algunos sectores musulmanes. En el Este europeo el renacimiento de las naciones ped�a al cristianismo una nueva legitimidad, como se aprecia �por ejemplo� en el caso de la ortodoxia. Los conflictos entre las naciones aparec�an tambi�n como conflicto entre las religiones.

En este clima es una simplificaci�n dividirse en buenos que quieren el di�logo y en malos que creen que el di�logo es ingenuo o peligroso. No se pueden ignorar las dificultades en el di�logo, tampoco desde el punto de vista religioso. Tambi�n hay problemas entre los cristianos, como entre los cat�licos y los ortodoxos en Rusia. Pero el di�logo tambi�n parece una necesidad. Es el di�logo entre los cristianos, es decir, el ecumenismo. Es el di�logo con las grandes religiones mundiales. Para nosotros los occidentales es importante, por una parte, el di�logo entre los creyentes y los laicos, que son una parte considerable de nuestro pensamiento.

�Por qu� hoy el di�logo parece importante? Ante todo vivimos juntos entre la gente de religi�n y de cultura diferentes. La convivencia no puede hacerse sin encuentro; si no, es peligrosa. Creo que el di�logo, incluso el sencillo de la calle, ayuda a madurar a la civilizaci�n del convivir. Adem�s, el di�logo llama a los l�deres religiosos de todos los pa�ses a una dimensi�n universal: en las fronteras de un horizonte nacional, bajo la presi�n de las pasiones de identidad y pol�ticas, es f�cil quedar atrapados en una visi�n estrecha y quiz� conflictiva. El encuentro, al contrario, hace emerger el mensaje de paz que est� dentro de las profundidades de las diferentes religiones, si bien de maneras diversas. Pero esto depende de los hombres y de las mujeres que creen y de la libertad de su esp�ritu. No todas las opciones de las religiones dependen hoy de sus teolog�as o de sus or�genes.

Ciertamente, el di�logo no sustituye a la pol�tica, sino que representa una necesidad en un mundo complejo como el nuestro. El di�logo necesita paciencia, pero sobre todo un clima de libertad. Expresa consideraci�n por las comunidades que pueden sentirse humilladas por la historia; pero tambi�n manifiesta la fuerza de identidades convencidas que no temen ni la confrontaci�n ni el encuentro. A menudo, el rechazo del di�logo viene de identidades agresivas, pero poco maduras desde un punto de vista espiritual y cultural. Delante del dif�cil escenario del mundo contempor�neo, Juan Pablo II, el 24 de enero de 2001, ha invitado nuevamente a los l�deres religiosos a la ciudad de San Francisco para rezar por la paz. El esp�ritu de As�s representa la respuesta madura a la experiencia de los pueblos, refleja que las religiones pueden ser un factor de paz y que, sobre todo, tiene que evitar la terrible tentaci�n de motivar los conflictos. Indudablemente, en el siglo que ha empezado, el di�logo y el choque entre las religiones constituyen uno de los puntos m�s apasionantes de debate y un terreno en el que jugar� en gran manera la calidad de convivir.

Andrea Riccardi