Comunità di S.Egidio


 

15/10/2002


Mozambique : 10 a�os de paz
El 4 de octubre de 1992, fiesta de San Francisco de As�s, se firmaba en Roma el Acuerdo General de Paz, que pon�a fin, bajo los auspicios de la Comunidad de San Egidio, a las largas negociaciones entre los dos partidos contendientes por el poder en Mozambique: el Frelimo y la Renamo. Y, ante todo, terminaban 16 a�os de guerra civil. �Ha crecido en estos diez a�os el �rbol de la paz plantado aquel d�a?

 

La monumental estatua en bronce del navegante Vasco de Gama repos� por a�os, en posici�n supina, en los almacenes de la comandancia mar�tima de la Isla de Mozambique. All� hab�a ido a parar, con una pierna rota, v�ctima de la fobia anticolonialista de los primeros a�os de independencia.

Ahora se la puede contemplar, solemne y con la pierna recompuesta, en su antiguo pedestal delante del que fuera colegio de los jesuitas y hoy es Museo Nacional. Esta reposici�n es todo un s�mbolo de los muchos y dram�ticos cambios de tim�n a que ha sido sometido este sufrido pa�s en los �ltimos treinta a�os de su historia. De todos ellos son todav�a bien visibles las cicatrices.


Unas im�genes y unas fechas

Sur de la provincia de Sofala, a orillas del r�o Buzi. Se avanza fatigosamente por una pista llena de profundos surcos hechos por las ruedas de los coches. Durante las lluvias, la pista se har� impracticable. Se recorren kil�metros y kil�metros, 60, 70, 80..., en medio a una interminable llanura pantanosa que parece sembrada de hierbajos. De vez en cuando, emergen las ruinas de un grupo de casas, de unos almacenes, de una f�brica. Todo aquello fueron otrora pr�speras plantaciones de arroz y ca�a de az�car. Un ferrocarril pasaba por medio para transportar las cosechas. No fue la guerra lo que redujo todo aquello a un yermo. La plantaci�n fue nacionalizada tras la independencia y la producci�n cay� en picado, hasta su total paralizaci�n.

Mozambique accedi� a su independencia frente a Portugal en 1975, despu�s de 10 a�os de lucha armada, liderada por el movimiento guerrillero del Frelimo (Frente de Liberaci�n de Mozambique). Los mozambique�os ten�an razones m�s que suficientes para estar resentidos con los colonizadores portugueses. La guerra hab�a sido cruel; en ella imperaron los odios, las venganzas, las matanzas injustificadas. Nada de extra�o que la estatua de Vasco de Gama fuera enviada a reposar a los almacenes del puerto.

La independencia fue celebrada por todo el pueblo como una liberaci�n. Pero pronto se demostr� que esa liberaci�n no tra�a ni mayor prosperidad econ�mica ni siquiera una mayor libertad social. El nuevo gobierno del Frelimo adopt� los dogmas del m�s r�gido marxismo �cient�fico�. Lo nacionalizaron casi todo: haciendas, f�bricas, escuelas, hospitales,....; hasta las iglesias y las casas de misi�n. Pronto la incompetencia, la incuria y la corrupci�n dieron al traste con lo poco de bueno que hab�an heredado de la colonia. Ante el descontento general, el Frelimo recurri� a medidas represivas como los trabajos forzados y las deportaciones en masa de campesinos...

�se era el campo abonado para que echase ra�ces la Renamo (Resistencia Nacional Mozambique�a), un grupo guerrillero filocapitalista, criatura de la Sur�frica del apartheid y la Rhodesia (hoy Zimbabue) de Ian Smith. Durante toda la d�cada de los 80, la Renamo practic� un sistema de guerrilla basado en el terror. Atac� principalmente todo lo que pod�a representar las conquistas del Frelimo: la educaci�n, la salud, los transportes... Profesores y enfermeros fueron raptados o muertos, los autobuses asaltados. De las 5.886 escuelas primarias de la naci�n, 3.498 (el 60 por ciento) fueron destruidas o cerradas. En algunas zonas lleg� al 90 por ciento. Las represalias del Frelimo sobre la poblaci�n sospechosa de colaborar con la Renamo a�adieron m�s dolor a una poblaci�n martirizada. Todo acab� degenerando en bandas que rivalizaban en la tarea de robar, destruir y matar.

Iapala, al oeste de la provincia de Nampula: unas tiendas rudimentarias a lo largo de la calle principal ocultan parcialmente una fila de estupendas construcciones semiderruidas: oficinas, residencias... hasta un teatro. Esto es lo que queda de Iapala, una pr�spera villa con estaci�n ferroviaria y centro de distribuci�n de mercanc�as hacia el norte de la naci�n. Un grupo de la Renamo entr� en ella en 1989 y, en cuatro d�as de ocupaci�n, quemaron todo lo que hab�a que quemar. Al marcharse, prendieron tambi�n fuego a un almac�n con dos mil toneladas de cereales. Se podr�a haber salvado casi todo, pero el Frelimo se neg� a que la gente apagara el fuego. Ardi� durante tres meses, monumento siniestro a la inconsciencia de los unos y al orgullo est�pido de los otros...


Los dif�ciles acuerdos

Finalmente, la paloma de la paz vol� sobre los cielos mozambique�os. Lleg� el 4 de octubre de 1992, en Roma, con la firma del llamado Acuerdo General de Paz entre el Frelimo y la Renamo. La Comunidad de San Egidio hab�a trabajado por dos a�os largos para conseguir la reconciliaci�n de los dos obstinados contendientes. Y la paz vino para quedarse. Mozambique es el �nico pa�s de la historia reciente que ha conseguido hacer la transici�n de 16 a�os de guerra a una situaci�n de paz duradera donde los acuerdos tomados se han aplicado y han funcionado. Se la puede citar como ejemplo de que la paz y la reconciliaci�n son posibles incluso all� donde menos probables parecen. Mientras otras naciones se dotaron de comisiones de verdad y reconciliaci�n que arrojaran luz sobre el pasado, Mozambique no lo hizo; prefiri� correr un velo sobre el pasado y mirar hacia el futuro.

No siempre fue f�cil la paz; hubo momentos en que parec�a que la violencia iba a arrollar de nuevo al pa�s. Algunos de esos momentos calientes fueron las elecciones de 1994, ganadas por el Frelimo; las de 1999, ganadas tambi�n por el Frelimo y cuyos resultados todav�a hoy no han sido reconocidos por la Renamo. Otro episodio peligroso fueron las manifestaciones de Montepuez, en el 2000, en las que murieron centenares de personas en circunstancias nunca del todo aclaradas. Pero, poco a poco, los pol�ticos han ido aprendiendo a discutir sus diferencias en el Parlamento y no en los campos de batalla. Esa fue una adquisici�n b�sica para la democracia.

A cualquiera que se le pregunte en Mozambique si volver� la guerra, le dir� inmediatamente que no. Y la raz�n esgrimida casi invariablemente ser� que el pueblo no quiere la guerra. Una raz�n hermosa pero, por desgracia, poco operativa, si no la refuerzan otras razones m�s pragm�ticas. Hay, de hecho, esa otra raz�n para confiar que la paz ser� duradera. Y es que no hay intereses externos que la pongan en peligro. El Frelimo hace mucho tiempo que ha renunciado a los dogmas marxistas. La econom�a nacional y la estructura pol�tica est�n controladas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Y la vecina Sur�frica, el mayor factor potencial de desestabilizaci�n, est� ahora lejos de querer desestabilizar Mozambique.


Tras diez a�os de paz

Una autopista reci�n inaugurada une Maputo con Johannesburgo. Confortables autobuses cubren cada d�a los aproximadamente seiscientos kil�metros que separan las dos capitales. Sur�frica ha invadido Mozambique: con sus productos, con sus negocios, con sus inversiones. Han comprado empresas mozambique�as; han adquirido tierras para sus nuevas granjas agr�colas, m�s rentables que en Sur�frica. Tambi�n est�n llegando los granjeros blancos de Zimbabue, despojados de sus tierras por Mugabe. El presidente Chissano les abri� las puertas y ha dicho que les tratar�a como a cualquier otro inversor, sin mirar a su procedencia o filiaci�n pol�tica. Han llegado innumerables ONGs. Y han llegado las ayudas y los pr�stamos del Banco Mundial y del FMI, a cuyas consignas Mozambique se ha plegado hasta ser un modelo de obediencia. Portugal adiestra a las fuerzas armadas...�C�mo maravillarse de que Vasco de Gama haya vuelto a su pedestal?

Todo esto ha creado la apariencia de gran movimiento. Alternando con las muchas ruinas pasadas y recientes, surgen por todas partes nuevos edificios: oficinas, escuelas, hospitales, residencias privadas... El tranquilo paseo que en la ciudad de Maputo corre a lo largo del mar se est� llenando de lujosos chalets. A ras de pueblo, todav�a se vive la euforia de la paz conquistada. Para quien ha vivido la pesadilla de la guerra, el simple hecho de moverse sin restricciones ni peligros, el volver a sembrar los propios campos..., es ya un bien inapreciable. Y sin embargo...

Sin embargo, los puestos de trabajo han disminuido y los salarios tambi�n, mientras los precios han subido. Si bien la salud y la escuela han hecho progresos, distan mucho de estar al alcance de todos. Hay muchas armas en manos de privados, que se usan para robar. Mientras se multiplican por el pa�s los bien abastecidos supermercados Shoprite, cada vez son menos los que pueden comprar sus productos. En Mozambique se calcula que hay un 5 por ciento de ricos : pol�ticos, empleados de organismos o firmas internacionales y alg�n empresario; un 20 por ciento de clase media y un 75 por ciento que se precipita en un nivel cada vez mas extremo de pobreza.

Mia Couto, el mejor novelista mozambique�o de nuestros d�as, en su �ltima novela El �ltimo vuelo del flamenco, pone en la pluma de un administrador de distrito estas expresivas palabras, dirigidas a su superior jer�rquico: �Antiguamente, cuando se produc�a la visita de las estructuras (los pol�ticos) o de los extranjeros, ten�amos orientaciones superiores: no pod�amos mostrar una naci�n mendicante, un pa�s con las costillas al aire. En la v�spera de cada visita, nosotros todos, administradores, recib�amos la orden: esconder a los habitantes, barrer toda aquella pobreza...

Ahora la situaci�n es muy otra. Hay que mostrar la poblaci�n con su hambre, con sus dolencias contaminantes. Recuerdo bien sus palabras, Excelencia: nuestra miseria est� resultado productiva. Para vivir en un pa�s de mendigos, es necesario exhibir las heridas, mostrar los huesos salientes de los ni�os...�

Mozambique tiene algo de ni�o con cara de bueno que muestra sus huesos. Las inundaciones del a�o 2000 reforzaron esa imagen de pobrecito necesitado que mueve a la misericordia. Y obtiene mucho. Pero lo que llega de fuera, gratuitamente, dif�cilmente construye con solidez y , lo que es peor, fomenta la corrupci�n. La corrupci�n en Mozambique amenaza con contaminarlo todo. Alguien la describi� como �organizada, generalizada y sistem�tica�, porque se practica a todos los niveles: primero, entre los pol�ticos; luego, en la escuela, en los empleos, en la justicia... �Sabemos muy bien lo que los profesores piden al alumno o a la alumna para poder pasar el examen, lo que hay que dar a toda la fila de empleados y enfermeros para poder llegar hasta un m�dico, lo que hay que soltar para conseguir un documento...�


Papel de la Iglesia

La Iglesia ha entrado de lleno en la din�mica de la reconstrucci�n. Ingentes donativos de otras Iglesias e instituciones han llegado a la naci�n a trav�s de ella. Ha apostado, sobre todo, por el campo de la educaci�n. Se abri� una Universidad Cat�lica con facultades en Beira (Medicina y Ciencias de la Educaci�n), en Nampula (Derecho y Comunicaci�n) y en Cuamba (Agricultura). Se quiso privilegiar las zonas del centro y del norte, menos dotadas de infraestructuras educativas que la zona de Maputo, que ya tiene la Universidad estatal.

En 1993, el Gobierno prometi� devolver a la Iglesia todo lo que hab�a nacionalizado en la �poca marxista. Pero la devoluci�n se llev� a cabo muy parcialmente y con diferencias de provincia a provincia. Fueron entregadas sobre todo las iglesias, casas parroquiales, seminarios... pero no las escuelas y hospitales, salvo muy contadas excepciones.

Un buen ejemplo de colaboraci�n entre la Iglesia y el Estado en el campo de la educaci�n se est� realizando en la provincia de Sofala, en el centro del pa�s. El Gobierno ha devuelto a la di�cesis las escuelas confiscadas. La Iglesia se encarga de reconstruirlas o crear otras nuevas; el Gobierno pone los llamados �recursos humanos�, es decir, los profesores, cuyos salarios paga.

Con esta f�rmula de colaboraci�n, opera el proyecto ESMABAMA, palabra resultante de las iniciales de las cuatro antiguas misiones franciscanas de Estaquinha, Mangunde, Barada y Machanga. Con la ayuda de Caritas Internacional y otros donantes, el proyecto ha reconstruido las viejas escuelas de la misi�n (todas ellas en estado ruinoso) y ha creado en poco tiempo nuevos puestos escolares para 4.000 alumnos, e internados para 1.500. Los internados son indispensables debido a las grandes distancias que en aquella zona separan a los alumnos de sus escuelas. La capacidad que tiene la Iglesia de educar, a trav�s de la escuela, a una juventud que empieza a abrirse a la modernidad es todav�a grande.


�Y el futuro?

Don Matteo Zuppi, el sacerdote de la Comunidad de San Egidio que actu� como principal mediador en los acuerdos de paz de 1992, volvi� a Mozambique el pasado mes de junio y celebr� en Nampula el d�cimo aniversario con la presencia de 2.800 j�venes. Don Matteo les record� que la paz no es algo conseguido una vez para siempre; es algo que se tiene que ir construyendo d�a a d�a y desde dentro. Desde fuera se puede dar una mano, pero ser�n los mozambique�os los que deber�n reconstruir su pa�s.

Palabras m�s que oportunas para una naci�n fr�gil cultural e ideol�gicamente. Los a�os de adoctrinamiento marxista y el posterior per�odo de guerra han dado al traste con los valores de la sociedad tradicional. Ahora el pa�s se abre al futuro sin muchos puntos de referencia. Y los peligros de encaminarse por la senda equivocada son muchos. Los pol�ticos tienen la tentaci�n del dinero f�cil, de la arrogancia, de la corrupci�n... El pueblo simple, sinti�ndose defraudado, tendr� la tentaci�n de la violencia o la apat�a, la corrupci�n a peque�a escala o el robo puro i simple.

El actual presidente Joaqu�n Chissano ha decidido no presentarse a las pr�ximas elecciones; una decisi�n encomiable, pues son muy pocos los presidentes africanos que dejan la silla por su propia voluntad. Le sucede como futuro candidato a presidente Armando Guebuza, un hist�rico del Frelimo que particip� en la guerrilla independentista al lado de Samora Machel. Guebuza fue el representante del Frelimo en las conversaciones de 1992. Don Matteo lo recuerda como un negociador atento y cree que sabr� conservar el esp�ritu de los acuerdos de paz.

Don Matteo es optimista sobre el futuro de Mozambique, y nosotros con �l. No s�lo sobre un futuro lejano y ut�pico, sino sobre el futuro que est� en continuidad con el presente. Los males de la naci�n son una realidad; pero es tambi�n innegable que estos diez a�os han significado un importante paso adelante: la paz se ha mantenido; los programas de desarrollo, aun con los correspondientes retrasos, se van llevando a cabo; los partidos pol�ticos van aprendiendo la gimnasia de la democracia; la misma corrupci�n sobre todo si se la compara con la de otras naciones, est� contenida dentro de l�mites tolerables.

Mozambique, �enhorabuena por estos diez a�os y suerte para el futuro!


El d�a que llor� de alegr�a
(P. Constantino Bogaio)

Me levant� cuando el sol a�n no hab�a calentado la tierra y apenas se ve�a. A lo lejos se escuchaba el ruido del mar. Sal� mir� al cielo con la esperanza de o�r de nuevo los ruidos de los MIG-17 (aviones de guerra de fabricaci�n rusa), pero vi los pel�canos que pasaban hacia las lagunas m�s pr�ximas, y ya hac�a a�os que nos los contemplaba.

Era el inicio del d�a que tantos esper�bamos, el 4 de octubre de 1992. Por las calles, la gente iba hacia sus trabajos diarios con los receptores de radio pegados al o�do. Mis amigos y yo nos pusimos debajo de un mango desgranando el ma�z con nuestro xirico (receptor de radio de fabricaci�n mozambique�a), y todos est�bamos pendientes de las noticias procedentes de la Ciudad Eterna.

�C�mo no �bamos a esperar las novedades de Roma, despu�s de haber pasado casi 16 a�os viviendo como en una selva, en donde el le�n se levanta todas las ma�anas sabiendo que debe correr m�s velozmente que la gacela para alcanzarla y tener comida, mientras la gacela se levanta sabiendo que debe correr m�s velozmente que el le�n para evitar la muerte? �C�mo �bamos a olvidarnos de nuestros campos que nos alimentaban con ma�z, arroz, mandioca y verdura, y que, de repente, pasaron a producir minas anti-persona y anti-tanque? Cada vez que �bamos a cultivar no sab�amos si volver�amos vivos. Nuestras azadas se hab�an transformado en armas. Nos vend�an m�s minas y armas que semillas para el cultivo. Nuestras carreteras se transformaron en aut�nticas trampas y corredores de la muerte. Viajar 100 kil�metros era como ver una pel�cula con coches quemados, restos de bombas y hasta huesos humanos en algunos lugares. Llegar al destino parec�a un sue�o. En la ciudad, el panorama no era mucho mejor: personas muriendo de hambre, j�venes con miedo a salir por las calles porque no sab�an si los militares y paramilitares los podr�an capturar para enviarlos al frente. Se lleg� hasta el punto de mandar a nuestros hermanos m�s peque�os, entre doce y quince a�os, a luchar y a matar a sus propios padres y hermanos. Las escuelas eran m�s bien un centro de adiestramiento pol�tico y militar. Fue un tiempo en el que se nac�a y se mor�a sin saber por qu�.

Las v�ctimas de todo esto fueron todas las familias mozambique�as que tuvieron que enterrar a sus seres queridos todos los d�as sin tiempo siquiera para unas ceremonias sagradas.

La gente hab�a aprendido a cantar una serie de lamentaciones monocordes por tantos a�os de sangre y de lucha. Pero el d�a hab�a llegado.

El sol ya hab�a pasado del mediod�a, cuando nuestro receptor anunci� que el acuerdo ya se hab�a firmado y que los l�deres beligerantes se hab�an abrazado.

No pudimos contener la euforia. Comenzamos a mirarnos unos a otros, y de nuestros ojos brotaban l�grimas de alegr�a, porque hab�an pasado dos a�os de espera. Desde aquella tarde, las armas dejaron de cantar su melod�a monocorde de muerte. Vimos a luchadores de ambos lados llegar a nuestras aldeas, ciudades y comunidades eclesiales. Junto con ellos empezamos a tocar nuestra marimba en una aut�ntica sinfon�a de la vida. Nadie deber�a mostrar su ira, porque todos nos hab�amos comportado como leones y gacelas. Nadie deb�a juzgar al hermano, porque todos fuimos c�mplices de la guerra.

Desde entonces entendemos que s�lo dialogando se conquista la paz; que no son las armas las que solucionan nuestras divergencias, que la reconciliaci�n es el fruto del perd�n y de la aceptaci�n de nuestras responsabilidades.

P. Juan Gonz�lez N��ez