Comunità di S.Egidio


 

01/07/2003


La herencia europea

 

El pre�mbulo de la Constituci�n europea es importante para el futuro. Porque efectivamente hay que volver a definir hoy cu�l es la identidad de Europa para hablar de sus fronteras y de su funci�n en el mundo. No se puede construir un �novum� que las poblaciones europeas no sientan de modo participativo. La construcci�n europea necesita un �ethos� amplio y compartido, no restringido a los especialistas. Para ello es necesario un texto ideal, como el pre�mbulo, que inspire un sentimiento de pertenencia y �querr�a decir� sentimientos europeos. La labor que se ha hecho es discreta aunque necesariamente incompleta.

Ortega y Gasset, de regreso de Am�rica, a quien le preguntaba el motivo de su vuelta, respond�a: �Europa es el �nico continente que tiene un contenido� (en el original espa�ol, NdR). A los no espa�oles escapan los dos significados de la palabra �continente�. El contenido de Europa �escribe R�mi Brague en �Europe, la voie romaine�� es el de contener y de estar abierta a lo universal. La civilizaci�n europea es una gran s�ntesis de contenidos y experiencias venidas del exterior o maduradas en su interior. En este sentido, el pre�mbulo tiene un �incipit� en�rgico: �Conscientes de que Europa es un continente portador de civilizaci�n...�. As�, la identidad europea se caracteriza por sus relaciones con los mundos vecinos y el mundo entero.

Que no se d� por descontada, sin embargo, la observaci�n por mi parte sobre la ausencia del cristianismo en el texto. Se habla de �legados culturales, religiosos y humanistas�. La alusi�n (en mi opini�n insuficiente) al �impulso espiritual que ha atravesado Europa, y que sigue estando presente en su patrimonio� ha acabado por caer, junto con la menci�n de la Ilustraci�n. Son bien conocidos los sentimientos laicos de pudor que han frenado un m�s sincero reconocimiento del papel de cristianismo.

Francamente no tengo intenci�n de �confesionalizar� el texto fundacional europeo. No obstante se habr�a podido hablar de �un impulso espiritual que ha atravesado Europa durante casi veinte siglos�, sacando honestamente a la luz c�mo este movimiento espiritual se identifica hist�ricamente en gran parte con el cristianismo. Un texto que pretende ser una �Magna Charta�, dirigida tambi�n a las j�venes generaciones europeas, debe tener la virtud de ser franco, veraz y atractivo. Guste o no guste, el cristianismo ha tenido hist�ricamente un papel esencial (no exclusivo) en la realidad europea.

Por lo dem�s, no es con las contraposiciones o los silencios que se deba enfocar la relaci�n entre laicismo y religi�n. Durante la Segunda Guerra Mundial, un gran fil�sofo italiano (laico y liberal), Benedetto Croce, escribi� un op�sculo con un t�tulo significativo, �Por qu� no podemos dejar de llamarnos cristianos�. No era una profesi�n de fe de un no creyente, sino el reconocimiento por un gran intelectual de la presencia del cristianismo en los procesos que han hecho la cultura europea. Del mismo modo, se podr�a escribir hoy algo as� como �Por qu� no podemos dejar de llamarnos laicos�. La Iglesia cat�lica, con el Vaticano II, ha afirmado su simpat�a por la libertad religiosa y las libertades en general. El hombre y la mujer europeos, creyentes o no creyentes, son herederos de tradiciones cristianas y de tradiciones laicas. Europa debe saber conciliar las diversas tradiciones de las que es hija, no silenciarlas. Est�n, adem�s, las opciones personales, religiosas o ideales, de cada uno de nosotros, pero �sa es otra historia, no la de un texto fundamental de referencia para todos, capaz de representar el pasado y de abrirse al futuro.

He notado otra ausencia en las l�neas del pre�mbulo: una referencia a la mayor de las tragedias europeas, la de la shoa. Alguien hab�a propuesto utilizar la expresi�n �ra�ces judeocristianas� para incluir el juda�smo al hablar de religi�n. Me parece poco, y s�lo pol�ticamente correcto. Sobre todo porque no se habla de la tragedia de los jud�os europeos del siglo XX, tal vez la parte m�s importante del drama de la Segunda Guerra Mundial, el que ha empujado a los padres fundadores de Europa por la v�a de la unificaci�n. Una referencia a esta tragedia habr�a sido importante. Hubiera representado una referencia decisiva tambi�n para los nuevos pa�ses miembros, que no han participado en la dolorosa reflexi�n realizada en Occidente durante medio siglo pero que tambi�n han estado involucrados en la destrucci�n de los jud�os. Habr�a dicho tambi�n que la Uni�n Europea es la conquista definitiva de la paz entre los pa�ses europeos. Es evidente que Uni�n significa paz en este continente donde por siglos se han librado guerras de forma sistem�tica. Una alusi�n m�s clara al pasado belicoso de nuestro continente habr�a eliminado su opci�n de futuro y su funci�n en el mundo contempor�neo. Y ello, no obstante resulte claro el empe�o pol�tico de la Uni�n a favor de la paz como se ve en el art�culo 1 de los objetivos: �La Uni�n se propone promover la paz...�. Igualmente se lee en el pre�mbulo que Europa se compromete a trabajar �a favor de la paz, de la justicia y de la solidaridad en el mundo�. Una alusi�n a la historia dolorosa sobre la que se ha forjado esta voluntad de paz habr�a tenido un gran �appeal� sobre las conciencias europeas. Pero, al final, lo mejor es enemigo de lo bueno: tal vez deberemos contentarnos con este texto, marcado por los olvidos y los compromisos

Andrea Riccardi