Comunità di S.Egidio


 

17/10/2003


Un aut�ntico l�der europeo

 

Juan Pablo II est� siendo festejado estos d�as de una manera nunca vista para un l�der occidental en el siglo XX en una Europa que en buena parte est� secularizada. El anticlericalismo parece realmente bastante adormecido mientras que �con motivo de los veinticinco a�os de pontificado- se discuten y se exaltan los diversos aspectos de la personalidad de este Papa. �Es que Occidente se ha hecho todo �l cat�lico? No me parece que sea as�; pero parece fuera de dudas que existe una nueva atenci�n hacia este Papa. Ante todo porque es un personaje hist�rico que se ha impuesto en la escena del mundo. Es uno de los grandes. Ha hecho una aportaci�n determinante a la reunificaci�n de Europa despu�s de la ca�da del comunismo. Es un s�mbolo de la paz. Y despu�s, y sobre todo, Wojtyla se ha impuesto poniendo en discusi�n el esquema politol�gico centrado en la dualidad conservadores-progresistas, derecha-izquierda, con la que se sol�a leer la vida de la Iglesia.

El Papa se ha presentado como �l es: un cristiano, un cat�lico, un hombre del Vaticano II. No ha escondido la identidad cat�lica, e incluso ha luchado en favor de una revitalizaci�n de esta identidad en Occidente. No se puede olvidar que, al comienzo de su pontificado, el Papa eslavo encontr� resistencias y antipat�as porque se le calificaba como un hombre �demasiado convencido�. Pero la identidad y el di�logo (con los cristianos no cat�licos, con los no cristianos, con los exponentes de la cultura llamada laica) no est�n en contraste entre s� en la visi�n de este Papa. Wojtyla se ha presentado como �l era: ha aparecido como un hombre de fuertes convicciones en un mundo en el que las convicciones son fluidas, en el que todos nos acomodamos a lo que toca... Los creyentes se han sentido reforzados. Los que no compart�an su fe han admirado un hombre claro. Juan Pablo II se ha convertido en una referencia espiritual en el horizonte de nuestro tiempo, bastante gris en exceso.

Con el paso de los a�os, bastante gente ha comenzado a mirarlo con m�s simpat�a, despu�s con inter�s y tal vez con una identificaci�n con �l. En su debilidad f�sica ha mostrado que est� habitado por una fuerza moral. En una sociedad en la que a los ancianos se les echa de todas partes, anciano y enfermo, se ha mantenido en el centro de la escena p�blica. Y despu�s para muchos, para los j�venes, pero tambi�n por los que andan entre los treinta y los cuarenta a�os, Juan Pablo II es la imagen del Papa: no han visto ning�n otro y quiz� no piensan que sea posible hacer el oficio de Papa de otra manera. Existe tambi�n, en el �nimo de muchos, una necesidad de puntos de referencia. En este mundo nuestro globalizado, todos somos ap�tridas. Y el Papa, incluso ante coyunturas dif�ciles, como el �choque de civilizaciones� ha expresado una posici�n moral que merece consensos incluso m�s all� de las fronteras del catolicismo. Ha manifestado una posici�n que, de una forma un tanto aproximativa, definir�a como �europea�, m�s all� de las opciones de los dirigentes del continente. Este es un elemento del redescubrimiento de un hecho que, en las batallas laicas o anticlericales, se hab�a olvidado un poco: el v�nculo profundo entre el cristianismo y nuestra cultura. Y como consecuencia de esto los europeos, sean de cultura laica o sean de cultura inspirada en su fe, han descubierto que eran considerados en conjunto como cristianos por los musulmanes. Me ha venido a la memoria aquella sentencia de un fil�sofo de la cultura laica y liberal italiana, Benedetto Croce, el cual escrib�a: �Por qu� no podemos no llamarnos cristianos�. Esto se ha comprendido mejor despu�s del 11-S. En aquella situaci�n dif�cil, el mundo pudo ver que en Roma hab�a un l�der (de origen polaco, cualificado por su fe), capaz de permanecer en pie en la dif�cil situaci�n del mundo y de indicar un camino de largo trayecto.

Estos son algunos de los motivos que explican el deseo de estos d�as de �hacer fiesta� en torno al Papa. Pero hay otros motivos. Esta fiesta se desenvuelve en torno a un hombre enfermo y fr�gil, que ha ocupado el primer plano durante veinticinco a�os de nuestra historia. Y se trata de una fiesta reveladora del hecho que, en Occidente, algo est� cambiando en profundidad. No todos se han hecho cat�licos, como he dicho m�s arriba; pero se constata una actitud nueva hacia la vida religiosa y hacia los creyentes. No se ha verificado la profec�a cient�fica de que la modernidad iba inexorablemente a expulsar las religiones. Las religiones son una realidad importante de nuestra sociedad. Pero han comprendido que su futuro esta asegurado a trav�s de una �lucha� constante en la sociedad (y entre los primeros que lo ha entendido est� el Wojtyla evangelizador). Por lo dem�s, tambi�n se observa un inter�s profundo hacia el lenguaje de la fe, del coraz�n y de la sabidur�a de la vida. Ha sido el lenguaje cristiano de Juan Pablo II. De hecho, creer y dialogar se han convertido actualmente en unos valores muy apreciados...

Andrea Riccardi