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El Puerto |
03/01/2004 |
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Queridos lectores, el pasado 25 de diciembre pude vivir en La Habana Vieja una de las m�s intensas y hermosas emociones del a�o 2003, debido a la invitaci�n que me hicieron mis muy queridos amigos de la Comunidad de Sant'Egidio para que participara con ellos en la fiesta navide�a que prepararon al objeto de homenajear y llevar un mensaje de felicidad y amor a m�s de medio centenar de personas muy pobres y pordioseras que en algunas calles c�ntricas de nuestra querida Habana nos las podemos encontrar en condici�n de abandono y miseria total, principalmente ancianos desvalidos sin amparo filial y a los que no les ha llegado el auxilio que la sociedad les debe ofrecer conforme a las ideas y conceptos tantas veces repetidos. Cuando llegu� a la Casa de Laicos, primer punto del encuentro, comenzaron mis emociones, all� hab�a un grupo de personas en pobreza extrema que se encontraban sentados en la recepci�n esperando su turno, otros eran atendidos en el ropero donde se les probaban las nuevas ropas entregadas por la solidaridad que los de Sant'Egidio saben promover con ese encanto de amor que tiene su Comunidad, otros se ba�aban y acicalaban para asistir con toda dignidad a la invitaci�n en la Iglesia de San Francisco adonde eran guiados por los j�venes de Sant'Egidio que se me asemejaron en esos momentos criaturas resplandecientes de luz y de amor situadas por encima de los odios y los rencores que hoy nos corroen. Estuve un rato presente, porque quise llenarme de tanto amor y de algo que pude comprobar que fue el gran respeto por la dignidad humana de las personas en desgracia que mis amigos hab�an invitado, y pens� que recib�an el trato de damas y caballeros llegados de un largo viaje con el polvo del camino encima, los que eran servidos por sus escuderos con vistas a ponerse listos para un banquete. Despu�s fui hacia el hermoso templo del siglo XVII que lleva el nombre de San Francisco de As�s y que mantiene la impronta franciscana en todo su ambiente. Aquella iglesia, similar a como lo hacen en Roma los de Sant'Egidio, aparec�a transformada en una gran sala de fiestas con muchas mesas muy bien dispuestas y montadas con todos los requisitos de un gran banquete, con globos, guirnaldas y adornos navide�os entre los que se destacaban el nacimiento y un hermoso �rbol de navidad tal y como lo ponemos en familia. Los ni�os de las escuelas de la paz creadas en varias parroquias por los de Sant'Egidio, eran los m�s entusiastas animadores, cantando, bailando y representando obras de teatro junto con los miembros de la Comunidad de Sant'Egidio que los ense�an y atienden, ahora todos erigidos en servidores de sus invitados. Otro aspecto muy grato fue mi encuentro con amigos protestantes e incluso musulmanes trabajando junto con los cat�licos de Sant'Egidio y pens� para mis adentros que as� es como Jes�s lo hubiera concebido todo en su conjunto y que los de Sant'Egidio hab�an sido sus int�rpretes genuinos en este prop�sito. Las se�oras y los se�ores invitados fueron servidos simult�neamente por un ecum�nico enjambre de amorosos sirvientes. El colof�n, adem�s de la comida tradicional cubana para estas fiestas, de los dulces, los caramelos y los regalos fue la presencia del Obispo Auxiliar de La Habana Monse�or Salvador River�n quien salud� uno a uno a cada invitado, les regal� un crucifijo y convers� brevemente con ellos tal y como se hace con los amigos de siempre. Bien por los de Sant'Egidio siempre por el Sendero de Jes�s de Nazaret. Albricias.
F�lix Sauti� Mederos
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