Comunità di S.Egidio


 

19/02/2004


La cola de los pobres

 

�Los pobres no est�n de moda... Quiz� no lo han estado nunca, pero ahora, todav�a menos. Su presencia en la ciudad crea problemas.� Con estas palabras abr�a Andrea Riccardi el IV Encuentro de obispos y sacerdotes amigos de la Comunidad de San Egidio, en Roma. Y comentaba que en Praga, por ejemplo, la administraci�n municipal ha establecido que pedir limosna es un acto que puede alterar el orden p�blico. Los mendigos deben situarse fuera del centro hist�rico de la ciudad, con tal de que se salve el prestigio del pa�s ante los turistas. De este modo, dec�a, se empieza impidiendo su visibilidad, separ�ndolos. Y, poco a poco, se va creando un mundo dividido en dos: a escala urbana, centro y periferia; a escala mundial, norte y sur.

Confieso que esta denuncia me indujo a pensar, de entrada, que iba a escuchar, como tantas veces, un an�lisis de los mecanismos sociopol�ticos que determinan la configuraci�n injusta de nuestra sociedad. Pero muy pronto me di cuenta de que Riccardi iba por otro camino. Sin negar el componente pol�tico del problema, se situaba m�s all�. Buscaba, sobre todo, �lo profundo, real y misterioso al mismo tiempo, que une a Jes�s con la realidad de los pobres�. �Se trata�, hac�a notar, �de algo m�s hondo que un pensamiento social o sociol�gico. Es algo m�s permanente que una pol�tica. El pensamiento social y la pol�tica pasan. Pero el lazo entre Jes�s y los pobres no pasa.� Nos introduc�a, pues, en la b�squeda de una respuesta personalmente comprometida, en clave de conversi�n. Personal y eclesialmente: �En la larga historia de la Iglesia, Evangelio y amor a los pobres han ido juntos, a pesar de las tentaciones de divorcio.� Los proyectos de cambio social apuntan al futuro. La conversi�n al Evangelio �el Evangelio del amor- es un tema de ahora mismo.

Un factor que hac�a particularmente emotivo este encuentro de Roma, centrado en los pobres, era la presencia de una buena proporci�n de participantes de �frica: quiz� pasaban de la mitad. Escuch�ndolos, se evaporaba inmediatamente cualquier posible veleidad teorizante. A los viejos problemas de la desnutrici�n y de las guerras se a�ade ahora la angustia del sida, que mata sin freno, y de las mafias que capturan y asesinan a ni�os a fin de extraerles los �rganos vitales y venderlos a Europa. La reflexi�n, en este contexto, nos llevaba a pensar no s�lo en lo que necesitamos dar a los pobres, sino tambi�n en lo que los pobres pueden aportar al futuro del cristianismo. �ste es un reto pastoral en el que pensamos menos � observaba Riccardi- que en el reto de la juventud. Despu�s, Juan Pablo II nos recordar�a, en su mensaje, que �los pobres son nuestros maestros: nos ayudan a comprender que, ante Dios, todos somos mendigos de amor y de salvaci�n�.

Una muestra de este magisterio nos la daba el obispo Pascal N�Koue, de Ben�n, cuando dec�a con crudeza: ��frica es como una prostituta: est� mal vista y todos el mundo la cr�tica, pero muchos, al mismo tiempo, se aprovechan de ella.� Tambi�n un armenio nos recordaba este adagio de su pa�s: �El sacerdote que tiene el est�mago lleno habla muy bien del ayuno.� Vincenzo Paglia, obispo italiano de Terni-Narni, nos recordaba finalmente, una historieta medieval que bien nos puede servir de par�bola. Cuentan que un viajante, al traspasar las murallas de la ciudad, pregunt� d�nde viv�a el obispo. �Siga la cola de los pobres�, le dijeron, �y llegar� a �l�. Que as� sea, tambi�n hoy.

Joan Carrera Planas