Comunità di S.Egidio


 

02/04/2004


Convivencia, di�logo y rechazo de toda violencia

 

El di�logo en el mundo y entre las religiones, �no es quiz�s una �ingenuidad pol�ticamente correcta�? Esta es una pregunta recurrente en el contexto internacional actual que se basa, sobre todo, en el impresionante desarrollo del terrorismo isl�mico a partir de los sucesos del 11-S. Sin embargo, tras el 2001, se han sucedido e incrementado tambi�n numerosas iniciativas conducentes al di�logo y al encuentro entre mundos y religiones diferentes. Parece como si el peligro que proviene de la ignorancia rec�proca encontrar� una v�a de neutralizaci�n a trav�s del mutuo conocimiento. Y es verdad: el di�logo representa una manera de aprender a vivir juntos, a respetarse y conocerse. Los encuentros entre l�deres religiosos y culturales deber�an hacerse contagiosos e impulsar el di�logo en la calle, es decir, entre los creyentes de diversas religiones en la vida cotidiana.

Es un hecho contrastado que las identidades -nacionales, religiosas, culturales y locales- resurgen en un mundo que se desarrolla bajo el estandarte de la globalizaci�n y, por otra parte, a la sombra de la incertidumbre sobre su futuro. Quedan, por tanto, en este mundo globalizado, muchas identidades nacionales, culturales y religiosas; no s�lo en Occidente y en Asia, sino tambi�n en el denominado mundo no desarrollado, en �frica. Todas estas identidades, a lo largo de los a�os noventa, han tenido que repensarse y relacionarse con una globalizaci�n que se presenta como un fen�meno nuevo, apabullante y dominante. Por otra parte, constituyen con frecuencia la base sobre la que se fundan numerosos Estados en el mundo contempor�neo, debiendo soportar fuertes presiones internas por parte de grupos �tnicos y con la ca�da de las pasiones nacionalistas. Algunos de estos Estados, que ayer se legitimaban incluso con alg�n tipo de ideolog�a, hoy se las tienen que ver casi exclusivamente con la identidad �tnica, nacional o religiosa.

La globalizaci�n no es tan nueva

Hoy se habla y se escribe mucho de globalizaci�n. Pero todo esto no es tan nuevo, o, por lo menos, esta globalizaci�n no es tan nueva como decimos, o, dicho de otro modo, es nueva solamente en la forma en que debatimos sobre ella. Los procesos de globalizaci�n han configurado la historia desde hace siglos, poniendo en discusi�n las diferentes identidades de grupo, superando fronteras y abriendo horizontes. Serge Gruzinski, en su original estudio sobre la cultura y el arte en la �poca de la conquista, de t�tulo tan significativo: La pens�e m�tisse, pone a la luz c�mo el M�xico y la Europa del siglo XVI representan una primera gran fase de globalizaci�n a trav�s del mestizaje cultural1. Para �l, la conquista de Am�rica es la primera gran globalizaci�n. Jean-Loup Amselle, en su libro Connessioni, observa c�mo �frica ha experimentado diferentes procesos de globalizaci�n a partir de la del Cor�n, de las misiones cristianas y de la colonizaci�n2. �l apunta un fen�meno que acompa�a constantemente a los diferentes procesos de globalizaci�n: que las identidades �tnicas, religiosas y culturales se reestructuran para sobrevivir en relaci�n a tales procesos, asumiendo algunos aspectos, adapt�ndose y replante�ndose su presencia en un horizonte renovado. Esta observaci�n es de importancia para comprender qu� ha sucedido en los a�os noventa, cuando las diferentes identidades se la han vuelto a jugar en medio de los profundos cambios del mundo contempor�neo.

Durante el siglo XX hemos asistido a la crisis de cohabitaci�n en muchos lugares de Europa y del mundo. Durante muchos siglos, y no sin dificultad, el mundo otomano (desde los Balcanes hasta Egipto, pasando por Medio Oriente) fue una tierra en la que los cristianos y los jud�os viv�an con los musulmanes en el cuadro de un Estado Isl�mico. Hab�a problemas pero se manifestaba una tolerancia mayor, por ejemplo, que la que hubo en Europa entre los siglos XVI y XIX. A partir del XIX, el despertar de las naciones puso en crisis la cohabitaci�n y lleg� la era de las epopeyas nacionales, pero tambi�n de las masacres y las limpiezas �tnicas, que siguieron su curso hasta las guerras de la ex-Yugoslavia en los noventa.

Musulmanes: �Una comunidad aparte?

Sin embargo, y precisamente en el siglo XX, todos aquellos pa�ses que hab�an defendido durante a�os la homogeneidad religiosa acogieron, a su vez, la emigraci�n del Sur del Mediterr�neo y del resto del mundo. Hasta entonces, la �nica excepci�n a la homogeneidad cristiana hab�an sido las comunidades jud�as, que hab�an sufrido una dolorosa historia -incluyendo el Holocausto- hasta el nacimiento del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial. Con esta emigraci�n llegaron los musulmanes a Europa Occidental. Hoy, especialmente despu�s del renacer del orgullo musulm�n en los a�os setenta, no siempre el Islam se adapta al clima laico occidental, aunque s�lo sea desde el punto de vista de las costumbres cotidianas. En Francia hemos asistido a la �guerra del velo� con la prohibici�n del uso del velo en las escuelas p�blicas; existen tambi�n divergencias respecto al c�digo familiar isl�mico en relaci�n con la legislaci�n familiar existente en muchos pa�ses europeos� En definitiva, surge la tendencia musulmana de crear una comunidad aparte dentro de los Estados.

El gran islam�logo Bernard Lewis comenta, a prop�sito de este tema, que la convivencia de un islam minoritario en el contexto de una libertad religiosa europea es una experiencia in�dita en la historia. Esta circunstancia -en su opini�n- puede conducir a cambios profundos en la umma (la comunidad musulmana en el mundo). Este hecho puede llevar a crisis profundas y a episodios de inadaptaci�n generadores de conflictos. La convivencia entre culturas y religiones diferentes en nuestra sociedad no debe llevarnos a un optimismo f�cil, pero tampoco a un pesimismo preconcebido. Ante este desaf�o debemos enfatizar el cuadro de libertad y laicidad de nuestras sociedades, pero tambi�n debemos dar un signo de calidad: el de la voluntad del di�logo y de la voluntad de querer vivir juntos.

Tiempo de prueba para el di�logo

Este es un tiempo de prueba para el di�logo. El di�logo no es un ejercicio acad�mico, sino que empuja a la convivencia en la comprensi�n y la paz. La convivencia en Medio Oriente parece imposible o muy dif�cil, y a la vez se vuelve menos f�cil en otras regiones. El despertar del antisemitismo en Europa es una expresi�n del cansancio preocupante ante la convivencia. Ante esta situaci�n, no debemos archivar el di�logo en el caj�n de los sue�os ingenuos del pasado, sino que hemos de multiplicar los esfuerzos para que los creyentes hablen entre s�. Cuanto m�s tensas sean las relaciones, mayor ha de ser el impulso del di�logo.

El di�logo conlleva una actitud amigable entre los creyentes, conf�a en la posibilidad de vivir juntos y, sobre todo, est� convencido de la necesidad de repudiar todo signo de violencia. Adem�s, la historia y la geograf�a obligan a las comunidades de religi�n y culturas diferentes a vivir juntas. �C�mo podr�n convivir sin conocerse y respetarse? Estoy convencido de que en el contexto actual el di�logo ha de practicarse con inteligencia y decisi�n. El di�logo, per se, est� fundado en el rechazo a toda violencia. A comienzos de este siglo XXI, la aventura europea que se abre es la de la paz entre las naciones europeas que se han combatido durante siglos, pero tambi�n la de la �paz religiosa� en nuestras sociedades

Andrea Riccardi

Historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio.

Profesor de Historia del Cristianismo y de Historia Contempor�nea en la Universidad Roma III.

Doctor Honoris Causa por la Universidad Cat�lica de Lovaina (B�lgica).

Andrea Riccardi