Comunità di S.Egidio


 

12/04/2004


Tres religiones se unen para rendir homenaje a las v�ctimas del 11-M
Musulmanes, cat�licos y ortodoxos piden tolerancia y uni�n para vencer al terrorismo

 

Musulmanes, cat�licos y ortodoxos se dieron cita ayer en los alrededores de la estaci�n de Atocha de Madrid para recordar a las v�ctimas de los atentados del 11-M y unir sus voces contra el terror. A 300 metros del vest�bulo de la estaci�n, el punto m�s simb�lico de la masacre, donde se siguen acumulando flores, velas y mensajes, cerca de 2.000 personas quisieron manifestar su esperanza de que la religi�n se convierta en elemento de concordia entre los pueblos.

Justo un mes despu�s del 11-M, que seg� la vida de 190 personas e hiri� a casi 1.500, la zona cero de Madrid acogi� un acto organizado por la Comunidad de San Egidio, una asociaci�n candidata al premio Nobel por su labor de mediaci�n en conflictos internacionales. Bajo un cielo encapotado y con el lema La paz es el nombre de Dios: las religiones recuerdan a las v�ctimas e invocan la paz, los 2.000 asistentes constitu�an un mosaico de culturas y religiones; �un reflejo de lo que es nuestro pa�s�, en palabras de una mujer.

Se encendieron velas, se guard� un minuto de silencio, se record� uno por uno los nombres de los fallecidos �con el Adagio, de Albinoni y el traqueteo de los trenes de fondo� - y se ley� un manifiesto contra el terror �porque el fundamentalismo es la enfermedad infantil de las religiones y las culturas y ninguna creencia debe justificar nunca la violencia�.

Los padres de Juan Pablo Moris, una de las v�ctimas, sacaron fuerzas de su dolor para estar en el improvisado escenario. �Rechazamos el odio, que no ha tenido cabida en nuestros corazones desde que muri� nuestro hijo. Si antes no �ramos racistas, ahora mucho menos. Todos somos iguales y el dolor refuerza nuestra esperanza�.

El imam del Centro Isl�mico de Madrid, Moneir Mahmoud Aly El Messery, achac� la matanza a los aliados del diablo: �Pero han de saber que estamos fuertes y unidos contra ellos. Todas las religiones estamos en el mismo. El islam no es aniquilaci�n, ni destrucci�n, es misericordia�.

Las l�grimas no hicieron distinci�n entre las distintas religiones y nacionalidades. Algunos, familiares y conocidos; otros, simplemente, solidarios. Jes�s y Purificaci�n, vecinos de Getafe, han asistido a todas las concentraciones desde los atentados. �A nosotros no nos ha pasado nada. Tuvimos suerte porque nuestro hijo cog�a ese tren, pero a �l no le pill�. Ahora estamos muy sensibilizados�.

El reflejo de la incomprensi�n a la que se enfrentan los inmigrantes de origen �rabe lo represent� una de las im�genes m�s emotivas del acto: un numeroso grupo de mujeres marroqu�es tocadas con el hiyab se deshace en l�grimas. Entre ellas est� la madre de Sanaa, una joven de 13 a�os que muri� por las bombas del 11-M.

Khadja Radi, una compatriota, explicaba el tormento de miles de musulmanes que viven en Espa�a: �Vengo a Atocha y lloro, y siento el dolor por los que murieron como cualquier espa�ol, pero cuando voy por la calle tengo que bajar la cabeza, y tengo que aguantar que me llamen mora terrorista�. Concluye con un ruego: �Por favor, que no mezclen el islam con el terror y la muerte, porque el islam rechaza el terrorismo y llama a la paz�.

Momentos antes, ajenos a todo homenaje, los padres de Juan Antonio S�nchez, una de las v�ctimas del tren que revent� antes de llegar a Atocha, lloraban y entonaban una plegaria junto a la fotograf�a de su hijo, pegada en una de las paredes exteriores de la estaci�n. Emocionados, rodeados de familiares y curiosos, intentan rehacerse. Cada semana esta pareja peruana, que roza ya los 80 a�os, se acerca a este lugar.

Juan Francisco, el padre, que viv�a en casa de su hijo fallecido (��l ten�a muy buen coraz�n y me socorr�a porque yo no tengo recursos�) est� ahora con otro de sus nueve hijos, �pero ellos tienen otras cargas y tambi�n tienen que cuidar de su madre�. Cuando las l�grimas asoman, agrega: �No s� qu� voy a hacer ahora�. Para la madre, venir a la estaci�n es una forma de decir a su hijo que �f�sicamente le hemos perdido, pero espiritualmente est� con nosotros�.

Elsa Granda