Comunità di S.Egidio


 

09/05/2004


Mensaje de Juan Pablo II al primer encuentro de movimientos cristianos

 

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 9 mayo 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que dirigi� Juan Pablo II a los participantes en el primer encuentro de movimientos cristianos, celebrado el 8 de mayo en la ciudad alemana de Stuttgart con el lema �Juntos por Europa� (www.europ2004.org).

El encuentro reuni� a representantes de 175 movimientos y comunidades cat�licos, evang�licos, ortodoxos y anglicanos. Por otra parte, 158 ciudades europeas se unieron a las celebraciones centrales gracias a conexiones por sat�lite.

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A los participantes en el encuentro ecum�nico �Juntos por Europa�

El 8 de mayo en Stuttgart tendr� lugar el encuentro �Juntos por Europa� con movimientos cat�licos, evang�licos y ortodoxos para celebrar una jornada europea de encuentro y de di�logo. Recibo con gran alegr�a la noticia de que se re�nen cristianos de Europa, precisamente en el momento de la ampliaci�n de la Uni�n Europea a nuevos Estados para reflexionar sobre las ra�ces cristianas y sobre el futuro del continente a la luz del Evangelio. La luz del Evangelio, de hecho, ha iluminado la historia de nuestra Europa, engendrando un comuni�n entre los diferentes pueblos unidos por el mismo destino. El acercamiento a la Palabra viva del Evangelio ha supuesto con frecuencia para pueblos enteros la formaci�n de una sola �rea cultural ligada a los mismos avatares hist�ricos, como la que tom� despu�s el nombre de Europa.

No se trata s�lo de una historia ya pasada. Al hablar de cristianismo en Europa, se hace referencia tambi�n a su pasado m�s reciente, al presente y a su futuro. El proceso de unificaci�n europea surgi� del amargo fracaso humano causado por la segunda guerra mundial. A continuaci�n, los �padres� de la unidad europea, orientados en su mayor parte por la fe cristiana, emprendieron un proceso de unificaci�n del continente, cuyos frutos estamos recogiendo hoy. Europa comenz� a promover la reconciliaci�n y la paz entre naciones que por desgracia luchaban desde hace siglos entre s�. Desde el inicio, la Santa Sede apoy� la integraci�n europea, subrayando --como he recordado recientemente--, �que el �xito duradero de esta uni�n deber�a estar ligado al cristianismo como su factor de identidad y unidad� (Juan Pablo II, discurso al recibir el �Premio Internacional Carlomagno� de la ciudad de Aquisgr�n, 24 de marzo de 2004).

La fe cristiana representa tambi�n el presente y el futuro de Europa. Con el entusiasmo de su fe cristiana y con su conciencia de ser europeos, muchos miembros de movimientos espirituales demuestran en Stuttgart su confianza en el futuro de una Europa iluminada por el Evangelio. Numerosos testigos de fe, v�ctimas de persecuciones crueles y dolorosas de la historia europea del siglo XX, representan para las confesiones cristianas un tesoro com�n. �Que esta herencia refuerce en los cristianos el anhelo de unidad y compromiso com�n a favor de la obra de evangelizaci�n!

En el compromiso de realizar una sociedad m�s humana, abierta a los dem�s y solidaria en el amor, no tenemos que cansarnos de abrir nuestro coraz�n al Evangelio. Los cristianos de todos estos movimientos espirituales reunidos en Stuttgart confirman que el Evangelio les ha llevado a superar el nacionalismo ego�sta y a ver en Europa una familia de pueblos, con una riqueza de variedades culturales y de experiencias hist�ricas que, al mismo tiempo, est� unida en una especie de comunidad vinculada por los mismos destinos hist�ricos. La Europa de ma�ana tiene necesidad de esta conciencia para participar en los grandes acontecimientos a los que le llama la historia.

El di�logo ecum�nico contribuye decisivamente a desarrollar una identidad europea fundada sobre la fe cristiana. Este di�logo constituye tambi�n el centro del encuentro de Stuttgart, en el que cristianos cat�licos, junto a evang�licos y ortodoxos, discuten sobre cuestiones comunes relativas a la vida del continente europeo. Gracias a un atento y respetuoso di�logo, los movimientos ofrecen una contribuci�n importante para consolidar entre los cristianos el mandamiento del amor del Se�or.

La Europa unida, sin embargo, no puede pensar s�lo en s� misma, limit�ndose a su bien dentro de sus fronteras. Europa est� llamada a servir al mundo, en particular a las regiones m�s pobres y olvidadas, y sobre todo a �frica, marcada por tantos y tan graves problemas. No se puede construir una casa com�n en Europa sin ocuparse del bien de toda la humanidad.

�Podemos decir que el presupuesto para la Europa del futuro depender� de la capacidad para mirar m�s all� de las propias fronteras, en especial al hemisferio sur, donde desde hace d�cadas surge el mayor n�mero de conflictos y reina la injusticia, que se ha hecho insoportable� (Carta de Juan Pablo II al cardenal Edward Cassidy con motivo del VI Encuentro de oraci�n por la paz mundial en Bruselas, 10 de septiembre de 1992).

Europa tiene necesidad del compromiso y del entusiasmo de los cristianos, sobre todo de los j�venes, para acoger la buena noticia del Evangelio de Cristo. �Al inicio de un nuevo milenio se impone con urgencia el deber de un renovado compromiso por parte de los creyentes para responder a los desaf�os de la nueva evangelizaci�n. Desde esta perspectiva, un papel importante es confiado a los movimientos eclesiales� (Carta de Juan Pablo II a Chiara Lubich con motivo del sexag�simo aniversario de la fundaci�n de la Obra de Mar�a, Movimiento de los Focolares, 4 de diciembre de 2003)

La nueva evangelizaci�n da un alma a Europa y ayuda al continente a no seguir viviendo para s� mismo, encerrado en sus fronteras, sino a construir una sociedad m�s humana que respete la vida, y a tener una presencia generosa en el escenario mundial.

Con gusto env�o mi bendici�n al obispo de Rottenburg-Stuttgart y a sus obispos y sacerdotes presentes en el encuentro de Stuttgart, �Juntos por Europa�. Al mismo tiempo, saludo cordialmente a todos los participantes en este gran encuentro, a los movimientos que lo han organizado, y a todos los que se han unido a trav�s del di�logo y la oraci�n.

Me dirijo en la oraci�n a Dios omnipotente y misericordioso, para que bendiga la obra de todos los que difunden el Evangelio en Europa: que nos d� a todos una era de paz y solidaridad.

Vaticano, 6 de mayo de 2004

[Traducci�n del original alem�n realizada por Zenit]