Comunità di S.Egidio


 

12/01/2005


Contra la guerra; el di�logo

 

La guerra nos ata�e a todos; es insensato pensar lo contrario. Y existe s�lo un camino para salir de la l�gica del choque entre civilizaciones: buscar a toda costa el encuentro con el otro. El 18 de noviembre pasado el presidente Ciampi ha entregado a la Comunidad de Sant�Egidio el prestigioso premio Balzan 2004 por la humanidad, la paz y la hermandad entre los pueblos, "por el compromiso en impulsar en el mundo la convivencia pac�fica... y en el promover acciones humanitarias de paz...". El premio ha sido otorgado con una menci�n particular al trabajo de la Comunidad en Africa, especialmente por la lucha contra el sida.

El a�o 2004 ha sido una etapa de continuas e irresueltas crisis, basta pensar en Irak, Medio Oriente en general o en las numerosas guerras africanas, como la que divide Costa de Marfil, la guerrilla que ba�a de sangre a Uganda o el caso de Darfur. A estas crisis se suman las terribles consecuencias de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la destrucci�n de antiguos tejidos de cohabitaci�n. El terrorismo y las nuevas formas de violencia hacen de la crisis una realidad com�n, que deja un sentimiento de impotencia.

Frente a esta compleja situaci�n se encuentra la tentaci�n de buscar soluciones "fuertes", de poner orden con interpretaciones omnicomprensivas, como la del inevitable conflicto entre las civilizaciones y las religiones, o refugiarse detr�s del propio limes, diciendo que todo aquello que sucede m�s all� de nosotros no nos incumbe.

Sin embargo, la guerra nos incumbe: existe una responsabilidad de conjunto, es descabellado pensar que uno puede quedar inmune a las consecuencias de los conflictos que desestabilizan pa�ses enteros. Hay que tener el coraje de ver las situaciones de conflicto con la mirada particular de sus actores, buscando en ello la v�a de escape que lleva a la paz.

La construcci�n de un proceso de paz necesita de un compromiso a distintos niveles. Es necesaria una fuerte adhesi�n al terreno concreto de las crisis y a quien est� implicado en ellas. Una de las riquezas del trabajo de Sant�Egidio es que conoce a la gente que sufre, pero tambi�n a quien combate. En tantas experiencias uno se da cuenta de c�mo la gente desea profundamente la paz, sobre todo la gente pobre. M�s all� de los conflictos ideol�gicos, pol�ticos, �tnicos o de parte, se puede descubrir el valor de la paz en las palabras de los pobres y en sus sufrimientos.

En Costa de Marfil y en Darfur, 2004 ha sido un a�o dif�cil, con m�ltiples encuentros para intentar impulsar un di�logo interrumpido. En ambas situaciones, Sant�Egidio junto a otros se esforz� en enlazar los cables del di�logo, as� como lo hizo en escenarios casi olvidados por los grandes medios de comunicaci�n, como el norte de Uganda, Rep�blica Centroafricana o Burundi. Incluso cuando la crisis es fuerte es necesario intentar crear las condiciones para el encuentro.

Sin embargo, en Africa tambi�n aparecieron se�ales positivas, como el casi logrado acuerdo en la antigua guerra del sur de Sud�n con la mediaci�n estadounidense, o el final de los combates en la Rep�blica Democr�tica del Congo, a pesar de las persistentes tensiones en el Este. Hay progresos positivos en Togo donde, por mediaci�n de la Comunidad, el gobierno y la oposici�n tuvieron un acercamiento, y el l�der en el exilio obtuvo los documentos para ingresar nuevamente, o el acuerdo de garant�a firmado por las partes liberianas en Roma, para reafirmar el compromiso por la paz.

El Africa en crisis fue tambi�n la protagonista de la gran manifestaci�n de solidaridad ItaliAfrica 2004, promovida junto con much�simas asociaciones, que cont� con m�s de 150.000 personas desfilando por las calles de la capital. Era la primera vez que una manifestaci�n de este tipo se desarrollaba en Italia. El sue�o de una nueva corriente de solidaridad fue compartido por muchos, tanto que para 2005 se piensa en una manifestaci�n simult�nea en varias ciudades europeas.

Una mayor sensibilidad por los dramas del continente subsahariano se complementa con una visi�n geopol�tica y moral de Eur�frica: un destino com�n entre Europa y Africa ligadas a un mismo espacio hist�rico y geogr�fico.

Sue�o es tambi�n Dream, el programa de tratamiento del sida que Sant�Egidio realiz� para miles de enfermos, desde hace algunos a�os, en Mozambique, y que este a�o se extendi� a otros pa�ses africanos, como Tanzania, Malawi y Guinea Conakry. El sida se ha convertido en una nueva "guerra" que mata m�s que los conflictos armados. El a�o 2004 de paz ata�e a la misma Europa, que busca un alma, con diez nuevos pa�ses agregados al proceso de integraci�n com�n.

No a la resignaci�n

El acontecimiento ha sido festejado con una gran reuni�n de cristianos en Stuttgart, Alemania, promovido por ciento veinte movimientos. En dicha ocasi�n se dijo que los cristianos no est�n condenados a la resignaci�n frente al mal y a la indiferencia hacia quien sufre: hay que construir la paz y trabajar por los dem�s.

La paz que debe ser buscada en la nueva convivencia est� en el centro de muchas iniciativas de di�logo, como el anual Encuentro Internacional e Interreligioso de Sant�Egidio, que en septiembre se llev� a cabo en Mil�n con m�s de quinientos l�deres religiosos y pol�ticos. Es una manifestaci�n del esp�ritu de As�s, deseada por Juan Pablo II, que revela c�mo los cristianos poseen una fuerza de paz, no basada en el poder o en las armas, sino en el ejercicio del di�logo.

No existe un di�logo f�cil, sin identidad, sino que existe un di�logo de la vida, del encuentro, de la realidad humana de la cohabitaci�n, del descubrir el rostro del otro. Para los cristianos, el di�logo es sin�nimo del amor, y el encuentro es un arte.

Frente a la complejidad de la sociedad y delante de las fuerzas del mal no se debe renunciar a la fuerza de la fe, preciosa herencia del siglo XX y de sus m�rtires que no han huido frente al mal. Para los cristianos, la herencia del siglo transcurrido no es una nueva ideolog�a o concepci�n unilateral, triunfante y arrogante, sino aquella de la fe, de la cual brota una fuerza de amor y de paz.

Andrea Riccardi