Comunità di S.Egidio


 

17/01/2006


Un trago dulce para m�s de 50 indigentes

 

Un abrazo le espanta la soledad de su alma. Le hace olvidar por un momento que su vida ha estado a la deriva por mucho tiempo.

El apret�n le brinda ese calor que todas las noches deja de sentir a causa del fr�o de la madrugada.

Con los harapos colgando de su cuerpo enmugrecido por la falta de aseo, James, de 48 a�os, se sienta alrededor de una chocolatada en el Parque Panamericano. La bebida le ablanda el coraz�n curtido por la dureza de la calle. Entonces es cuando recuerda que debe mantener una voluntad f�rrea para no recaer en las drogas.

Ese prop�sito se afianza todos los viernes, a las 8:30 p.m., en la zona verde del emblem�tico parque cuando se reencuentra con los laicos de la Comunidad Sant� Egidio que habita en Cali.

Alrededor de una taza caliente de chocolate, �l y otra docena de hombres y mujeres en su misma condici�n encuentran no s�lo un bocado para calmar el hambre, sino unas manos para entrelazarse.

As� ha sido ininterrumpidamente desde hace cuatro a�os cuando un grupo de profesionales de alma ultra�sta idearon la chocolatada como un camino para ayudar a los m�s pobres.

Despu�s de saltar la barrera de la desconfianza, Gloria Fl�rez, licenciada en ciencias religiosas, y unos voluntarios, siguiendo la filosof�a del movimiento, los acogieron con afecto para hacer m�s llevaderas sus dram�ticas existencias.

Tambi�n para ense�arles que la vida no se resum�a en un trago de alcohol antis�ptico o un frasco de pegante.

Hace cuatro a�os, sobre el c�sped, donde el viernes pasado James estaba sentado, la catequista sac� vasos y unos panes para compartirlos con los m�s hambrientos. Su hija afin� la guitarra y enton� cantos a la vida y odas al Creador.

Poco a poco el peque�o c�rculo se agrand�. Al punto que hoy, cada semana, m�s de 50 indigentes asisten a la c�lida reuni�n al aire libre para compartir un rato agradable con 20 voluntarios, entre administradores de empresas, abogados, artistas, educadores e ingenieros.

Al son de la guitarra, estos despose�dos abrieron sus corazones para recapitular sus vidas. Desde entonces no lo han dejado de hacer.

James, el m�s antiguo de los protegidos, hizo evidente su adicci�n al alcohol y a las drogas, que lo llevaron doce a�os atr�s a perder su uniforme de Polic�a.

A esa situaci�n se le sum� la decepci�n de que su esposa y sus dos hijas lo abandonaran cansadas de su ebriedad. �l, sin embargo, esconde sus penas y asegura que �estoy en la calle por cuestiones de la vida�.

Indiferente al motivo que lo introdujo en ese mundo, James sostiene que hoy su familia es otra. Es la que los viernes halla en el parque, con la que comparte un pan, conversa, rememora instantes, leen el Evangelio y se abraza en son de paz.

Este nuevo clan le dio el impulso para en los �ltimos meses asumir el compromiso de no consumir drogas tras estar internado durante m�s de un a�o en un centro de rehabilitaci�n.

Gloria Fl�rez, su gu�a espiritual, explica que cuando los indigentes expresan su inter�s de alejarse de los alucin�genos, la comunidad los contacta con instituciones especializadas en el tema. �Pero s�lo si tienen la determinaci�n�, agrega.

Otra de las angustias es que sus protegidos tengan acceso a los servicios m�dicos. Rubiela, de 36 a�os, madre de dos hijas, pronto necesitar� con urgencia un hospital d�nde dar a luz a su tercer reto�o.

Esta mujer, que estudi� hasta tercero de primaria, vive de vender trapeadores o cuidar carros y duerme bajo un parasol, qued� a la deriva a los 12 a�os cuando murieron sus padres.

Pese a que no cuenta con seguridad social, la licenciada Fl�rez gestiona un cupo en el Hospital Universitario del Valle para el alumbramiento.

Asimismo, adelanta un convenio para que en el programa Vida del ente hospitalario le atiendan a sus hijos �adoptivos� que padecen sida.

�Nosotros hemos empezado a derrumbar esos muros de indiferencia porque en la calle hay seres relegados a rincones solitarios por el problema de la droga�, asevera Jes�s Humberto Jim�nez, un empleado de una compa��a de seguros que decidi� donar unas horas para servir a los dem�s.

�A ellos hay que acogerlos, sin necesidad de mucho dinero. La pobreza no est� en el hambre, sino en la soledad. Por eso queremos que entiendan que alguien se acuerda de ellos�, agrega.

De hecho, estos voluntarios no est�n adscritos a ninguna fundaci�n. De sus bolsillos sacan los recursos para recaudar los alimentos y las prendas que les llevan a estos hombres que deambulan sin destino.

A trav�s de su labor social, los profesionales comprendieron que as� como los m�s pobres reciben una ayuda, ellos tambi�n obtienen gratificaciones y ense�anzas.

�Estar aqu� me hizo entender que ten�a que cambiar con mi pap� y ser m�s tolerante con �l�, a�ade Jim�nez antes de recitar la oraci�n con la que concluyen la velada. Y de abrazarse los unos a los otros para sembrar semillas de paz y amor en los corazones de los m�s solitarios.

Laicos que sirven

El movimiento fue creado en 1968 por unos j�venes que quedaron impresionados al descubrir la miseria en las afueras de Roma. La oraci�n, el Evangelio, la solidaridad y la paz, sus pilares.

La Comunidad Sant� Egidio naci� en Roma, Italia, en 1968, a la luz del Concilio Vaticano II. Se trata de un movimiento de laicos al que pertenecen m�s de 50.000 personas, comprometido con la evangelizaci�n y la caridad en m�s de 70 pa�ses.

Esta fue una iniciativa del abogado Andrea Riccardo, quien en ese entonces ten�a 20 a�os. A �l y a otros j�venes les impact� descubrir la miseria humana en la periferia de la capital italiana.

A esa edad, ellos descubrieron que hab�a ni�os que aguantaban hambre y no ten�an posibilidades de estudiar. Por eso, todas las tardes los j�venes iban hasta las chabolas para ense�arles a escribir y leer.

Otro hecho que los impresion� fue como una limosnera muri� en el metro a ra�z de que ninguna ambulancia la quiso llevar hasta un hospital porque estaba sucia. Eso los hizo volver sus ojos a los m�s necesitados.

Adem�s, sintieron que el Evangelio de Cristo no lo pod�an experimentar lejos de los pobres, los minusv�lidos f�sicos y ps�quicos, inmigrantes, enfermos terminales, presos, ancianos, gitanos y refugiados.

Fue as� como la comunidad estableci� que sus pilares son la oraci�n, la predicaci�n del Evangelio y la amistad.

Incluso, algunos miembros han sido facilitadores o mediadores en conflictos fratricidas en pa�ses como Mozambique o Guatemala.

Perla Escand�n Tovar