Comunità di S.Egidio


 

03/04/2006


El nuevo humanismo de Benedicto

 

Entre las numerosas p�ginas importantes de la Deus est Caritas hay una de consistencia teol�gica menor, pero en la cual quisiera detenerme. Benedicto XVI, hacia el final de la enc�clica, habla de los responsables de la acci�n caritativa. Parece un discurso interno de la Iglesia, casi organizativo. Trata de los desaf�os del mundo: "El exceso de necesidades y lo limitado de nuestras propias acciones".

Escribe: "El hombre har� con humildad lo que le es posible, y con humildad confiar� el resto al Se�or. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio s�lo en lo que podemos y hasta que El nos d� fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que est� en nuestras manos con las capacidades que tenemos es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: �Nos apremia el amor de Cristo� (2 Corintios 5, 14)".

Me he preguntado: el Papa �no habla tambi�n de s� mismo ante las muchas necesidades de la Iglesia y del mundo? Nunca nadie responder� a esta pregunta, que quiz� sea ociosa.

Sin embargo, Benedicto XVI sugiere (quiz� tambi�n sobre la base de su experiencia) una actitud con la cual afrontar las "cosas de la vida": un amor en movimiento, pero tambi�n una conciencia del l�mite.

No hay que apartarse de las cosas o resignarse a ellas, dice, pero se siente la fragilidad del propio compromiso, que tiene necesidad de nutrirse del amor, de la ayuda de Dios, de la colaboraci�n con los otros.

Algunos esperaban una enc�clica program�tica, casi un plan de gobierno. Benedicto XVI comunica, en cambio, la orientaci�n profunda de su hablar y de su obrar. Es mucho m�s que un plan.

"El programa del cristiano �el programa del Buen Samaritano, el programa de Jes�s� es un coraz�n que ve", afirma. El Papa concentra su atenci�n en el coraz�n del hombre.

Algunos esperaban "la restauraci�n" o "la contrarreforma" de parte del ex prefecto de la Congregaci�n para la Doctrina de la Fe. Son expresiones que parecen muy sugestivas, pero que en realidad no quieren decir nada.

Sin duda, el cardenal Ratzinger ha llevado adelante la batalla contra la ideologizaci�n del cristianismo, o contra una relaci�n estrecha entre ideolog�a, marxismo y fe cristiana, que vac�a o reduce el mensaje cristiano.

Por otra parte, en un mundo que se ha vuelto mestizo gracias al encuentro entre pueblos, ha afirmado la posici�n tradicional de la Iglesia respecto de las otras religiones. Que es la del Vaticano II. Ser�a importante reconstruir c�mo ha conducido esta batalla, hecha con el esp�ritu de un gran te�logo, pensando mucho en aquel Ireneo de Lyon que, en el caos conflictivo y doctrinario de los primeros siglos, quer�a afirmar y transmitir la fe de los Evangelios.

En esta enc�clica se trata bastante acerca de la confrontaci�n con el marxismo y sobre la idea de revoluci�n seg�n la cual la caridad es una in�til lenificaci�n de las contradicciones.

Esta es, para el papa Ratzinger, una filosof�a inhumana: "El hombre que vive en el presente es sacrificado al Moloc del futuro".

Con esta enc�clica, el Papa decide hablar al coraz�n de los cristianos. Y comienza por el amor, por el �gape, sin despreciar el amor del hombre, el eros, los intentos, tambi�n contradictorios, de amar, por parte del hombre y de la mujer. Benedicto XVI habla de lo que cree esencial para una vida buena, pero tambi�n de lo que siente que falta en la vida de los cristianos y en el mundo. Hacer crecer el amor se convierte en la contribuci�n de los cristianos para un mundo m�s humano y para la instauraci�n de un nuevo humanismo. Dios � dice el Papa� "dona la Tora, es decir, abre los ojos a Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre, y le indica el camino del verdadero humanismo".

Desde esta perspectiva, el amor no es s�lo un sentimiento, un aspecto particular, una opci�n de la vida humana. Es un mandamiento. "El amor puede ser mandado, porque antes es donado", concluye el Papa.

Con su reflexi�n y con sus motivaciones evang�licas, Ratzinger solicita amor, m�s amor: "Se contribuye para que el mundo sea mejor �afirma� s�lo haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasi�n y dondequiera exista la posibilidad de hacerlo, independientemente de estrategias y programas de partido". Es como si preguntara a los cristianos: �no ha sido demasiado descuidado el mandamiento del amor?

Sin despreciar los intentos y las experiencias del amor humano, el Papa recuerda que el fundamento del amor es Dios mismo y que el rostro del amor queda revelado en Jes�s. Por esto, toda experiencia de amor adquiere algo de Dios.

Benedicto XVI subraya aqu� la importancia de los pobres (ya hab�a escrito sobre esto siendo joven te�logo, en 1960, en La fraternidad de los cristianos). "Jes�s se identifica con los necesitados: hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados� Amor a Dios y amor al pr�jimo se funden. En el m�s peque�o encontramos al propio Jes�s, y en Jes�s encontramos a Dios." El pobre �se podr�a decir� es como un "sacramento", realidad misteriosa del encuentro con el Se�or (as� lo resume el gran te�logo franc�s Olivier Clement).

No hay experiencia cristiana sin amor. Por supuesto, tampoco sin amor al pobre. El amor �concluye el Papa� "deviene criterio para la decisi�n definitiva sobre el valor o el no valor de una vida humana".

�Piadosos pensamientos? �Ingenuidad? Hay un modo de pasar r�pidamente por encima de estas palabras para pensar en Benedicto XVI: lo que �l dice no se presta a una lectura pol�tica, a pesar de que hay un importante cap�tulo sobre la justicia, la Iglesia y la pol�tica.

All� donde afirma que cada generaci�n debe plantearse el problema fundamental de c�mo realizar un ordenamiento social m�s justo admite, entre otras cosas, que la Iglesia ha sido lenta en la percepci�n de los problemas sociales de la sociedad industrial.

Pero el inter�s de la enc�clica no est� concentrado en estos aspectos. La enc�clica Deus est Caritas es un texto que puede ser recibido como un testimonio de fe, con la ambici�n de abrir un examen de conciencia entre quienes creen, y tambi�n en la Iglesia. Es una enc�clica para pensar, para interrogarse desde un punto de vista personal. Es un texto dedicado al amor, a la solidaridad y tambi�n, en alg�n aspecto, a la pol�tica y a la b�squeda de justicia. Retorna, insistente, el motivo de la oraci�n. En definitiva, la enc�clica viene a decirnos que no hay solidaridad fiel y profunda si no existe espiritualidad. "Quien va hacia Dios no se aleja de los hombres, sino que se hace verdaderamente cercano a ellos." Es el camino indicado para hacer renacer la dimensi�n del amor.

El primado del amor y la fe, silenciosamente pero en profundidad, puede cambiar tambi�n la calidad de la vida de la Iglesia.

Son "revoluciones" que no hay que subestimar, quiz� m�s incisivas que ciertas reformas, que alguna unificaci�n de dicasterio vaticano o alg�n nombramiento eclesi�stico.

Pero estas preocupaciones pueden parecer supraestructurales respecto de las estructuras de la existencia com�n y la pol�tica. Sin embargo, nos hablan mucho del aporte original del cristianismo a la vida y a los problemas del hombre. Es el Papa quien escribe, pero es tambi�n un hombre y un te�logo que desde hace d�cadas se ha interrogado sobre la fe y, anciano, propone la sustancia de su sabidur�a.

Se llega a una propuesta al hombre y a la mujer, debilitados por tantas crisis y vaciados por amplias perspectivas sobre el futuro. El Papa propone una curaci�n que parte del coraz�n, de lo �ntimo, de la espiritualidad. Benedicto XVI est� hablando en este sentido y no lo hace s�lo para hoy; todo hace pensar que continuar� haci�ndolo con serena convicci�n.

El autor es profesor de historia contempor�nea e iniciador de la Comunidad de Sant'Egidio.

Andrea Riccardi