"Mis hijos son italianos, no saben hablar otra cosa, pero no tienen oportunidad de trabajar", relata Hakia Husovic. "Los gitanos somos como las nubes. No tenemos derechos, no tenemos luz, el agua nos la pusieron hace dos a�os. Ya nos han dicho que nos van a echar de aqu�, nos llevar�n a un campo lejos de la ciudad.
"Mis hijos son italianos, no saben hablar otra cosa, pero no tienen oportunidad de trabajar", relata Hakia Husovic. "Los gitanos somos como las nubes. No tenemos derechos, no tenemos luz, el agua nos la pusieron hace dos a�os. Ya nos han dicho que nos van a echar de aqu�, nos llevar�n a un campo lejos de la ciudad. �Qu� har�n con nosotros? Yo se lo dir�: nos meter�n en campos de concentraci�n modernos".
Husovic tiene seis hijos y 30 parientes a su cargo. La mayor�a son italianos. Seg�n el n�mero oficial del Ayuntamiento, pintado en amarillo en la pared trasera de su chabola, su casa es la n�mero 23 de las 157 que hay en el campamento de Casilino. "Aqu� viven 650 personas, es el m�s antiguo de Roma. Aunque est� autorizado, no cumple las condiciones sanitarias", explica Paolo Ciani, especialista en minor�as de la organizaci�n cat�lica Comunidad de San Egidio.
Casilino es uno de los 25 campamentos gitanos que hay en Roma. Entre todos, alojan a 10.000 personas. Las ONG calculan que en Italia viven entre 130.000 y 150.000 gitanos y que la mitad son italianos, unos 50.000 son rumanos y el resto son yugoslavos.
Muchos empezaron a llegar a finales de los a�os sesenta, cuando en las chabolas Casilino s�lo viv�an emigrantes italianos, gente de Sicilia, Calabria y el V�neto. "Poco a poco, los italianos fueron compr�ndose casas y dejando sitio a los gitanos de Yugoslavia. Montenegrinos, bosnios, kosovares... A ellos se sumaron muchos otros en los a�os noventa, huyendo de la guerra", dice Ciani.
Muchos gitanos de Casilino llevan m�s de media vida en el pa�s, pero a�n no tienen permiso de residencia; otros son italianos, pero todav�a no han sido reconocidos por el Estado. Seg�n Antonio Ricci, de C�ritas Italia, eso demuestra el abandono absoluto que ha caracterizado la pol�tica del Estado hacia los gitanos.
"Yo llegu� asilado en 1991, era suboficial de la Armada", recuerda Naio Adzovic, montenegrino, periodista y escritor, residente en Casilino. "Y seguimos igual que hace 15 a�os, abandonados y en las mismas chabolas. Pero muchos no tenemos ya un pa�s al que volver porque no existe".
Algo m�s ha cambiado (a peor) en los �ltimos tiempos en este rinc�n infame y lejano de la periferia romana, plagado de ni�os que ayer, al volver de la escuela, jugaban al f�tbol entre la basura y las ratas. En los �ltimos a�os, desde que en 2001 empezaron a llegar progresivamente los z�ngaros rumanos, los gitanos que viven en Italia dejaron de ser ignorados para convertirse en el enemigo p�blico n�mero uno.
El Gobierno de Silvio Berlusconi ha vuelto al poder, y ha lanzado, con tanta celeridad como aparato medi�tico, una situaci�n de emergencia. "Parece una locura, pero es as�", explica Ciani, "en el pa�s de la Mafia, la Camorra y la N'drangheta, el primer enemigo de la seguridad no es el crimen organizado, sino la gente que intenta escapar de la pobreza".
El panorama ven�a coci�ndose desde hace un par de a�os. "Los medios siempre hablaron de una invasi�n", recuerda Ciani, "aunque la verdad es que llegaron gitanos rumanos en la misma proporci�n demogr�fica que hay en Rumania: un 10% del total".
Il Giornale, un peri�dico del imperio Berlusconi, titul� el 2 de enero de 2007, un d�a despu�s del ingreso de Rumania en la UE: "Medio mill�n de rumanos vienen hacia aqu�". Era mentira. La emigraci�n rumana era masiva y estaba ya en Italia desde hac�a a�os. El 1 de enero de aquel a�o, seg�n C�ritas, hab�a 556.000 rumanos en Italia. Hoy, seg�n los c�lculos de Antonio Ricci, la cifra ha debido casi duplicarse, pero "porque muchos de ellos estaban ya trabajando ilegalmente, y simplemente afloraron con el ingreso de su pa�s en la UE".
Junto al n�mero, se exacerb� tambi�n la calidad de la inmigraci�n. Hace unos meses, los medios publicaron que un tal Ajmetevic hab�a atropellado, yendo borracho, a cuatro j�venes italianos mat�ndolos en el acto. "D�as despu�s se supo que Ajmetevic era gitano, pero no rumano, sino italiano, nacido en Caserta", cuenta Miruna Cayvaneanu, corresponsal de la agencia rumana Hotnews en Roma. "El juez oblig� a los medios a corregir la informaci�n. Se hizo, pero a los pocos d�as todos se olvidaron y volvieron a decir que era rumano. La manipulaci�n es total".
Animados quiz� por la escalada verbal desplegada por los socios de Berlusconi, la Liga Norte y Alianza Nacional, durante la campa�a electoral y despu�s, y asustados por esa campa�a medi�tica que ha magnificado cada delito cometido por rumanos y gitanos, algunos ciudadanos han empezado a hacer lo que muchos tem�an: tomarse la justicia por su cuenta.
En las �ltimas 48 horas, una turba de vecinos de Ponticelli, en la periferia oriental de N�poles, ha reducido a cenizas cinco campamentos gitanos. Los mal llamados n�madas -apenas un 5% de z�ngaros lo son, y �stos llevaban a�os en Ponticelli- hab�an huido de sus casas escoltados por la polic�a ante las amenazas.
El detonante del asalto fue la noticia de que una muchacha rumana de 16 a�os hab�a intentado secuestrar a un beb�. La multitud lanz� piedras y c�cteles mol�tov, se arm� con barras de hierro y sembr� el terror entre ni�os y adultos de las chabolas. Uno de ellos declar� ayer en televisi�n: "No sabemos a d�nde ir. Si vamos a Roma o a Venecia no cambiar� nada, all� nos cazar�n igual".
El alcalde de Roma, Gianni Alemanno, dijo ayer que lo de Ponticelli demuestra que "no es el alarmismo, sino la pol�tica del dejar hacer lo que genera la cultura de tomarse la justicia por su mano". El regidor, que se dice contrario a esa justicia, entiende que si el Estado da al ciudadano la sensaci�n de no defenderlo, "el ciudadano se ve obligado a defenderse solo". "Primero la legalidad", concluy�, "luego la solidaridad".
La UE ha recordado a Italia que es el pa�s que menos dinero dedica a la integraci�n: menos de cuatro millones de euros entre 2000 y 2005, durante el �ltimo Gobierno de Berlusconi. Probablemente, los 750.000 inmigrantes rumanos y los 150.000 gitanos que viven en Italia se conformar�an con sentirse iguales. "Nunca nos llevan a la televisi�n para contar nuestra realidad, dicen pestes de nosotros y si uno comete un delito nos crucifican a todos", comenta Naio Adzovic. "La gente debe reconocer la verdad", advierte Ricci, "en Italia la criminalidad organizada est� en manos italianas, y los rumanos son subalternos que est�n ah� por necesidad u obligaci�n: muchos son esclavos de las mafias italianas".
Un comisario especial para z�ngaros
El alcalde de Roma, Gianni Alemanno, anunci� ayer, tras hablar con el ministro del Interior, Roberto Maroni, que la capital tendr� un comisario especial que se ocupar� de los gitanos. La decisi�n iguala la tomada en Mil�n entre Maroni y la alcaldesa Letizia Moratti, que otorga poderes extraordinarios al prefecto de la ciudad para decidir el destino de los z�ngaros. Alemanno precis� que el comisario tendr� poderes para actuar "sobre la seguridad p�blica y sobre la definici�n del territorio". Seg�n el alcalde, "si hay personas no gratas en Roma, deben ser alejadas de la ciudad, y esto vale, por ejemplo, tambi�n para Mil�n, porque si no nuestras ciudades ser�n invadidas por ciudadanos que act�an en los l�mites de la legalidad".Alemanno aclar� que si un n�mada tiene ciudadan�a italiana ser� integrado, y deber�a ser integrado en los barrios normales. Para los no italianos, habr� que decidir, dice Alemanno, entre los que quieren vivir en la legalidad y entre aquellos que s�lo quieren delinquir: "Esos ser�n alejados"."La decisi�n de dotar a los prefectos italianos de poderes especiales sobre la comunidad gitana se funda en prejuicios", dijo ayer el comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, quien critic� las "promesas xen�fobas" de la campa�a electoral.
Miguel Mora
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