Enric Juliana
Vice direttore de �La Vanguardia�, Spagna
Hace un a�o, en el encuentro de Sant�Egidio en Palermo, discut�amos sobre el papel de los medios de comunicaci�n en un momento borrascoso y altamente preocupante, puesto que la guerra de Iraq ya aparec�a entonces en el horizonte como una tragedia casi inevitable. Recuerdo que polemizamos con otros colegas periodistas sobre el papel de los medios como modernos creadores del mito del �chivo expiatorio�. aquella vieja figura de la tradici�n hebrea, equivalente al �pharmak�s� de los griegos, que cada a�o �sanaba� ritualmente los males de la comunidad al ser expulsado y condenado a morir en el desierto portando simb�licamente consigo todas las desgracias acumuladas. Expulsado el chivo o el �pharmak�s� , el ciclo volv�a a empezar. Dec�amos hace un a�o en Palermo que el viejo ritual sigue vivo en la sociedad contempor�nea, camuflado entre los continuos y en muchas ocasiones hist�ricos cambios de ritmo que definen a la actual cultura de masas. Como en su momento lo fue Slobodan Milosevic, Saddam Hussein tambi�n ha acabado siendo un moderno �chivo expiatorio�: la gran v�ctima propiciatoria cuya liquidaci�n deb�a calmar el profundo sentimiento de malestar e inseguridad generado en Estados Unidos y, en buena medida en todo Occidente, por la tragedia del 11 de Septiembre. Llegado aqu�, quisiera hacer una puntualizaci�n para evitar malentendidos: no estoy definiendo a Milosevic, ni a Saddam, como �v�ctimas inocentes�. Una �v�ctima propiciatoria�, una �v�ctima ritual� no tiene porque ser necesariamente una v�ctima inocente. Pero en Iraq, algo importante est� fallando en el ritual expiatorio: seis meses despu�s del final �oficial� de la guerra, es como si el chivo hubiese regresado sano y salvo del desierto portando sobre sus lomos los pergaminos donde est�n minuciosamente anotados los malestares acumulados por Occidente desde el 11-S. Y perm�tanme aqu� un inciso, una observaci�n que dejo voluntariamente en puntos suspensivos: �podemos seguir usando la expresi�n Occidente con el mismo sentido que se utilizaba durante la guerra fr�a?... Podr�amos resumirlo as�: millones de personas en todo el mundo, entre ellas, muy probablemente, la mayor�a de los que nos hemos reunido en esta sala, comparten en estos momentos una sensaci�n bastante apreciada por el ser humano: la creencia de tener raz�n cuando algo importante est� en juego. Quienes entre marzo y abril se manifestaron en las principales ciudades del mundo contra la guerra de Iraq, hoy tienen la positiva convicci�n de que ten�an raz�n, al suponer que la acci�n militar planeada por la Administraci�n Bush no iba a propiciar una situaci�n internacional m�s estable y segura para Occidente, a corto plazo. Los hechos hablan por s� solos. Desde el punto de vista de la doctrina militar, la campa�a de Iraq, en su fase ofensiva, ha sido un indudable �xito para los estrategas del Pent�gono que hab�an dise�ado un formato de guerra �r�pida y barata�. Desde el punto de vista del control de las fuentes energ�ticas, tampoco puede hablarse de fracaso. Ha fallado, sin embargo, la tercera �pata�, el tercer punto de apoyo de la operaci�n: la legitimaci�n ideol�gica, especialmente entre el p�blico europeo. El ciclo ritual est� vez no ha funcionado. Y podr�amos decir que los medios de comunicaci�n de tama�o medio y peque�o, en Europa, pero tambi�n en Estados Unidos, han tenido una especial responsabilidad en ello, al prestar mayor atenci�n a las opiniones discrepantes, al difuso y creciente malestar social por el curso de la nueva pol�tica internacional, que a los requerimientos impl�citos del nuevo Paradigma. Es verdad que oligarcas de la �informaci�n-entretenimiento�, como Robert Murdoch ha puesto todo su potencial medi�tico, que no es poco, al �servicio de la causa�, fabricando incluso nuevos formatos como es el �periodismo-patri�tico� de la cadena Fox, un g�nero en el que el enviado especial al campo de batalla se funde con la figura del soldado, haciendo saltar por los aires los viejos y hasta ahora respetables c�digos del periodismo liberal anglo-norteamericano, aut�ntica matriz de una cultura profesional que todav�a es hegem�nica en el mundo y resum�riamos en tres tres preceptos: respetabilidad, autonom�a y sentido cr�tico. Los grupos de comunicaci�n de tama�o peque�o y medio han optado por la alianza con el p�blico, con su p�blico (con sus clientes, en definitiva), por razones que pueden parecer tremendamente obvias, pero en las que, si prestamos atenci�n, aparece un factor nuevo: Internet. El p�blico de hoy no es el de ayer. El p�blico informado, esa categor�a social que los amigos italianos, con su tradicional inquietud a la hora de captar las novedades que nos ofrece el mundo, han bautizado como �il ceto medio riflessivo�, adem�s de leer diarios y seguir los programas informativos de radio y televisi�n, comienza a formar parte de una comunidad informativa de nuevo tipo que se organiza a trav�s de la Red. Atentos a una realidad cambiante que est� reconfigurando los circuitos de distribuci�n de la informaci�n y de formaci�n de la opini�n, editores y periodistas han afrontado la guerra muy sensibles ante a los nuevos comportamientos sociales. Si se quiere, por razones incluso m�s ego�stas que ideol�gicas, profundamente vinculadas al resorte m�s profundo de toda actividad humana: el instinto de supervivencia. Los neoconservadores no deber�an sorprenderse: �acaso no es �ste el sentido profundo de su doctrina? Periodistas y empresas editoras de formato intermedio han afrontado, por tanto, el relato de la guerra, conscientes de que su p�blico dispon�a de fuentes informativas alternativas, de muy f�cil acceso. Conviene subrayar este dato, porque es in�dito. Puede objetarse que se trata de fuentes de informaci�n fragmentada, condicionada por la tendencia de Internet a propiciar �reas de afinidad impermeables a las opiniones adversas, pero con suficiente fuerza de atracci�n, sobre todo entre los j�venes. La alianza o la mera complicidad de editores y periodistas con la pulsi�n mayoritaria del p�blico, ha arrastrado a posiciones m�s o menos cr�ticas con la guerra incluso a las televisiones p�blicas m�s f�rreamente intervenidas por los gobiernos, como es el caso de Televisi�n Espa�ola, o a grupos de comunicaci�n de tama�o medio-grande como Mediaset, cuya propiedad est� directamente implicada en el ejercicio del poder pol�tico en Italia, en un conflicto de intereses sin precedentes en Europa. Esta confluencia periodismo-opini�n p�blica, que nos remite a los tiempos de la guerra de Vietnam o a episodios como el caso Watergate en Estados Unidos, ha generado algunos entusiasmos excesivos y ha disparato alguna alarma, cuyo sonido es francamente inquietante. Para ir acabando, quisiera concretar un poco los rasgos, en mi opini�n, m�s llamativos del �paisaje despu�s de la batalla�. 1)-El gran eco que los medios han dado a las opiniones contrarias a la guerra ha creado una sensaci�n de cierta �embriaguez� en algunos pa�ses europeos, hasta el extremo de crear una falsa sensaci�n de unanimidad, que est� siendo corregida por los procesos electorales en curso. Est� reapareciendo una categor�a social que parec�a haber pasado a la historia: las famosas �mayor�as silenciosas� de los a�os de mayor contestaci�n social (1968-1978), frente a una juventud de nuevo orientada a la protesta y a amplios sectores de la clase media culta y bien informada, hija en buena medida de las dos grandes corrientes reformistas del siglo XX en Europa �el socialismo y la democrazia cristiana- que percibe el nuevo curso del mundo como una agresi�n a su �idealidad� y a sus intereses materiales a medio plazo. 2)- El fuerte protagonismo social de las opiniones cr�ticas a la guerra no se ha transformado, sin embargo, en una nueva pragm�tica. Se ha dicho �No! y basta. El nuevo orden internacional parece seguir su curso de manera imperturbable. Ello alimenta una �disfunci�n� saviamente se�alada por el soci�logo polaco Zigmund Bauman. Dice Bauman: �Hay una brecha creciente entre lo que desaf�a nuestra conciencia y clama por alguna acci�n, y lo que nosotros, testigos pasivos, podemos modificar m�nimamente. Tenemos muchos instrumentos para la �tele-visi�n� y muy pocos para la �tele-acci�n�. La brecha entre percepci�n y acci�n est� alimentando una ret�rica radical de corte populista, que puede estar contagiando al propio periodismo. 3)-Hemos asistido durante la guerra a destellos de un inquietante �populismo period�stico�. Ante la muerte de periodistas en Iraq, la tendencia general de los medios ha sido una desproporcionada reacci�n de dolor e indignaci�n. La muerte de un periodista siempre es dolorosa, pero todav�a lo es m�s la de los civiles indefensos que, cada vez en mayor n�mero, son v�ctimas de los conflictos armados. Un reportero de guerra sabe, o debiera saber, que se juega la vida en su su misi�n profesional. En Espa�a, este rasgo ha sido especialmente acusado, como si los periodistas quisi�ramos sumarnos al gran festival contempor�neo de la �insofferenza�: la dura competencia entre sectores sociales de todo tipo y condici�n para aparecer ante la sociedad como las principales v�ctimas de alg�n tipo de injusticia. La proliferaci�n del �populismo period�stico� constituye una serie amenaza para la continuidad cultural del periodismo reflexivo de ra�z liberal, basado en el mantenimiento de una distancia cr�tica entre el observador y el sujeto de la narraci�n. 4) -La fuerte sinton�a del periodismo con el estado de opini�n contrario a la guerra, ha disparado alarmas en el seno de los grandes grupos dirigentes, especialmente en los laboratorios del pensamento neoconservador. Superada una primera fase de posible perplejidad, parece haber comenzado la fase de destilaci�n de una cierta doctrina sobre el periodismo en la �nueva era�. Es muy ilustrativo un reciente art�culo de Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales Estrat�gicos de Washington, a prop�sito de la grave crisis que enfrenta al Gobierno de Tony Blair y a la BBC. Sostiene Laqueur que �un exceso de actitud cr�tica de los periodistas puede menoscabar la democracia�. �Muchos periodistas han llegado a la conclusi�n de que ser cr�tico es sin�nimo de ser negativo�. �Quiz� ha llegado el momento �concluye- de preparar un nuevo c�digo de comporta miento que pudiera ser de ayuda en situaciones peligrosas y ambiguas� . Quiz�s ha llegado el momento, pueda que sea el pensamiento real de algunas altas instancias, de que el periodismo tambi�n se adecue al nuevo orden, a la doctrina del golpe preventivo: �todos a formar!. Los tiempos, ciertamente, est�n cambiando. Durante la guerra fr�a, el sistema occidental ten�a la necesidad objetiva de ganar la batalla del prestigio ya que se enfrentaba a un adversario de su misma naturaleza: la Uni�n Sovi�tica era una sociedad industrial, con un gobierno autoritario inspirado por una utop�a generada por el propio pensamento occidental. La libertad de prensa, la existencia de un periodismo prestigioso capaz de criticar a sus gobernantes, no tan s�lo era, y sigue siendo, un derecho inherente de las democracias occidentales, sino que acab� siendo un factor decisivo para atraer al campo occidental a una �intelligentsia� , culta y cultivada, pero con derechos de expresi�n limitados. Pensemos por ejemplo en el caso Watergate, hace 30 a�os. Lejos representar una crisis mortal para el sistema pol�tico de Estados Unidos, aviv� la pasi�n de millones de personas todo el mundo por el mito norteamericano. El problema es que Occidente, o al menos su actual bloque dirigente, no parece necesitar hoy, con la misma intensidad que antes, el prestigio del sistema pol�tico democr�tico-liberal, para superar las amenazas y adversidades que plantea un mundo m�s fragmentado. Si el futuro se plantea de blindaje, de defensa cerrada, de �catenaccio� ante una serie de enemigos o de su supuestos enemigos, atomizados, incontrolables y profundamente desconectados de nuestra cultura (el fundamentalismo isl�mico, las satrap�as orientales fuera de �rbita...) no ser� de extra�ar que el periodismo sea llamado pronto al orden, a cerrar filas. Podr�amos estar en v�speras de un �macarthysmo suave�. O acaso gane la tentaci�n de someter a las grandes cabeceras del periodismo liberal a la �gimnasia correctiva� del desprestigio (�The New York Times�, �Le Monde� y el �Corriere della Sera� han tenido problemas este a�o, de diversa �ndole, pero con un denominador com�n: una cierta crisis de prestigio ante sus lectores) . Aunque Internet ensancha el campo del pensamento cr�tico, el sesgo disciplinario de las nuevas doctrinas del poder y la tentaci�n populista de algunos periodistas y de un sector de la propia opini�n p�blica, tienden a hacer m�s estrecho el sendero del periodismo reflexivo, heredero de la vieja cultura liberal. El desenlace de la actual batalla de Inalaterra, la batalla de la BBC, ser� decisivo.
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