Comunidad de Sant'Egidio - Nápoles 2007 - Por un mundo sin violencia - Religiones y Culturas en diálogo Comunità di Sant'Egidio - Napoli 2007 - Per un mondo senza violenza - Religioni e Culture in dialogo

LLAMAMIENTO DE PAZ


Hombres y mujeres de diferentes religiones, provenientes de muchas partes del mundo, nos hemos reunido en Nápoles para estrechar lazos fraternos, para invocar a Dios el gran don de la paz. El nombre de Dios es la paz.

Con mi adhesión deseo subscribir el Llamamiento por la Paz presentado en el Encuentro Internacional Hombres y Religiones - Nápoles 21-23 octubre 2007
 

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Con la firma del llamamiento se subscribe lo siguiente:
DECLARACIÓN DE CONFORMIDAD (respecto al art. 13 del D. Lgs. 196/2003 sobre la tutela de los datos personales) En relación a mis datos enviados a la Comunidad de Sant'Egidio, doy mi consentimiento a que sean conservados en un archivo adecuado mediante instrumentos manuales, informáticos y telemáticos y no ser utilizados con otro fin.

En el corazón del mediterráneo y de esta extraordinaria ciudad, que conoce bien la miseria y la grandeza del corazón, nos hemos inclinado sobre las heridas del mundo. Hay una enfermedad que lo contamina todo y que se llama violencia. La violencia es la funesta compañía cotidiana de demasiados hombres y mujeres de nuestro planeta. Se convierte en guerra, terrorismo, pobreza, desesperación y explotación del planeta. Se alimenta de desprecio, aturde en el odio, mata la esperanza y siembra el miedo, perjudica a los inocentes y desfigura la humanidad. La violencia tienta el corazón del hombre y le dice: “Nada puede cambiar”. Este pesimismo nos hace creer que es imposible vivir juntos.

Desde Nápoles podemos decir con más fuerza que ayer que todo aquel que usa el nombre de Dios para odiar al otro, para cometer actos violentos, para hacer la guerra, ultraja el nombre de Dios.

Como nos ha dicho Benedicto XVI: “Nunca, invocando el nombre de Dios, se puede llegar a justificar el mal y la violencia”.

Nos hemos inclinado sobre nuestras tradiciones religiosas, hemos escuchado el dolor del Sur del mundo, y hemos sentido el peso del pesimismo que el mundo arrastra desde el siglo XX, con su carga de guerras e ilusiones caídas. Necesitamos de la fuerza del Espíritu de amor que ayuda a reconstruir y recomponer una humanidad dividida. La fuerza del Espíritu cambia el corazón del hombre y de la historia.

Entrando en lo profundo de nuestras tradiciones religiosas hemos redescubierto que, sin diálogo, no hay esperanza y estamos condenados al miedo del otro. El diálogo no elimina las diferencias. El diálogo enriquece la vida y desarma el pesimismo que nos hace ver en el otro una amenaza. El diálogo no es la ilusión de los débiles sino la sabiduría de los fuertes que saben confiar en la fuerza débil de la oración: la oración cambia el mundo y el destino de la humanidad. El diálogo no debilita la identidad de nadie sino que permite que cada uno vea lo mejor del otro. Nunca se pierde nada con el diálogo, todo es posible con el diálogo.

A quienes todavía matan, siembran el terrorismo y hacen guerra en el nombre de Dios les repetimos: “¡Deteneos! ¡No matéis! La violencia es siempre una derrota para todos”.

Nos comprometemos a buscar y proponer a los fieles de nuestras comunidades el arte de convivir. No hay alternativa a la unidad de la familia humana. Hacen falta constructores valientes, en todas las culturas, en todas las tradiciones religiosas. Necesitamos la globalización del Espíritu que nos muestra lo que no se ve, la belleza de la vida y del otro, en cada circunstancia, incluso en las más difíciles.

Nuestras tradiciones religiosas nos enseñan que la oración es una fuerza histórica que mueve pueblos y naciones. Humildemente ponemos esta antigua sabiduría al servicio de todos los pueblos, de todo hombre y de toda mujer, para abrir un nuevo tiempo de libertad del miedo y del desprecio del otro. Es el espíritu de Asís, que aquí, en Nápoles, se opone con fuerza y valentía al espíritu de violencia y a todo abuso de la religión como pretexto para la violencia.

Seguros que, por este camino, la paz puede convertirse en un don para el mundo entero, nos encomendamos al Altísimo.

Nápoles, 23 de octubre de 2007