Comunità di S.Egidio


 

10/06/2007


�La gente busca la felicidad, pero ha dejado de amar el sacrificio�

 

�D�nde est� la frontera de la diversidad? �Hay alternativas a la apertura de la libertad? �Se impondr� el islamismo al cristianismo o se repartir�n zonas de influencia? �Qu� ha representado el marxismo? Son algunas de las cuestiones que se plantea el fundador de la Comunidad de Sant�Egidio, Andrea Riccardi, en su libro �Convivir�

El Trastevere romano es, al anochecer, un mundo de restaurantes, turistas y m�sicos ambulantes, pero a las nueve de la ma�ana, en la plaza en la que se ubica la bas�lica de Santa Mar�a se oye n�tido el rumor del agua de la fuente porque todos los restaurantes i bares est�n cerrados y por la plaza s�lo transitan gentes camino del trabajo y pobres y vagabundos con enrojecida nariz de payaso que entran en la iglesia a recoger la ayuda que les permitir� comer y se santiguan al pasar frente al altar mayor, camino de la sacrist�a.

A espaldas de la bas�lica se abre una plaza recoleta en la que se levanta un antiguo monasterio carmelita que, observado desde fuera, no refleja la bella estructura interior con un hermoso jard�n. Es la sede de la Comunidad de Sant�Egidio, que se responsabiliza tambi�n de la bas�lica de Santa Mar�a, en la que lleva a cabo sus plegarias.

En un principio, Sant�Egidio, que naci� para ayudar a los pobres y a ancianos a los que m�s que el calor puede matar la soledad, se llamaba simplemente la Comunidad. Fue a partir de conced�rsele como sede el antiguo convento de la plaza de Sant�Egidio que adopt� ese nombre. Con el tiempo, y sin descuidar su finalidad principal de ayuda a los desheredados y a los ancianos, la Comunidad extendi� su actividad mediadora a pa�ses en conflicto. En una de las salas del convento hay una placa que recuerda que all� las dos partes enfrentadas se sentaron a ambos lados de una larga mesa y negociaron el fin de la guerra civil en Mozambique.

Andrea Riccardi es el fundador de la Comunidad. Historiador del mundo contempor�neo y en particular del cristianismo, profesa la docencia en la Universidad Roma III. Su �ltimo libro �Convivir� (RBA), plantea la necesidad de una civilizaci�n de la convivencia en un mundo de mestizajes abocado a conflictos religiosos, econ�micos y �tnicos. Nacido en 1950, Andrea Riccardi da la sensaci�n de ser hombre hiperactivo, aunque, a juzgar por su recuerdo afectuoso hacia Jordi Pujol, �ste le desborda: rememora Riccardi, riendo, que cuando viajaba a Barcelona siendo Pujol presidente de la Generalitat �ste le ped�a verse para conversar largamente y, efectivamente, le ve�a, pero al poco de empezar a conversar le dec�a que ten�a que dejarle porque esperaba a no s� qui�n y a no s� cu�ntos y al de m�s all� y al de m�s ac�. �Pujol siempre iba con prisas�, recuerda Riccardi mientras disimuladamente mira su reloj, porque imagino que esta ma�ana �l tambi�n espera a no s� quien y ano s� cuantos y al de m�s all� y al de m�s ac�.

Usted plantea en su libro que el gran desaf�o es el de aprender a convivir.

Es el reto del futuro, una cuesti�n que me plante� tras visitar el museo del holocausto, en Ruanda. Me pregunt�: �Tras lo que pas�, �c�mo podr�n en el futuro convivir juntos hutus y tutsis?�. Y reflexionando sobre esa idea percib� que no era una pregunta para formular solamente sobre �frica. Es tambi�n una cuesti�n que hemos de plantearnos en Europa ante el desaf�o de la inmigraci�n y tambi�n deben plante�rsela Estados Unidos y un mundo en el que ya nada es homog�neo. Hoy la diversidad es una realidad, una percepci�n.

Hay deseos de homogeneizar, pero no es f�cil.

El proceso de homogeneizar fue el gran sue�o de los siglos XVIII y XIX. Pensemos en Turqu�a. Atat�rk quiso un pa�s turco, laico y musulm�n sun�. La realidad es un mapa humano m�s complejo. Miremos la independencia de India y Pakist�n, con el drama religioso entre hind�es y musulmanes que trajo consigo la separaci�n de ambos pa�ses. Es un hecho que en el pasado existi� en muchos pa�ses el sue�o de construir una realidad homog�nea que no se pudo, no se puede lograr. Se ha pasado de los imperios a los estados nacionales, y hoy estos �ltimos ya se tienen que abrir a las pluralidades.

El fin del califato otomano lo analiza usted como una tragedia.

Ha sido un problema, porque el fin del califato represent� el final de la �ltima autoridad musulmana sun�. Es interesante que Bin Laden cite el final del califato como una fecha dram�tica. Dado que el mundo sun� es una realidad compleja, �con qui�n de ese mundo se puede hoy hablar?

�Nacionalismo y cosmopolitismo son incompatibles?

La globalizaci�n no ha construido un mundo cosmopolita. Lo que ha hecho es empujar a redescubrir identidades nacionales, �tnicas, religiosas�El cosmopolitismo ha quedado reducido a peque�as capas sociales esparcidas por el mundo. Vivimos horas de miedo en un mundo demasiado grande y todos nos escondemos, nos agarramos tras nuestras identidades.

�Cree v�lida la tesis que sugiere que se da una relaci�n entre la globalizaci�n y la expansi�n del fundamentalismo?

Es cierto que los Hermanos Musulmanes son de los a�os veinte y el fundamentalismo viene de lejos y se presenta hoy como un regreso a lo antiguo. Pero como fen�meno a escala planetaria es algo moderno. S�lo hay que observar los medios de comunicaci�n que utiliza. Tras el triunfo de la globalizaci�n la gente se ha sentido desnuda, y el fundamentalismo ha revestido a mucha de esa gente con el h�bito de la identidad.

Jorge Sempr�n, escritor y pol�tico con amplio conocimiento de la vida francesa por haber vivido en Par�s pr�cticamente toda su vida, me dec�a que el origen de los disturbios en los suburbios de ciudades francesas hab�a que buscarlo en la crisis de la Iglesia cat�lica y el Partido Comunista franc�s, que hab�an dejado un amplio sector de la juventud sin lazos de cohesi�n social.

Estoy de acuerdo. Eso ha ocurrido tambi�n en Italia, donde el PCI cre� una red social que dio esperanzas a las masas. El PCI fue una realidad fuerte, popular. El comunismo ha sido una gran religi�n pol�tica, y su red social dej� de existir a consecuencia del proceso de secularizaci�n. Esa crisis es extensible a la Iglesia cat�lica, sobretodo en Francia. Pienso en el gran trabajo que la Iglesia, sus sacerdotes, hicieron en las periferias de sus ciudades y reflexionando sobre eso creo que cuando hablamos de choque de civilizaciones no debemos hacerlo a escala general sino pensando en el complejo tejido de toda sociedad, pregunt�ndonos por qu� j�venes musulmanes de las periferias utilizan la violencia como un modo de redescubrir su identidad.

La jerarqu�a de la Iglesia �por qu� lanza mensajes exigiendo la implicaci�n de dirigentes pol�ticos en la defensa de la moral cat�lica y no asume que el Estado es una cosa y la religi�n de cada cual otra distinta?

La Iglesia cat�lica est� inmersa en una gran batalla sobre la familia. Esa batalla ha sido interpretada como la defensa de un valor tradicional, y una parte de la sociedad eso no lo comparte. Es un hecho, sin embargo, que la familia sigue siendo un recurso en este tiempo de disgregaci�n de la sociedad. Dir�a, incluso, que las convivencias no oficializadas se apoyan sobre la fuerza de la familia tradicional. En este sentido, creo que la Iglesia interpreta una demanda de la sociedad, y por eso en la manifestaci�n que se celebr� en Roma el pasado mes de mayo estuvieron presentes, junto a los cat�licos, gente laica, normal, a la que bastaba verle la cara para saber que no eran cat�licos tradicionalistas. Es un hecho que demuestra que, aunque el discurso sobre la familia pueda parecer fuera del tiempo, la gente intuye que necesita redes, y al red m�s s�lida es la familiar. Treinta a�os atr�s hablabas con un joven y te dec�a que la familia era un peso, una prisi�n del amor. Hace una semana, los grupos de j�venes con los que habl� me expresaban ansias de familia. El mundo ha cambiado no s�lo en el sentido de la secularizaci�n y la liberaci�n de costumbres. Ha cambiado tambi�n en el sentido de que se ha redescubierto la familia que hab�a entrado en crisis. En esa sociedad mutante, cat�licos y laicos deben esforzarse en trabajar codo con codo. La contraposici�n entre laicos y cat�licos me parece est�pida. Los valores religiosos no se han de tratar de imponer, pero los laicos deben comprender que esos valores son un valioso recurso para la sociedad.

�Acercarse en lugar de rechazarse?

Estoy en contra de la contraposici�n a gritos. Izquierda y derecha hacen la misma pol�tica econ�mica. La sustancia de la pol�tica es la misma en todos los partidos, pero unos y otros no cesan de gritar en temas secundarios. Sobre un proyecto de sociedad creo que los valores nunca se han de tirar a la basura. Las cuestiones religiosas no pueden, no deben ser motivo de batallas, sino puntos de encuentro. El mundo ha cambiado, sigue cambiando, y�

En el mundo que cambia de forma vertiginosa, la gente parece que cada d�a es menos feliz�

La gente busca la felicidad, pero ha dejado de amar el sacrificio. Es una de las paradojas del mundo contempor�neo. La generaci�n de nuestros padres hablaba del valor del esfuerzo, del sacrificio. Hoy no se habla de eso. Se habla de consumo y de felicidad, pero la gente est� angustiada. �Por qu� se siente sola? �Por qu� no ve claro el futuro? �Por qu�?

Hablemos del futuro.

Empecemos pregunt�ndonos sobre c�mo ser� el futuro de los peque�os pa�ses europeos. Decimos que el Islam desaf�a a Europa, y creo que eso es cierto s�lo a medias. Es un desaf�o relativo. El Islam podr� hacernos sufrir, pero no podr� vencer. El gran desaf�o al futuro europeo no viene del Islam sino de Asia: de la fuerza econ�mica, demogr�fica, migratoria de China, de India, de pa�ses enormes con una emigraci�n que no se integra en los pa�ses de acogida. �Qu� ser� en el futuro de peque�os pa�ses europeos como B�lgica u Holanda, e incluso de Italia o Espa�a, confrontados con grandes civilizaciones orientales? Europa debe reflexionar seriamente sobre su unidad, pero no veo a la clase pol�tica europea con capacidad de pensar, de reinventar el futuro. El problema de los pol�ticos es que s�lo se preocupan de la gesti�n. El �ltimo gran europeo con visi�n de futuro ha sido Juan Pablo II.

Como europeo, a usted le preocupa �frica.

El problema de �frica toca muy de cerca de los europeos: Ceuta, Melilla, Canarias, Sicilia, la inmigraci�n��Qu� pasar�?

�Son posibles las barreras?

No creo en ellas

�Y en la extensi�n de la xenofobia y el miedo?

Est�n ah� y conforme nos sintamos m�s d�biles m�s afirmaremos nuestra identidad mostr�ndonos en contra de los inmigrantes. Hay que llevar a cabo una nueva pol�tica en �frica. Yo no hablo de inmigraci�n sino de invasi�n, y no lo digo por alarmar sino para indicar que estamos ante un flujo imparable de inmigrantes que han dejado de creer en sus pa�ses de origen, en �frica. Y, sin embargo, en los primeros a�os de la descolonizaci�n, en alguno de esos pa�ses hubo esperanza. En Tanzania, con Julius Nyerere, por ejemplo. Le conoc� personalmente. Se sent� donde usted est� sentado y dej� su bast�n sobre la mesa sobre la que usted ha dejado la grabadora. Nyerere ten�a la gran idea de un estado comunitario, tercera v�a entre el capitalismo y el comunismo. Econ�micamente, fracas�, pero dio a su pa�s a�os de orgullo. Ahora, ese orgullo no existe en �frica. �Qu� tenemos que hacer los europeos? Ayudar a �frica, pro dos motivos y en inter�s material de Europa: primero, frenando la inmigraci�n, devolviendo la confianza en su pa�s a las gentes que quieren abandonarlo; segundo, para evitar que el Islam terrorista se haga cargo de la rabia, la frustraci�n de los africanos.

En un viaje por Guinea Conakry me impresion� ver a un joven con una camiseta que llevaba impreso el rostro de Bin Laden. Le par� y le pregunt� si sab�a qui�n era aquella cara. El chico me respondi�: �S� se�or: es el rostro de un hombre que lucha por la justicia�. El Islam fundamentalista puede llegar a ser la teolog�a del rescate de los desesperados si no hacemos algo por aumentar su bienestar. La paz necesita la reconciliaci�n y el bienestar.

Porque la guerra y la pobreza est�n relacionadas.

Aunque muchos terroristas no surgen de la pobreza, el propio Bin Laden entre ellos, no debemos subestimar el material explosivo de la desesperaci�n.

Se pregunta en su libro si con el problema de la inmigraci�n bastan s�lo los buenos sentimientos. �Bastan?

No los desprecio. Son recursos.

Reivindica usted el papel de Europa, pero muchos cat�licos creen poco en Europa. El d�a en el que se votaba en Irlanda el refer�ndum para ingresar en Europa, recog� en una iglesia de Dubl�n un folleto que explicaba c�mo la Virgen se hab�a aparecido llorando a una vidente y, al preguntarle �sta por qu� lloraba, la Virgen le hab�a respondido que estaba triste porque la cat�lica Irlanda iba a entrar en la p�rfida Europa.

(Carcajada). Efectivamente, creo que algunos cat�licos tienen miedo a Europa porque piensan que es laicista.

Usted se muestra partidario de aproximar en lugar de excluir, pero en los pa�ses isl�micos Occidente s�lo quiere democracias a su gusto, y eso provoca fracturas.

Soy un hombre convencido de que se ha de aceptar el desaf�o de la democracia siendo consciente. Churchill ya dijo algo sobre eso, de que la democracia no es el para�so. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial tambi�n tuvimos en Italia la tentaci�n de una democracia protegida, pero De Gasperi y P�o XII aceptaron el reto democr�tico que representaba dejar entrar en el juego electoral al Partido Comunista Italiano. En 1946, un emisario norteamericano mantuvo en Madrid conversaciones con Franco y Mart�n Artajo. Cuando el emisario norteamericano viajo a Roma y se entrevist� en el Vaticano con P�o XII, le transmiti� el mensaje espa�ol de que a los comunistas no se les deb�a dejar participar en las elecciones porque eran un peligro para la democracia. P�o XII y De Gasperi no hicieron caso y apostaron fuerte. Hoy el problema no son los comunistas. Son los islamistas. Tenemos los casos de Turqu�a, de Argelia, de Palestina. El caso de Turqu�a es muy interesante porque le poder militar hace de contrapeso en un marco leg�timo, y no entiendo la postura de Europa, que no quiere el contrapeso militar y no quiere que ganen los islamistas. Me parece una pol�tica incoherente. En el caso argelino, las elecciones invalidadas tras el triunfo islamista en la primera vuelta llevaron a una democracia protegida, que no es democracia real.

Excluir al FIS de las elecciones se bas� en que el partido islamista no ofrec�a garant�as democr�ticas, lo cual era cierto. Pero tambi�n es cierto que el resultado de aquella decisi�n fue una guerra tremenda en la que Sant�Egidio trat� de mediar sin resultado porque el gobierno argelino consider� que era tender una mano a los enemigos de la libertad. En cuanto al conflicto de Tierra Santa, tierra prometida a demasiada gente, la falta de convivencia est� a flor de piel, d�a tras d�a, de forma dram�tica.

Cit� a Juan Pablo II como el �ltimo gran europeo. A m� me produce tristeza que desde el Vaticano se haya arrinconado la memoria de Juan XXIII. Cuando menos, tengo esa sensaci�n.

Creo que Juan XXIII fue un grand�simo Papa. Hablan de �l como del Papa bueno, como de un p�rroco del mundo. Fue eso, pero tambi�n fue un gran diplom�tico que entendi� que le mundo es la civilizaci�n del convivir. La �Pacem in terris� ha quedado como un gran documento. Creo que Juan Pablo II quer�a beatificarlo. Con el paso del tiempo, la figura de Juan XXIII crecer�.

�Se le ha arrinconado porque los sectores conservadores de la Iglesia no le perdonan la apertura que represent� el concilio Vaticano II?

S�. Pero la Iglesia camina. Soy optimista.

Un sacerdote romano me dijo un d�a que los papas mientras el agua del T�ber hace siglos que circula.

Es as�. Juan Pablo II fue un hombre muy interesante. Tuvo algo del esp�ritu de Juan XXIII, pero tambi�n de Pablo VI, un Papa grande que ha escrito el programa, la partitura de una m�sica que Juan Pablo II ha cantado como un gran artista.

A Pablo VI, los sectores conservadores de la Iglesia tampoco lo recuerdan con veneraci�n.

Le toc� un pontificado en tiempo muy dif�cil: 1968, momento de la �ltima revoluci�n europea, cuando Europa ten�a una idea para el mundo, cosa que hoy no tiene. El 68 represent� la ruptura con la tradici�n y las instituciones, con la jerarqu�a y la familia, con la universidad y el ej�rcito. A Pablo VI le toc� gestionar la contestaci�n, tuvo que enfrentarse a una derecha cat�lica fuerte en a�os en los que parec�a que la secularizaci�n se impondr�a poco menos que totalmente siguiendo el dogma de la filosof�a francesa: m�s modernidad, menos religi�n. La realidad ha sido distinta. Dios ha vuelto, guste o no guste.

Ha regresado la necesidad de Dios en un tiempo en el que las iglesias tradicionales est�n en crisis y proliferan pentecostales y sectas, muchas de ellas de esp�ritu totalitario. �No es otra de las paradojas de estos tiempos?

Lo es. La proliferaci�n de nuevas iglesias, de sectas o de religiones es un fen�meno nuevo que se ha extendido por Latinoam�rica, por Estados Unidos, por �frica y por Europa del Este. Me pregunto: �qu� dan hoy las iglesias tradicionales � la cat�lica, la ortodoxa, las protestantes � que compiten en el mercado de las religiones?

En Estados Unidos vi una de las nuevas iglesias exhibiendo una gran pancarta en la entrada del templo ofreciendo a los fieles no consuelo espiritual sino la mejor refrigeraci�n y los reclinatorios m�s c�modos de todas las iglesias de la ciudad.

(Risa.) Si hubiese sabido ese dato antes de escribir mi libro, lo hubiese incluido. Es un hecho que nuestros templos suelen ser inc�modos y que las nuevas iglesias o sectas surgidas en los �ltimos a�os han hecho un buen proselitismo de mercado, pero me pregunto si no son m�s lobbies al servicio del poder que iglesias al servicio del ser humano. Pienso en Guatemala del dictador R�os Montt y en su secta. En el contexto actual, la unidad de las iglesias cristianas tradicionales es necesaria porque su separaci�n legitima la proliferaci�n de las nuevas iglesias y religiones.

Una frase de su libro me parece dram�tica porque muestra la ra�z de muchos de los conflictos que sufre hoy el mundo: la misma tierra para diversas pertenencias.

Como indiqu� antes, el caso m�s dram�tico es el de Tierra Santa. Insisto en la necesidad de saber convivir porque hoy no podemos hablar de una sola civilizaci�n. Mi propuesta, realista, es la de la civilizaci�n del convivir porque creo que conviviendo se crea un mestizaje para que los j�venes se enamoren entre s� y formen una familia, para que los valores de cada uno se compartan junto a las m�ltiples identidades: usted es cat�lico, pero tambi�n es laico, y es espa�ol, pero tambi�n es catal�n y europeo. Es el conflicto el que lleva a que emerja una sola identidad.

�Qu� sabe usted de ETA?

Que es un fen�meno de fundamentalismo �tnico que genera terrorismo.

�Medi� en una negociaci�n la Comunidad de Sant�Egidio?

Nosotros hemos seguido muchas situaciones de conflicto.

�Y en el caso de ETA y el Gobierno espa�ol?

Disc�lpeme, pero no quiero hablar mal de los se�ores Aznar y Mayor Oreja.

Jos� Mart� G�mez