Comunità di S.Egidio


 

01/09/2007


La pena de muerte pierde terreno
Entrevista con el portavoz de la Comunidad de San Egidio, Mario Marazziti

 

El pasado 27 de junio, el presidente de la Rep�blica de Kirguizist�n, Kurmanbek Bakiev, firm� la ley que elimina definitivamente la pena de muerte del sistema jurisdiccional del pa�s.

La Comunidad de San Egidio ha trabajado desde hace tiempo en uni�n con las autoridades y los principales movimientos abolicionistas locales para construir y acoger el proceso de extinci�n definitiva de la pena capital y hacer del Kirguizist�n un pa�s clave en el proceso que est� convirtiendo a Asia Central en una nueva �rea geopol�tica liberada del homicidio estatal.

En este contexto la agencia Fides, �rgano informativo de la Congregaci�n vaticana para la Evangelizaci�n de los Pueblos, ha entrevistado a Mario Marazziti, portavoz de la Comunidad de San Egidio, quien desde hace muchos a�os est� comprometido en la causa de la abolici�n de la pena de muerte.

--El Nuevo Testamento, adem�s de distinguir entre pecado y pecador, indica al cristiano la obligaci�n de practicar el perd�n y la misericordia, en base al ejemplo dado por Jes�s desde la Cruz. �Piensa usted que en el tercer milenio pueda ser esta � con el debido respeto a las dem�s religiones � la l�nea gu�a de quien trabaja por la abolici�n de la pena de muerte en el mundo?

--Mario Marazziti: Seguramente los cristianos pueden y deben abrirse a una visi�n abierta al perd�n que sepa siempre dar vida a una justicia capaz de corregir y de ofrecer al mismo tiempo la posibilidad de cambio, pero sostengo que es dif�cil que esta visi�n pueda plasmarse en un sentimiento com�n internacional sobre el tema del crimen y de la pena. Ciertamente es necesario afirmar el concepto y la pr�ctica de una justicia siempre rehabilitar�a y nunca incapaz de no poder devolver aquello que es quitado: la vida. Toda pena que no deja posibilidad de cambio y de redenci�n corre el riesgo de ser inhumana, y de ponernos en el lugar de Dios, otorg�ndonos un poder sin l�mites e involucrando al Estado y a la sociedad civil en el peor de los cr�menes. Pienso que, como dice el libro de Job, el soplo de la vida est� en las manos de Dios y que ni la sociedad, ni el hombre, ni el Estado pueden ponernos en el lugar de Dios. Espero que las sociedades del siglo XXI puedan abrirse y plantear penas adecuadas, en grado de reconciliar los sectores de la sociedad civil y por ello capaces tambi�n de comprender que el perd�n puede representar una ventaja para la sociedad entera, liber�ndola del odio y de la venganza, sobre todo en el caso de guerras civiles y de conflictos.

En este sentido, pienso que la opci�n de Ruanda por abolir la pena de muerte, y ojal� sea pronto tambi�n la de Burundi, ayudar� a introducir en aquellas sociedades laceradas por el genocidio y el odio �tnico, una luz de esperanza y de convivencia sin violencia.

--Hay quienes sostienen que sobre el tema de la pena de muerte se est� delineando un sentir com�n contrario a los grupos dirigentes m�s cultos que gobiernan los Estados, �es cierto?

--Mario Marazziti: Yo, a decir verdad, veo un progreso importante de la sensibilidad mundial respecto al rechazo de la pena capital. No creo que el crecimiento de esta sensibilidad sea fruto solamente de una evoluci�n del pensamiento de inteligencias estrechas. Se est� afirmando una conciencia mayor, en el sentido de que la pena de muerte es un atajo del que se vale el Estado, frente a la responsabilidad primordial que tiene de salvaguardar la vida de las personas. Por la existencia de problemas sociales que no se afrontan y no se saben afrontar, irrumpe la conciencia de la inutilidad en cuanto medio, de la pena de muerte y de su capacidad disuasiva, as� como de su uso discriminatorio en perjuicio de las minor�as sociales, �tnicas, religiosas y de adversarios pol�ticos. Pienso, por ejemplo, que en el mundo de los afro-americanos hay un fuerte rechazo de la pena de muerte, que no tiene nada que ver con las elites cultas y por ello con la idea de unos derechos civiles y humanos de las minor�as que detentan el poder; es una idea que se ha afianzado bajo la percepci�n de la exclusi�n y del racismo, que viene acompa�ada tambi�n, en una democracia grande como la de los Estados Unidos de Am�rica, por la eliminaci�n de la pena capital. Se trata de un gran movimiento de toma de conciencia que a veces se queda at�nito frente al enorme n�mero de errores judiciales y ejecuciones, a veces por el hecho de que la condena a muerte agrega siempre una muerte y muchas otras v�ctimas � incluidos los miembros de la familia de los condenados � a las v�ctimas de los cr�menes ya cometidos. Puede que exista ciertamente una �lite m�s advertida, que siente que la pena de muerte afianza una cultura de muerte, mientras afirma que combate por la vida y que quiere combatir el crimen. La contradicci�n es sumamente fuerte, pues esta cultura de muerte es legitimada al nivel m�s alto del Estado e involucra a toda la sociedad civil y finalmente se reduce a una propia y verdadera venganza de Estado, cuando en nuestra �poca existen ya siempre medidas alternativas.

--�Piensa Usted que existen las condiciones para un pronunciamiento favorable de las Naciones Unidas sobre la suspensi�n de la pena de muerte?

--Mario Marazziti: Existe ya el n�mero necesario para alcanzar el objetivo de una mayor�a que pueda aprobar por primera vez una resoluci�n para la suspensi�n de la pena de muerte en la asamblea de la ONU. Para llegar a este resultado es necesario que la resoluci�n no sea presentada s�lo por Italia y Europa, sino que � y esta es la direcci�n que se ha tomado � sea co-promovida por importante pa�ses gu�a y s�mbolo del sur y de otras zonas del mundo (Brasil, M�xico, Chile, Senegal, Sud�frica, Camboya, Filipinas, para citar s�lo algunos). De esta manera no ser� posible utilizar el argumento, ya utilizado en el 99, de que se trata de una visi�n neo-colonialista de los derechos humanos que los pa�ses ricos querr�an imponer al resto del mundo.

Contempor�neamente, se debe hacer un trabajo de claridad y de convencimiento, en relaci�n a muchos pa�ses abolicionistas de hecho que podr�an estar preocupados si la resoluci�n se convirtiese en arma de intercambio pol�tico de ayudas entre grandes pa�ses (China, Estados Unidos, Arabia Saudita, por ejemplo) sobre otras cuestiones, a cambio del voto favorable a la resoluci�n. La resoluci�n, en cambio, se debe presentar como una oferta y como un puente tambi�n para los pa�ses proteccionistas y para aquellos pa�ses que no se sienten preparados para afrontar a la opini�n p�blica con el fin de explicar el cambio hacia otra direcci�n de marcha. Es seguramente una gran ocasi�n esta que se est� abriendo, para un proceso civil y democr�tico. Con seguridad la sinergia entre las grandes organizaciones no gubernamentales, los Gobiernos europeos, y los Gobiernos sensibles a la cuesti�n tambi�n en �frica, puede dar buenos resultados. Pero es necesario trabajar, y mucho. No es de ning�n modo un proceso autom�tico�.

--En el caso de que se de un pronunciamiento favorable, �cu�les ser�an las consecuencias, inmediatas y a mediano plazo?

--Mario Marazziti: La consecuencia inmediata ser�a la afirmaci�n de una cultura y de un principio sumamente �til al mundo: no es necesaria la pena de muerte ni siquiera frente a cr�menes horrendos o frente al genocidio, como se ha afirmado ya al momento de la constituci�n del Tribunal Penal para los cr�menes contra la humanidad y como prev� el Estatuto de este Tribunal que la ONU ha querido. Reafirmar este principio y esta pr�ctica en el Parlamento m�s importante del mundo, se vuelve una �escusa� importante para la adherencia en el caso de aquellos Gobiernos que est�n bajo la presi�n de la b�squeda del consenso pol�tico y la simplificaci�n del debate sobre la seguridad, que en los momentos de crisis utiliza la pena de muerte como supuesta medida disuasoria. Un pronunciamiento favorable ser�a una gran oportunidad para los pa�ses musulmanes, para los pa�ses del Centro-Este europeo, para muchos pa�ses africanos que est�n evolucionando r�pidamente en este terreno y que podr�an sentirse alentados a tomar decisiones justas y valientes. Lo mismo podr�a suceder con algunos Estados internos de Estados Unidos, o en Corea del Sur, o Taiw�n. Ser�a una oportunidad para reabrir el debate sobre la pena de muerte en los pa�ses que ya han declarado la suspensi�n.

--�Si tuviese que indicar un hecho simb�lico para la campa�a contra la pena de muerte dirigida por la Comunidad San Egidio, cu�l mencionar�a? �Cu�l ha sido su repercusi�n en el mundo?

--Mario Marazziti: Citar�a la llamada a una suspensi�n definitiva que lanzamos en el a�o 2000, que recogi� 5 millones de firmas. Un hecho que quisimos concebir como interreligioso y que reflej� c�mo se ha creado una convergencia de todas las culturas, independientemente de la pertenencia. Otro hecho: las miles de ciudades del mundo �pertenecientes tambi�n a pa�ses que conservan la pena capital� todas conectadas por el 2002 por la Vida contra la pena capital. Estos hechos me llevan a decir que el mundo est� cambiando, m�s de lo que creemos. Incluso Texas �donde durante este a�o se ha practicado un n�mero de ejecuciones superior a la mitad de las ejecuciones practicadas en todos los Estados Unidos � no existe ni un solo peri�dico que no haya publicado alg�n art�culo sobre la necesidad de una suspensi�n. Incluso en esa parte del mundo algo se est� moviendo. Mucho, dir�a yo.

--Hay quienes dicen que los esfuerzos contra la pena de muerte resultan muy contradictorios en quien viene de una Europa que no respeta mucho la vida en otros campos, como si la batalla contra la pena de muerte naciera de la secularizaci�n y del hecho de no creer en la vida m�s all� de la vida.

--Mario Marazziti: A primera vista, quien afirma esto, tiene raz�n, pero olvida que el pa�s que m�s uso hace de la pena de muerte en el mundo es la China, que no es conocida en el mundo por su sentido de la trascendencia, y olvida tambi�n que en realidad, entre las grandes democracias occidentales tenemos mundos completamente distintos � Jap�n, India, Estados Unidos, por ejemplo � que conservan la pena capital. Por ello, el rechazo a la pena de muerte sobretodo en Europa, tiene mucho que ver con una concepci�n cristiana y con el horror por la cantidad de muertes en el continente debido a dos guerras mundiales y a la Shoah, que ha impulsado a las nuevas democracias europeas, desde la post-guerra en adelante, a buscar un nuevo camino capaz de rechazar la muerte individual y la guerra como muerte colectiva. Que existan contradicciones en otros terrenos es parte de la historia, y el rechazo de la pena capital podr�a impulsar un re-pensamiento tambi�n sobre otras cuestiones, en el respeto, en todas ellas, a la vida.