Kardinal, Spanien
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Me satisface muchísimo saludar cordialmente a los jefes de estado, a las personalidades, a los líderes de las grandes religiones mundiales, a las personas del mundo de la cultura y de la política que participan en este XXV Encuentro Internacional de Oración por la Paz que se celebra en la ciudad y en la sede de la Iglesia de Barcelona, convocado por la Comunidad de San Egidio y el Arzobispado de Barcelona. Paz y bien a todos. Los ciudadanos y los diocesanos hemos abierto nuestros corazones y nuestros brazos para ofrecer una agradable hospitalidad a todos los participantes del Encuentro, de acuerdo con nuestra tradición de ser “archivo de la cortesía” como afirmaba de Barcelona Miguel de Cervantes, autor de El Quijote.
El XXV Encuentro Internacional de Oración por la Paz que hoy inauguramos es un auténtico don de Dios. Dios creador del universo y del hombre y de la mujer, que tiene un plan de fraternidad y de paz para toda la historia de la humanidad. Las religiones quieren ser fieles a esta orientación que Dios ha dado a su obra de la creación. Lo creyó vivamente el Papa Juan Pablo II y lo creyeron también todos los representantes de las grandes religiones cuando se reunieron en Asís en el año 1986 para pedir el don preciado de la paz que tristemente todavía hoy no está presente en todos los lugares del mundo.
La presencia de todos nosotros en Barcelona congregados por la Comunidad de San Egidio y acogidos por esta Iglesia archidiocesana y metropolitana, quiere ser un llamamiento a todo el mundo para hacerse eco del mismo mensaje final de aquel Encuentro celebrado en esta ciudad en el año 2001: “El diálogo no ha acabado y es el único camino viable y serio para el futuro de la humanidad”. Después de aquel 11 de septiembre de 2001 cuando cayeron las torres gemelas, este mensaje es actual y muy necesario, porque no faltan voces que proclaman que el diálogo es absolutamente inútil, hasta el punto de ser contraproducente y signo de debilidad. El diálogo, el perdón y la compasión no son nunca signos de debilidad, ya que Dios nunca manifiesta tanto su omnipotencia como cuando se perdona y se compadece.
La paz hoy tiene también el nombre de justicia. Estos días dialogaremos sobre expresiones de la justicia en muchas situaciones de la realidad religiosa, social, cultural, política y económica del mundo. Tenemos muy presentes los conflictos existentes en el mundo y los procesos de paz, como el que está en curso entre palestinos y judíos. Urge un trabajo de todas las religiones, de la comunidad internacional y de todo hombre y toda mujer para el desarrollo de los pueblos, la erradicación de la epidemia del hambre, del sida y de la malaria, el respeto al derecho de la libertad religiosa y la superación actual de la crisis económica mundial.
Aun así, junto con el Santo Padre Benedicto XVI, tenemos que decir que “la religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo sólo si Dios tiene un lugar en la esfera pública... La exclusión de la religión del ámbito público, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad”1. La celebración de estos encuentros anuales pone en relieve lo que las religiones ofrecen a las personas y a la sociedad para conseguir un desarrollo integral, y se vaya construyendo una globalización en la solidaridad.
El Espíritu de Asís que se mantiene vivo con estos encuentros pretende hacer realidad el lema que nos convoca: “Familia de Dios, familia de los pueblos”. El Espíritu de Asís nos recuerda la relación entre Dios y la humanidad para que la humanidad se convierta en una auténtica familia de todos los pueblos del mundo. Esto no es una utopía, aunque no sea fácil de conseguir. Esto no es una utopía porque somos conscientes de la fuerza de nuestra igualdad y dignidad de la persona humana. El panel de Mesas Redondas, el diálogo entre todos y la oración de cada grupo religioso contribuirán a hacer más real nuestra fraternidad y nuestra solidaridad especialmente con los pobres y necesitados que tristemente son muchos en el mundo.
Deseo a todos los que participan en este XXV Encuentro Internacional una estancia muy agradable en esta Iglesia y ciudad de Barcelona, y un trabajo muy fecundo para que se haga más realidad la “familia de Dios y la familia de los pueblos”. Muchas gracias.
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