El sábado 24 de abril por la mañana, poco después de las 8, se derrumbó el techo de un edificio de via Gianturco, nº 50, en la periferia oriental de Nápoles, un edificio en mal estado, como otros de la zona, donde vivían algunos ciudadanos polacos sin domicilio fijo.
Dos personas, que pudieron escapar sin sufrir daños, dieron la señal de alarma y llamaron a los servicios de emergencia. Taddeus, herido, fue transportado al hospital, mientras que no se pudo hacer nada por Aleksandra.
Faltaba una quinta persona: las excavadoras, los bomberos y los perros continuaron buscando sin parar hasta la mañana siguiente, domingo 25, cuando encontraron el cuerpo de Ceslav, polaco, de 50 años.
Algunos supervivientes relataron que mientras se producía el derrumbe, Aleksandra estaba escuchando Radio María y rezaba con el rosario. Se trataba de personas que vivían en condiciones de extrema pobreza a causa de la pérdida o de la precariedad del trabajo y de la salud, como muchos otros; pero a pesar de ello no habían perdido la dignidad y la humildad.
La Comunidad de Sant’Egidio va cada semana, desde hace casi diez años, por aquellas calles, para encontrarse con los amigos de la calle llevarles cena, ropa, mantas, pero sobre todo para pararse y hablar para devolverles su dignidad y para rehacer los hilos de una integración posible, aunque difícil a causa de los numerosos obstáculos y los pocos derechos.
Tras la proclamación de duelo de la ciudad por parte del alcalde, en espera de celebrar los funerales de Aleksandra y Ceslav, la Comunidad de Sant’Egidio manifiesta el dolor ante la pérdida de dos amigos queridos y compañeros de calle y desea que haya solidaridad y acogida para todos por parte de la ciudad entera frente a una pobreza cada vez mayor. |