El verano es siempre un momento de especial proximidad con nuestros amigos de la casa familia de Tirana (que se conoce también como la "shtepia e kuqe", la casa roja). Muchos se han alternado para que el verano sea un tiempo para vivir la alegría de poder estar juntos y renovar una historia de amistad realmente larga y fiel.
Desde las vacaciones al mar hasta la cotidianidad normal, todo es extraordinario para quienes hasta noviembre estaban encerrados en el hospital psiquiátrico, y ahora viven el primer verano de libertad juntos en la nueva casa. Así, relajarse bajo un parasol, jugar un partido de fútbol, cenar juntos al aire libre o tomar el autobús para ir a visitar la nueva catedral ortodoxa son signos de un milagro que crece.
Para algunos, ir al mar después de tanto tiempo y ver toda aquella arena y aquella agua fue un momento de emoción. Otros, que ya habían ido años anteriores, estaban preparados en la puerta de la casa, tres horas antes de salir, con la maleta en la mano.
Para todos, una buena cena al aire libre, en medio de olivos, fue la ocasión de brindar, cantar y dar las gracias "a los amigos italianos que ayudan a vivir bien", como nos dijo Bardhi alzando su vaso de vino, feliz por haber recuperado una vida.
Para los dieciséis residentes de las dos casas familia el día es diferente. Por la mañana, tras el desayuno y el afeitado, todos listos para salir a hacer una parada en el bar o una partida de domino en casa, sin olvidarse de leer el periódico deportivo para conocer las últimas noticias sobre el fútbol en verano, muy seguido en Gramozi. Algunos reciben la visita semanal de los parientes, felices y agradecidos por la nueva vida de sus seres queridos.
Luego Arben, Bujar y Gimi ayudan a poner la mesa mientras que Drita, la cocinera, termina de preparar una buena comida veraniega albanesa que empieza con un "tarator" a base de yogur, que todos los amigos de la casa disfrutan.
Por la tarde, después de descansar cada uno en su habitación bien frescos gracias al aire acondicionado, pasan todos juntos el rato en el patio de la primera casa, más amplio y acogedor, para hacer una fiesta con música, juegos y los bailes albaneses que nunca pueden faltar. Un buen helado o una fresca macedonia gustan a todos y alegran a nuestros amigos.
Muchas veces salen para hacer una pequeña excursión en grupos o todos juntos por los alrededores de Tirana. Sus destinos son de lo más variado: salen hacia la montaña de Dajti en búsqueda del fresco, visitan el castillo de Petrela o van al parque del centro de la ciudad donde hay un lago artificial.
A todos –tras años de "reclusión"– les gusta mucho salir con la furgoneta para atravesar la ciudad y ver cómo ha cambiado. A veces, por la calle, encuentran a viejos amigos y se paran a charlar y a presentar, orgullosos, a sus amigos de la Comunidad.
Tampoco olvidan visitar a los que volvieron con sus familias y ya no viven en la "casa roja": Namik y Shpetim esperaban a sus amigos de la Comunidad y los recibieron con los brazos abiertos.
También Juigin y Elvis, otros dos amigos enfermos muy jóvenes a los que visitamos en sus casas. Sus madres nos dieron las gracias por la fidelidad y el apoyo de la Comunidad que no les ha olvidado.
Pero no podemos olvidar a nadie: en las fotos se ve que la amistad ha creado una unidad entre quien visita y quien es visitado, entre quien ayuda y quien es ayudado, una evidente semejanza, un aire de familia: la misma sonrisa, la misma alegría de una vida recuperada.
Y la mejor prueba de que la "casa roja" es realmente el mejor tratamiento para quien ha sufrido mucho dolor en su vida es precisamente una casa y una familia. |