La Comunidad de Sant’Egidio nació en Roma en 1968, por iniciativa de un joven menor de veinte años, Andrea Riccardi. Reunió un grupo de estudiantes de bachillerato para escuchar y poner en práctica el Evangelio. La primera comunidad cristiana de los Hechos de los Apóstoles y Francisco de Asís fueron sus primeras referencias.

Aquellos estudiantes visitaron las zonas marginales de Roma, comenzando una historia de amistad con los niños pobres, estudiando: era la Escuela Popular. Actualmente la comunidad está en más de 70 países del mundo, conformándola unos 50.000 miembros. Es difícil calcular el número de todos los que se unen al servicio de los más pobres y a las actividades que se realizan.

La oración

La primera «obra» de la Comunidad de Sant’Egidio es la oración. Del encuentro con la Escritura, puesta en el centro de la vida, nació una propuesta personal.
La invitación a convertirse y dejar de vivir solo para uno mismo. Comenzar a ser instrumentos de un amor más grande para todos, y sobre todo para los más pobres. Escuchar y vivir la Palabra de Dios como lo más importante de la propia vida.
La imagen más auténtica es la comunidad en oración, cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios. Es como la familia de los discípulos reunida en torno a Jesús. La oración eleva al Señor las necesidades de cada uno, de los pobres, y las del mundo.

Comunicar el Evangelio

El Evangelio es la buena noticia que compartir con los demás, el tesoro precioso, la lámpara que no se puede esconder. El Evangelio es una responsabilidad para los miembros de la comunidad, llamados a comunicarlo. Es ser discípulos, vivir y comunicar la Palabra de Dios. Una experiencia de alegría y fiesta, como en el Evangelio de Lucas cuando los setenta y dos discípulos volvieron contentos diciendo: «Señor, incluso los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10,17).
Esta es la experiencia de todo discípulo y de cada miembro de la Comunidad de Sant’Egidio.

Amistad con los pobres

Otra Característica importante de Sant’Egidio, es el servicio a los más pobres vivido como una amistad. El Evangelio no puede vivirse lejos de los pobres: los pobres como amigos y el Evangelio como buena noticia para ellos.
La amistad ha crecido con tantos pobres: Niños de zonas marginales, en riesgo por la violencia, minusválidos, personas en las calles, inmigrantes, enfermos de SIDA, los encarcelados, ancianos en los asilos, refugiados y gitanos. Los pobres, sin excepción, son familiares de la comunidad con pleno derecho. Donde se encuentra Sant’Egidio desde Roma a San Salvador, desde Camerún hasta Bélgica, Ucrania o Indonesia, existe siempre la amistad y familiaridad con los pobres. Ninguna comunidad, ni la más joven, es pequeña o débil, como para no poder ayudar a otros pobres. Es el óbolo de la viuda que tiene un gran valor ante el Señor (Mc. 12,41).

El servicio a la paz

La amistad con los pobres llevó a comprender que la guerra es la madre de todas las pobrezas.
El amor a los pobres, implica trabajar por la paz, para proteger la vida cuando se ve amenazada y ayudar a reconstruirla.
Algunos miembros de la comunidad han sido facilitadores o mediadores en conflictos fratricidas que han durado muchos años, como en Mozambique y en Guatemala, donde se ha firmado la paz.
África sufre muchas guerras, por ello es centro de las preocupaciones y los esfuerzos de Sant’Egidio. De estas experiencias ha crecido la confianza en la «fuerza débil» de la oración y en el poder del cambio de la no violencia, la persuasión, el encuentro y el dialogo.

Sant´ Egidio en El Salvador

La amistad con El Salvador, comienza después del asesinato de Monseñor Romero, en Marzo de 1980. Su muerte impacta las comunidades en Roma y Europa. Inicia así una larga amistad con El Salvador. Se conoce sobre la guerra civil que vive el país, y desde esa fecha, cada 24 de Marzo se reza por la paz. Con el deseo de ser testimonio de la Buena Noticia y de amor por los pobres, nacen varias comunidades de Sant’Egidio en El Salvador, signo de esperanza para tantos niños y ancianos pobres, y personas que viven en la calle, con quienes se comparte cotidianamente una amistad.

La palabra de Dios Es luz para nuestros pasos

Evangelio según San Marcos 1, 32-34. Los enfermos delante de la casa de Jesús. «Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues lo conocían».
La escena evangélica de los enfermos y de la ciudad entera que se reúne delante de la puerta de la casa de Jesús, interroga a cada cristiano. La fuerza, en efecto, no está en el número de miembros, sino en el corazón. Jesús enseña a sus discípulos, a abrir el corazón a las numerosas peticiones que salen de los débiles y de los pobres.

El mundo en que vivimos, por el contrario, se cierra a la compasión, y enseña a vivir con un corazón estrecho.
Cuando una comunidad se reúne para la oración, aquella escena evangélica se realiza de nuevo en la oración, los corazones hacen espacio a los olvidados de este mundo, y el grito de misericordia sube hasta el Señor. Pidamos al Señor, que nosotros, discípulos suyos, nunca dejemos de escuchar la petición de amistad de los que han sido heridos por la vida.
Si los cristianos escuchamos el Evangelio y el llanto de los pobres, nuestro mundo tan deshumano puede cambiar. Cada cristiano se tiene que parecer a la puerta desde la cual, Jesús, mira al rostro de los desesperados, y se conmueve por ellos hasta el punto de sanarlos.