| 11 Oktober 2015 |
La necesaria acogida a los sirios |
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Las ciudades sirias de Homs o Alep son un espectro de lo que eran. No se ha dedicado la atención ni los esfuerzos necesarios para detener la guerra y atender a la población. Pienso en las insistentes y aisladas llamadas de Andrea Riccardi por la paz en Alep (#savealeppo). Afortunadamente la llegada de miles de refugiados al continente europeo nos recuerda una guerra que ya dura más que la Primera Guerra Mundial.
La ciudad de Homs, cercana a la frontera con el Líbano, fue sitiada desde el principio de la guerra en Siria. Se ha librado una terrible batalla, ha sido bombardeada y destruida sistemáticamente. Una larga hemorragia de refugiados se instalaron en el Líbano.
En mayo de 2013 la Comunidad de Sant’Egidio acogió a un grupo de familias procedentes de Homs. Llevaban el miedo por los bombardeos y el cansancio de la huida escritos en el rostro. La Manar vio cómo se destruía su casa en Homs y las quemaduras de su cuerpo le recuerdan cada día las bombas. Muchos habían perdido a algún familiar y tenían la preocupación por el futuro de sus hijos. Ahora ya son 38 familias, unas 150 personas procedentes de diferentes ciudades.
Viven en El Raval en pequeños pisos con pocos muebles pero abarrotados de personas tumbadas en alfombras. Algunas estufas les ayudaron a pasar el frío del invierno. Los niños van a la escuela y aprenden rápido a hablar con fluidez el catalán y el castellano. Los adultos como Tarek aprenden la lengua en la Escuela de Cultura e idiomas de Sant’Egidio, donde comparten aula con amigos de todo el mundo. Cada semana van al centro de acogida para recibir una ayuda.
La mayor parte de estos sirios han entrado en Europa a través de Ceuta y Melilla. Han hecho un largo viaje atravesando el Líbano, Epigto, Algeria, y Marruecos. Cuando llegan a la península continúan hacia el norte o buscan un alojamiento por medio de familiares o conocidos. Hamid ya había estado en Barcelona por negocios y consiguió la residencia. Cuando empezó la guerra trajo a toda la familia a Barcelona. En su ciudad, cerca de Alep, lo han dejado todo y ahora reinician su vida.
La celebración de la Comida de Navidad, la fiesta del Ramadán, una visita cultural por la ciudad han sido ocasiones para conocerse y compartir. «Gracias por invitarnos. Lo hemos perdido todo y ahora tenemos una nueva familia», decía Safi. No es fácil curar las heridas de la violencia rehaciendo la vida en un nuevo país. Pero la solidaridad y la amistad son el ungüento que tenemos en nuestras manos para acoger.
Estos refugiados solo son los primeros de los que vendrán. Para acogerlos hay que madurar una nueva visión de Europa capaz de integrar al que es diferente y hacer de nuestras ciudades un puerto para refugiarse y rehacer la vida. ¡Afortunadamente Barcelona quiere estar al frente de este movimiento de simpatía y solidaridad!
Jaume Castro
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