Comunità di Sant'Egidio

Pascua 2003
Misa del domingo de Ramos


Primera Lectura

Salmo responsorial

Segunda Lectura

Lectura del Evangelio

Homil�a


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Pascua 2003

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Homil�a

La Semana Santa se abre con la memoria de la entrada en Jerusal�n. Jes�s quiere entrar en Jerusal�n como nunca lo hab�a hecho antes. El Mes�as, que hasta aquel momento se hab�a mantenido oculto, toma posesi�n de la ciudad santa y del Templo, revelando as� su misi�n de verdadero y nuevo pastor de Israel, aunque ello �y lo sabe bien� le comportar� llegar hasta la muerte. Sin embargo, no entra en un carro como el jefe de un ej�rcito de liberaci�n, sino sobre un pollino, tal como hab�a predicho el profeta Zacar�as. La gente lo intuye, extiende sus mantos y grita �Hosanna�. Finalmente llegaba el Salvador. Su rostro no es el rostro de un poderoso o de un fuerte, sino el de un hombre manso y humilde. En pocos d�as el rostro de Jes�s ser� el de un crucificado, el de un derrotado. Esta es la paradoja del domingo de Palmas, que nos hace vivir juntos el triunfo y la pasi�n de Jes�s. La liturgia, en efecto, con la narraci�n del Evangelio de la Pasi�n despu�s del Evangelio de la entrada en Jerusal�n, parece querer acortar el tiempo y muestra inmediatamente el verdadero rostro de este rey. La �nica corona que le pondr�n sobre la cabeza en las pr�ximas horas es la corona de espinas, el cetro es una ca�a y el uniforme es un manto de p�rpura de burla. Pero desde la cruz cambia el mundo. Empieza a cambiarlo desde dentro, desde el coraz�n de los hombres. El centuri�n romano, al ver c�mo muere Jes�s, se sorprende en su coraz�n y se convierte en creyente. Es un pagano que dice: �Verdaderamente este era Hijo de Dios�.