LOS RELIGIOSOS CONTRA LA PENA DE MUERTE
Y PARA UNAS C�RCELES M�S HUMANAS
UN LLAMAMIENTO DE LOS SUPERIORES Y DE LAS SUPERIORAS GENERALES
DE TODO EL MUNDO
Nosotros, Superiores y Superioras Generales de varios Institutos
de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apost�lica, provocados
nuevamente por las palabras del Se�or Jes�s: �Estaba en la
c�rcel, y acudieron a m� y del mandamiento: �No matar�s�,
deseamos comprometernos y comprometer nuestras familias
religiosas:
-
para que el futuro de todos los presos del mundo sea distinto y
mejor;
-
para que sus
condiciones de vida sean m�s humanas;
-
para que se
borre de los ordenamientos de todos los Estados la verg�enza de
la pena de muerte;
-
para que se
desarraigue definitivamente la cultura de la venganza de todas
las sociedades.
El progreso
social del siglo pasado hab�a hecho madurar en muchas personas
la conciencia que la pena por un delito cometido, aunque fuera
grave, no pod�a ser solamente la justa retribuci�n por el mal
acarreado, sino tambi�n el periodo de formaci�n de una nueva
conciencia.
Bajo el empuje
del miedo y de la inseguridad, la c�rcel est� volviendo a ser un
lugar cerrado, que segrega y deja a un lado, sin ofrecer la
esperanza de cambiar.
En la c�rcel se
vive cada vez peor: los presos se enferman m�s y es m�s dif�cil
tener acceso a los tratamientos; las condiciones de
promiscuidad por el hacinamiento a veces son insoportables. Es
mucho m�s f�cil entrar en la c�rcel si uno es pobre. Y, en los
pa�ses m�s heridos por la miseria, la c�rcel es inhabitable: los
presos hacinados en anfractuosidades asquerosas a menudo est�n
sin luz, sin agua, sin ropa digna. Y frecuentemente son
olvidados.
Como cristianos
no podemos aceptar todo esto. As� como debemos creer en la
fuerza y en la gracia del arrepentimiento, que transforma el
coraz�n y la vida de todos, incluso de los culpables y de quien
ha cometido cr�menes: el arrepentimiento es una fuente de bien y
de humanidad que se contagia y se irradia a todos y que mejora
la sociedad.
Por esta raz�n
pedimos a los gobiernos de todo el mundo de abolir la pena de
muerte: esta no tutela la sociedad y la vuelve b�rbara. No
existe ninguna raz�n justa por la cual se puede quitar la vida
de un ser humano. Todos tienen derecho a la vida y a la
esperanza.
A partir de hoy
renovamos nuestro compromiso a:
- romper la soledad
de los prisioneros y de los condenados a muerte:
- vigilar para que
la justicia, mientras tutela la sociedad, al mismo tiempo sea
ecua, imparcial, razonable, humana, no exenta de gestos de
clemencia.
- acrecentar la
atenci�n de la sociedad, de las instituciones, de la opini�n
p�blica sobre las condiciones de su detenci�n;
-humanizar las
c�rceles y � posiblemente � los corredores de la muerte,
mientras esperamos que estos sean desmantelados.
�Un mundo mejor
es posible!
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