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Palabras e imágenes de la marcha “La cruz de Jesús y las de los pobres por las calles de Nápoles”, en el ámbito del congreso “El don y la esperanza”. En la primera parada, Marguerite Barankitse, fundadora de la Maison Shalom de Burundi, que acoge a niños víctimas del genocidio, sin distinciones étnicas, dijo: "Con la guerra llegó a mi país una violencia terrible que dejó muerte y terror. Muchos niños quedaron huérfanos. ¿Quién está dispuesto a acoger a los niños? Tuve la gracia de poder salvar a 25 y huí con ellos. Fue el inicio, desde aquel día el Señor me ha concedido el don de acoger a muchos".
A sus palabras de esperanza se unió Dante Carraro, presidente del CUAMM: "¡Cuántas cruces, cuánto sufrimiento, cuántas injusticias! ¡Cuántos hermanos y hermanas, madres y niños en particular, están desnudos como Jesús, sin sus vestidos, sin derechos elementales como el de recibir atención sanitaria y tratamiento. La salud no puede ser un privilegio de unos pocos. Es un derecho humano fundamental por el que hay que luchar y trabajar". El largo cortejo fue en silencio hacia la segunda estación, en la plaza del Gesù. A lo largo del camino muchos se paraban en silencio y se unían a la marcha siguiendo la cruz. La segunda parada de la marcha fue en la plaza del Gesù. "Os llaman clandestinos o refugiados, nosotros preferimos llamaros hermanos", dijo Stefano Nastasi, párroco de Lampedusa. Con sus palabras quiso dar razón del sentimiento de los cristianos ante quien, tras viajes difíciles y peligrosos, llega a las costas europeas buscando una vida mejor y una salvación. Jelena Halilovic, de treinta y dos años, nacida en Roma, como sus hijos, explicó el sufrimiento de la vida en los "campos nómadas" y su deseo de ser reconocida como ciudadana italiana. "Tengo cuatro hijos. Asisten a la escuela con seriedad. ¿Qué sueño para ellos? Sueño un futuro distinto. Sueño que lleguen a ser ciudadanos italianos. Yo, de hecho, todavía soy ciudadana bosnia, aunque siempre he vivido en Italia. Nunca he estado en Bosnia y no hablo bosnio. Sueño para ellos un futuro distinto del mío, una vida tranquila, querría verles crecer en una casa, aunque sea modesta, pero donde haya agua, baño y luz. Ese sueño –dijo– se lo confío a Dios". El sueño de una vida mejor ya se ha hecho realidad para Maria Rosaria Caccavale, joven napolitana que vive en la “Casa di Tonia” para chicas en situaciones de dificultad de la diócesis, donde ha encontrado "un aire familiar… aquella sensación que no sentía desde hacía tiempo, y que junto a otras chicas no olvidaremos jamás".
Siguiendo la gran cruz de madera, el pueblo de los Amigos de los pobres se encaminó hacia la antigua iglesia de Santa Clara, que parecía no tener espacio para tanta gente. Allí resonaron las palabras de Joaquín José Martínez, español de nacionalidad norteamericana, ex condenado a muerte y que salió del corredor de la muerte al cabo de tres años tras reconocerse su inocencia. Él supo superar, con el perdón, el rencor hacia quien lo había acusado injustamente: “Jesús dijo: Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen". Hoy estamos llamados humildemente y simplemente a repetir las mismas palabras y a imitar a Jesús. Jesús tuvo la fuerza de pedir al Señor que perdonara a aquellos que lo iban a matar. Sabemos que la vida no me pertenece a mí, ni a ninguno de nosotros, no pertenece al Estado ni al gobernador, ni a nadie más. La vida humana pertenece a Dios, porque fue creada por Dios”. Tesfai Abtemariam, de Eritrea, explicó el drama de los “viajes de la esperanza”: “Intenté tres veces ir a Italia. Una vez la policía italiana interceptó nuestra barca, la segunda vez fue terrible porque después de 6 horas la barca hinchable se deshinchó por un lado; éramos 34 personas con 3 niños y estuvimos en el agua durante 4 horas. ¡Fue un milagro que nos salváramos! Tal vez nos salvamos gracias a una niña que nos pidió a todos que rezáramos. Decía: “rezadle a María y pedid la salvación, no lloréis, rezad”. Llevaba en el bolsillo una imagen de la Virgen. Nos ponía la imagen en la frente y nos pedía que rezáramos. Al cabo de unas horas llegó otra barca hinchable de pescadores egipcios que nos llevó hasta la costa libia". Oración y amor por los pobres fueron el centro del último testimonio, el de Aldo Sarotto, superior general de la Obra Cottolengo: “El amor de Dios, que es comunión, ayuda a crear comunión entre los hombres. Allí donde ya no hay familia, el amor verdadero vuelve a crear la familia, ayuda a hacer sentir al individuo como una persona que recupera un objetivo y una finalidad en la vida. Aprendamos también nosotros a ser discípulos de este maestro que dijo a sus discípulos: “Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”. |
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