Expulsar es un acto de guerra, acoger es un acto de paz. De esta manera tan clara hoy por la mañana muchos jóvenes por la paz han ido al puerto de Catania para recibir a más de cuatrocientos inmigrantes y para recordar a cuarenta y nueve de ellos que se han quedado por el camino, ahogados en la bodega de la barca a la que habían subido. Estamos en el puerto, una vez más, aquí en Catania para recordar a cuarenta y nueve personas que buscaban la esperanza y han encontrado la muerte. No es un ritual, es una oración de jóvenes que sube al cielo acompañando a los amigos que no han llegado. Es la oración de quienes querían ser acogidos, vivos. Es nuestro grito de denuncia.
Hoy es el día del silencio, y también el de una solidaridad que crece entre la ciudad de Catania, entre sus jóvenes y quien llega de la otra orilla del Mediterráneo exhausto a nuestras costas.
En cuanto llegó la noticia del desembarco del barco que los llevó hasta el puerto de Catania, en la sede de la Comunidad de Sant'Egidio empezaron a llegar las primeras ayudas. Zapatos, sobre todo, porque muchos de ellos, muchos niños y mujeres, llegan descalzos y con apenas unos harapos. Pero en el puerto hace falta una sonrisa, alguien que juegue con los niños, una palabra de aliento; por eso estaban también los jóvenes por la paz, nuevos europeos, de los varios centros de acogida que ayudaron a traducir y escucharon las palabras de los que lograron llegar.
Para los Jóvenes por la Paz hoy acoger es realmente un acto de paz, un abrazo entre pueblos, un canto al futuro.
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