El «espíritu de Asís» vuelve hoy a Asís, donde está en casa. Allí dio sus primeros pasos en el lejano 1986, hace treinta años, en tiempo de guerra fría. Fue una iniciativa personal audaz de Juan Pablo II. En la transición del mundo, que entonces estaba en los albores, el papa Wojtyla vio que las religiones podían ejercer un papel de paz, pero también vio que tenían la tentación de santificar los conflictos y las identidades. Por eso invitó a Asís a los líderes religiosos del mundo no para discutir entre ellos, sino sobre todo para orar por la paz. Era una intuición profunda: geopolítica y al mismo tiempo mística. En la entrevista que concedió a Messori, Juan Pablo II, hablando sobre las religiones afirma: «Intentaré mostrar qué constituye para estas religiones el elemento fundamental común y la raíz común». En Asís, el Papa demostró que la aspiración a la paz es algo que unifica a las religiones, y que pone de manifiesto que la oración es la raíz de la paz. Fue un cambio. A partir de la oración se ha ido creando, con el paso de los años, un camino de diálogo ecuménico e interreligioso.
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