En ocasión de la Pascua, Andrea Riccardi visitó Kiev, donde se celebró un encuentro de la Comunidad de Sant’Egidio en el que participaron muchas personas de Ucrania y de Rusia. Este año la coincidencia de los calendarios permitió que los cristianos de todas las tradiciones celebraran los mismos días la Semana Santa y la solemnidad de la Resurrección. Es un signo de unidad de los cristianos al inicio de la segunda década del siglo XXI, que se destacó especialmente en el encuentro de Kiev.
La necesidad de unidad de los cristianos emergió con particular fuerza también ante las demandas de la sociedad, entre las que se observa el aumento de manifestaciones de agresividad y abierta violencia contra los pobres de la calle, se difunde una mentalidad xenófoba y racista, se asiste a la exclusión de la vida social de la parte más débil de la población anciana, cuesta acoger a los niños, como demuestra el masivo uso de la práctica del aborto y el alto número de menores en residencias. El trabajo de Sant’Egidio en Kiev y en otras ciudades de Ucrania y Rusia quiere ser un apoyo concreto a las personas que viven en la calle, a los ancianos y a los niños. Es un trabajo en el que participan adultos, jóvenes universitarios y estudiantes de las escuelas superiores, en un servicio de amistad y de ayuda concreta, además de un trabajo para humanizar la sociedad a través de la promoción de una cultura de la convivencia y de la solidaridad.
Particularmente cálido fue el encuentro del fundador de la Comunidad con algunos ancianos, en sus casas y en la residencia para veteranos del trabajo en el barrio de Lesnoy Massiv, donde viven 300 ancianos, la mitad de los cuales no son autosuficientes. En amistosas conversaciones se evocaron las historias de sus vidas, que conocieron las páginas dramáticas y dolorosas del siglo XX ucraniano y ruso, desde la carestía en Ucrania de 1932-33 hasta el sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, desde las represiones contra los creyentes hasta la ocupación alemana de los territorios ucranianos. Precisamente la generación más anciana, con su experiencia personal de vida, puede transmitir a los jóvenes de Ucrania y Rusia el sentido de la importancia y del valor de la paz, que empieza desarmando el corazón, como sugirió san Serafín de Sarov, con sus palabras recordadas durante el encuentro de Kiev: “Busca un espíritu de paz y miles se salvarán a tu alrededor”.
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