Domingo 2 de octubre, en la casa de la Comunidad de Sant’Egidio de San Lázaro, en Barcelona, ha tenido lugar la ceremonia de inauguración del nuevo año escolar de la Escuela de Cultura e Idiomas y la entrega de los diplomas a los estudiantes de los cursos apenas acabados.
Una ocasión que ha hecho evidente como la lengua y la cultura son premisas fundamentales para favorecer los recorridos de la integración que tienen consecuencias positivas en el tejido social de una ciudad.
Han participado, junto a los estudiantes – representantes de las más diversas culturas, de Bangladesh a Ecuador, de Camerún a las Filipinas – también muchos habitantes del barrio de San Lázaro: una zona central de Barcelona, poblada mayoritariamente por ancianos.
La alegría de una perspectiva de un futuro mejor, gracias a la calificación ofrecida por los diplomas, pero también por haber experimentado concretamente la cultura del “vivir juntos”, que es fundamento de las Escuelas de Cultura e Idiomas que la Comunidad de Sant’Egidio promueve en toda Europa, conecta un circuito virtuoso de solidaridad y promueve la integración, también entre generaciones.
Como han dicho algunos estudiantes, en la escuela han encontrado no sólo un curso de idiomas, sino un “verdadero hogar de familiaridad”, que en muchos se ha transformado en el deseo de participar activamente de esta cultura del convivir.
No es casualidad que algunas mujeres musulmanas, después de haber encontrado a los ancianos de San Lázaro y de haberse dado cuenta de sus difíciles condiciones de vida, se hayan comprometido en recoger dinero para preparar cada mes una comida para los más pobres de ellos. Una bonita prueba del hecho que, favoreciendo los recorridos de integración cultural y humana, la inmigración muestra su verdadero rostro: no un problema, sino un recurso.
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