El 21 de junio, en la catedral de La Habana, se celebró el 45 aniversario de la Comunidad de San Egidio, que coincide también con los 20 años de la presencia de la Comunidad en Cuba.
El cardenal Jaime Ortega Alamino que presidió la liturgia y en la que participaron decenas de sacerdotes y religiosos y muchos amigos , dirigió palabras afectuosas hacia la Comunidad.
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Predicación del Cardenal Jaime Ortega Alamino en ocasión del 45 aniversario de la Comunidad de San Egidio celebrado en la Catedral de La Habana:
Queridos hermanos y queridas hermanas,
Es un aniversario significativo: celebramos el año 45 de la Comunidad de San Egidio. Pero es significativo que hace ya 20 años ya se encuentra establecida esta Comunidad en Cuba, es decir casi la mitad del tiempo de su existencia ha participado nuestra Iglesia aquí, sobre todo en La Habana. Esto nace de un sentido de amor, de servicio auténtico que acompaña siempre al otro para buscar en la humanidad todo aquello que crece del milagro, para que exista paz espiritual, paz social, paz en lo hondo de nuestros corazones.
Este es el gran camino de la Comunidad de San Egidio. El Evangelio de hoy nos habla del amor. No sólo del amor a Dios, sino de ese amor por el cual dirá Jesús que todos reconocerán a los discípulos suyos. Pudiéramos decir que el cristianismo tiene su raíz más profunda en la misericordia. El cristianismo tiene su forma, su identidad en el amor vivido entre nosotros y en el amor servicial hacia todos, en el amor de acogida. Hay un mandamiento que se llama el mandamiento nuevo: “que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Alquien pudiera decir: ¿Dónde está la novedad de este mandamiento de Jesús? La novedad está en la formulación que Jesús hace justamente después de la cena en la cual donó su cuerpo y su sangre, en la manera en que se había entregado, dejando en el pan partido su cuerpo roto por nosotros, en el cáliz de la sangre derramada su anuncio de entrega de la vida en la cruz por nosotros. Este verdadero anuncio, este anuncio sacramental, que se hará siempre en memoria de Él, nos pide un amor nuevo. Ya no dice más: “ama al prójimo como a ti mismo”, sino “amense los unos a los otros como yo los he amado a ustedes” con un amor sin límites. Jesús nos pide que nos amemos con la intensidad que el demostró durante toda su vida. Es un amor de entrega, de rompimiento de sí mismo por los demás. Con ese amor nos ha amado el Señor. Hay un modo superior de amor. No amo al otro como a mí mismo, sino como Cristo nos ha amado a nosotros: con una capacidad de entrega de la vida, de olvidarse de sí, de sacrificarse por el otro. Es un amor único, es amor de Dios traído a la tierra por Cristo. Es un amor que nos invita a servir.
Estamos celebrando el 45 aniversario de la Comunidad de San Egidio. Prodríamos decir nosotros nos hemos asociado a este grupo, hemos decidido hacernos miembros de la Comunidad por su servicio, por la caridad que manifiesta, por el bien que hace. Y no fue así: no fueron ustedes los que eligieron. Dice Jesús: “no son ustedes los que me han elegidgo a mi, soy yo quien les ha elegido y les ha destinado para que vayan y den fruto”. He ahí el misterio de nuestra Fé en toda la Iglesia. A la Fé fuimos llamados por Jesús. Estamos aquí porque cada uno ha sido llamado por Dios y ha querido responder a ese llamado. Somos miembros de una familia que no elige al hermano sino que el hermano se les da.
Hay algo especial, interesante y auténtico en la Comunidad de San Egidio. En algunas ocasiones he visto en la Comunidad a alguien que está sirviendo en algún evento en el cual he participado y me han dicho que esa persona no es creyente pero que quiere servir, quiere hacer el bien. He ahí un modo de invitar a los demás, de llamar a los otros. La Palabra llega unida a esta invitación; una Palabra dicha en el amor y con amor está hecha de gestos y de servicios, y quien llega a la Comunidad comienza a poner por obra. Muchos de ustedes quizás reconozcan que han recorrido este camino: han comenzado sirviendo y amando, y han descubierto que solamente amamos plenamente y servimos bien cuando lo hacemos amando al prójimo como si viéramos en cada uno de ellos a Cristo Jesús. Nos damos cuenta de que el amor con que estamos amando no es nuestro, ha sido donado y puesto por el Señor en nuestros corazones.
El lenguaje del amor es de conversión, de invitación, de descubirmiento de la realidad, de apostolado.
No solamente hacer el bien concreto a alguien que se le sirve por su ancianidad, su debilidad, su soledad, los problemas personales, sus penurias económicas; no solamente esto, es un lenguaje que también habla a otros para que se animen a amar de esta manera y haciendo esto mismo llegue a comprender que la raíz de este amor es la entraña misericordiosa de Cristo y ahí encuentra la verdadera Fé. En su encíclica: “La Caridad en la Verdad” del Papa Benedicto XVI se dice: “no puede haber Palabra de Dios que no vaya acompañada de la caridad, del servicio al prójimo; no puede haber proclamación del Evangelio que no vaya acompañado de amor”. El apóstol Pablo nos dice como el amor debe penetrar todo. Dice San Pablo que debemos ser delicados en el amor. Nos damos cuenta de que de que todos formamos parte de un mismo cuerpo en Cristo Jesús. Pero tenemos dones diferentes según la gracia que Dios nos dé. Si el don es el servicio dedíquense a servir de verdad. Esto lo puede perder nunca la Comunidad, no pierdan nunca el sentido del servicio cotidiano, agotador a veces, que nos reclama todos los días. No pierdan este sentido y comuníquenlo a quienes se incorporan a la Comunidad; es un signo de identificación. Recuerdo aquellas frías noches de enero cuando ustedes salían a vestir con frazadas y a llevar algo caliente a los que viven en las calles. Dice San Pablo: quien hace eso, que lo haga con agrado. El apóstol no pide en si carta grandes virtudes, extrordinarias obras, sino servir con agrado cada día. Dice San Pablo siguiendo el consejo de Jesús en la práctica: “sean cariñosas unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo”. Manténganse en su espíritu ardiente. ¿Cómo? Con la Oración, sino decaemos todos.
Unas palabras que el Papa Francisco repite mucho y que están mucho en el Evangelio: “que la esperanza los tenga alegres”. El Santo Padre decía en aquellas notas que me dio escritas por su mano: “El gozo es evangelizar, aunque sea un fracaso yo he anunciado la buena noticia. El gozo no está en el éxito sino en haberlo hecho”. Hay un gozo en el hecho de servir. Me alegra mucho ver siempre a todos los que integran la Comunidad de San Egidio, la gente de nuestro pueblo que están hoy aquí presentes, que son hombres y mujeres a veces desconocidos pero que sí conocen el servicio, el amor, la paz, aquel buen sabor que ha dejado en sus vidad encontrar a la Comunidad.
Que el Señor los siga ayudando, que no decaiga, que crezca la Comunidad, que continúen siempre en sus servicios a los ancianos de los asilos, a todos aquellos que a veces están deseheredados en la vida; que continúen con ese sentido de diálodo y de reconciliación entre todos, con un servicio amoroso dentro de esta discreción y sencillez que ha caracterizado a la Comunidad. Que todo esto sea auténtico.
Que así sea y que el Señor bendiga a la Comunidad de San Egidio. Amén.
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