Siria, Ucrania, Nigeria, la Rumanía comunista, el martirio de mons. Romero en El Salvador: son muchos los lugares de dolor de los que han hablado los asistentes al encuentro de Amberes.
No obstante, juntos, hoy han querido unirse al dolor de la congregación de las Javerianas (presentes en el congreso con una enviada) por la muerte trágica de sus hermanas en Burundi. Y en Amberes está también el pastor Juvénal Nzosaba, de la Unión de Iglesias Bautistas de Burundi, el país donde las tres hermanas javerianas llevaban a cabo su misión, que condenó el innoble acto "contra misioneros de la Iglesia católica, cuyas obras son apreciadas por todos". Luego siguió un emocionante minuto de silencio entre los presentes. Las hermanas javerianas, como todos los que han sido asesinados en estos años, eran testimonios desarmados.
Y precisamente a partir de la pregunta de cómo ser testigos durante lo que el Papa ha denominado la Tercera Guerra Mundial ha empezado el debate de esta mañana en la mesa redonda "Los mártires en el tiempo actual", en el encuentro interreligioso organizado en Amberes por la Comunidad de Sant’Egidio.
Según el arzobispo siroortodoxo Kawak, "incluso en medio de la violencia creciente debe profesar la fe con dulzura y respeto, signos de la verdadera fuerza, como nos enseña el perdón que muchos mártires dieron a sus persecutores". Su Iglesia sufrió un genocidio durante la Primera Guerra Mundial, el del Sayfo (Espada), cuando medio millón de sirios fueron asesinados por los turcos. "Y hoy –dijo– ¿no son mártires los cristianos expulsados de Mosul y del valle de Nínive? ¿No lo son las mujeres vendidas como esclavas que ven negado su futuro? Son las ovejas llevadas al matadero de las que hablan las Escrituras".
El cardenal nigeriano ONaiyekan, arzobispo de Abuja, piensa en los cristianos que están en peligro en su diócesis a causa de los ataques de grupos islamistas: "El problema es el exclusivismo, la aceptación solo de quien es como tú". De Ucrania, el obispo ortodoxo Nikolai trajo el testimonio de la Iglesia de Kíev, que ayuda a los refugiados: "La Iglesia une a personas totalmente distintas y todos nosotros somos familiares e infinitamente cercanos unos de otros. Custodiamos el principal tesoro de Ucrania: la paz interreligiosa e intereclesial. No hay guerras justas, los cristianos deben mantener una distancia interior con un Estado que quiera reforzar el patriotismo con símbolos cristianos, no deben ceder al delirio patriótico o nacionalista".
Angelo Romano, de la Comunidad de Sant’Egidio, rector de la Basílica de San Bartolomeo all'Isola de Roma, recordó a sor Leonella Sgorbati, asesinada el 17 de septiembre de hace ocho años en Somalia, a la salida del hospital de Mogadiscio: "Iba acompañada por su conductor somalí, Mohammad, musulmán y padre de cuatro hijos, que al ver llegar al asesino, para defenderla, quiso cubrirla con su cuerpo, muriendo antes que ella. Sor Leonella murió poco después repitiendo: "perdón, perdón". Esta historia representa un icono de cómo deberían ser las relaciones entre cristianos y musulmanes, amarse uno a otro hasta el punto de dar la vida los unos por los otros".
El obispo rumano Virgil, de la Iglesia grecocatólica, destacó que durante los regímenes comunistas, la persecución unió a creyentes de varias confesiones cristianas, que se sostenían mutuamente: "En las cárceles y en los campos de trabajo, todos eran hermanos; me acuerdo de un bautismo que celebró un sacerdote ortodoxo con dos asistentes católicos".
Monseñor Jesús Delgado, vicario general de San Salvador y secretario de Romero, recordó que el obispo asesinado en el altar en 1980 "tenía miedo y lo manifestó varias veces. No moría por heroísmo, sino para cumplir sus deberes de cristiano". Delgado unió esta figura a la de William Quijano, al que definió de "discípulo de Romero" y "primer mártir de Sant'Egidio". William era un joven de la Comunidad de Sant’Egidio que fue asesinado por las maras, las bandas violentas que cuentan con 100 mil miembros en San Salvador. "Atrajo –recuerda el obispo– a muchos jóvenes y niños a la Escuela de la Paz. Su vida testimonia que se puede hacer el bien, vivir de manera pacífica y solidaria incluso en medio de la violencia ciega, la muerte y la falta de piedad. Decidió estar del lado de los pobres, mezclando día a día su vida con el Evangelio". |