"La cultura del encuentro que fomenta el papa Francisco está íntimamente unida a la vida de nuestro amado monseñor Romero". Así recordó Jesús Delgado, quien fue secretario de Romero, al obispo salvadoreño asesinado en el altar el 24 de marzo de 1980, en su intervención de la mesa redonda "Los mártires en el tiempo actual" del encuentro interreligioso organizado en Amberes por la Comunidad de Sant’Egidio.
"El secreto de todos los mártires es mezclar día a día su vida con el Evangelio". En la memoria de Delgado, ahora vicario general de San Salvador, "Romero no se sentía un héroe, tenía miedo de morir y lo había dicho en varias ocasiones. Moría por fidelidad a la misión que le había sido encomendada, por intentar, sobre la base de la fe cristiana, contrarrestar el mal que se había apoderado del país".
La causa de beatificación del obispo, asesinado mientras celebraba la misa, ha reanudado recientemente su curso y se espera en breve su conclusión.
"El papa Francisco –añade Delgado– ha manifestado su voluntad de promover a la gloria de los altares no solo a monseñor Romero sino también a los sacerdotes y a los laicos catequistas asesinados en El Salvador por su servicio a la Palabra de Dios, en el espíritu de la caridad pastoral, al servicio de la promoción humana de los campesinos, como el padre Rutilio Grande".
También la iglesia anglicana ha elegido a Romero como uno de los testimonios de la fe del siglo XX que se ven en la fachada de la catedral de Westminster.
Delgado asoció la figura del obispo a la del joven William Quijano, al que definió como "discípulo de Romero" y "primer mártir de Sant'Egidio". William fue asesinado el 28 de septiembre de 2009 por las maras, las bandas juveniles que actualmente son un fenómeno mafioso, con oscuros vínculos con el narcotráfico, y que cuentan con unas 100.000 personas.
"Son realidades muy violentas –dijo Delgado– que imponen su autoridad a barrios enteros de los centros urbanos, y últimamente también en el campo. Proponen una identidad perversa que hace que te sientas seguro, una solidaridad entre los miembros que se basa en el culto de la violencia. Por otra parte, responden al deseo de los jóvenes de "ser alguien" y de ser considerados importantes por las atroces acciones que llevan a cabo. A estos elementos se añade la fascinación que provoca el uso de una arma y la tentación del dinero fácil. La única verdadera lucha contra la violencia se hace comunicando la cultura de paz y de modelos positivos para la vida de muchos jóvenes", afirmó Delgado.
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