El encuentro concluyó con un llamamiento de paz.
"Hombres y mujeres de religiones y culturas diferentes nos hemos encontrado en Chipre, en esta hermosa y herida isla para orar, dialogar, hacer crecer una civilización de paz, que el mundo necesita para no convertirse en inhumano. Han sido días de paz, llenos de confianza en que la paz es posible".
"No se puede ser feliz en un mundo lleno de sufrimientos. No se puede cerrar el corazón a la compasión".
"La búsqueda de la justicia, del diálogo, del respeto por los más débiles, son los instrumentos para construir este nuevo orden. Pero, para hacer esto, ¡hace falta más espíritu y más sentido de humanidad! Un mundo sin espíritu enseguida deviene inhumano (...) Nuestras tradiciones religiosas, en sus diferencias, dicen fuerte que un mundo sin espíritu nunca será humano".
"Las religiones saben que hablar de guerra en nombre de Dios es absurdo y es una blasfemia. Están convencidas de que de la violencia y del terrorismo no nace una humanidad mejor. No creen en el pesimismo del enfrentamiento inevitable entre religiones y civilizaciones".
"Siempre hay necesidad del otro, de la amistad, del perdón y de la ayuda del otro. Tenemos en común un destino global: o viviremos juntos en paz o juntos moriremos. La guerra nunca es inevitable y arruina también el corazón de quien vence".
"Ningún odio, ningún conflicto, ningún muro puede resistir a la oración, al amor paciente que se transforma en diálogo, al perdón. El diálogo no debilita, sino que refuerza".
"¡Que Dios conceda al mundo el gran don de la paz por la oración de todos los creyentes! Ninguna guerra es santa. ¡Sólo la paz es santa! ¡Que Dios conceda al mundo el gran don de la paz por la oración de todos los creyentes".