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27 Décembre 2014

El mejor banquete navideño

La comunidad de San Egidio volvió a celebrar la Navidad en Tarragona con una comida solidaria para 200 personas. Más de 25 voluntarios hicieron posible esta tradicional cita

 
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La solidaridad no conoce horarios. Cuando muchos ni siquiera se habían despertado después de la Nochebuena, más de 25 voluntarios de la comunidad de San Egidio colaboraban a destajo, en los Carmelitas de Tarragona, para hacer posible un banquete único que dio de comer a casi 200 pobres de la ciudad. Al mediodía la calle de Ixart rezumaba jolgorio. Los invitados hacían cola con impaciencia y los niños se divertían correteando. En el interior, todo estaba perfectamente dispuesto. Se abrieron las puertas a la hora exacta, las dos. Las primeras, las musulmanas con sus hijos. Justo a la entrada, un panel indicaba qué lugar exacto le había tocado a cada uno. La mayoría ya lo sabía de antemano. En la sala, larguísimas mesas de 20 comensales cada una, vestidas de manteles rojos y con un menú personalizado para cada invitado. «Ves, cada uno lleva su nombre, aquí lo importante es que todos nos conocemos», explicaba Mercè Porta, coordinadora de la comida solidaria de Navidad. Para empezar: un picoteo; después, entremeses, sopa de galets, canelones, pollo, macedonia y turrones. Todo estaba cuidado con suma delicadeza hasta el más mínimo detalle, para los musulmanes: entremeses sin cerdo, su tradicional harira en lugar de la sopa de galets y canelones de espinacas, «respetamos todos los paladares», bromeaba Mercè. Entre los asistentes: «Personas de la calle y familias desfavorecidas de Camp Clar. «Vengo todos los años, menos el pasado, que no pude», comentaba Bruno, un francés fiel a la cita desde hace «trece o catorce años». Y es que la comunidad de San Egidio lleva celebrando en Tarragona esta tradicional comida desde 2003. «Es una fiesta que nos ayuda a salir de la rutina, pasar un rato agradable y además de lo que comemos nos ofrecen una sonrisa, eso sí que no tiene precio», continuaba Bruno. A su lado, Oliver, alemán, sonreía encorbatado. Óscar, de 23 años y estudiante de arquitectura, era uno de los voluntarios. Mientras repartía platos iba saludándose y abrazándose con casi todos, «no sólo se trata de dar de comer sino de ofrecer también algo de amistad, escucharlos y conversar, para ellos es lo más importante». Desde luego, la familiaridad es el sello de la comida, no en vano, «esto es sólo un día, pero nosotros estamos con ellos siempre. Los viernes les llevamos comida caliente a la estación de autobuses y también prestamos servicio, durante el resto del año, en la parroquia de Sant Joan Baptista». En una de las mesas no quiso perderse el encuentro ni el mismísimo rey Baltasar. Algo tarde llegó Jordi, un artista callejero de Lleida, que dejó sus bártulos antes de sentarse: «Me parece muy bien que haya lugares como éste». Hay quien se apuntó a última hora, «nos hemos enterado esta mañana en el Café Caliu», también para ellos hubo silla. Después llegaron los regalos y la algarabía para los más pequeños.
Como no podía ser de otra manera, el banquete concluyó con un brindis. Cientos de copas y deseos al aire. Es Navidad y cualquier cosa es posible, sobre todo, si detrás hay un equipo humano como el de San Egidio.