Con Francisco las periferias se han convertido en un tema de debate en la Iglesia católica, no tanto como expresión retórica sino como banco de pruebas para el catolicismo del siglo XXI. En los últimos dos siglos, la conciencia de este desafío se ha afirmado lentamente en la Iglesia, aunque en algunos momentos se ha percibido con fuerza. En el mundo rural europeo sobrevivía el régimen de cristiandad mientras que las ciudades, entre el siglo XIX y XX, han representado el lugar de la "modernidad" en el que se radicaban los procesos de secularización, tanto a nivel cultural como de vida y práctica religiosa. Esos procesos han marginado a la Iglesia de la vida pública y de la vida personal de los ciudadanos. Este fenómeno se ha producido de forma rápida y con una gran diversidad entre las distintas áreas geográficas.
En 2007, por primera vez en la historia, la población urbana superó a la población rural. Fue un cambio histórico. Las previsiones demográficas muestran que en 2020 nueve ciudades superarán los veinte millones de habitantes. Son muchos los problemas de una concentración de población tan masiva y que se producirá sobre todo en el sur del mundo: los transportes, la cuestión ecológica, la alimentaria y la contaminación de los recursos hídricos.
El proceso de urbanización global se acompaña sistemáticamente por la creación de grandes periferias: la llamada "chabolización", es decir, la creación de barrios provisionales sin servicios. A nivel mundial los habitantes de los 'slum' son el 31,6% de la población: casi un tercio de la humanidad. El pueblo de las periferias es enorme y tendrá en sus manos una parte importante del futuro del mundo. Las grandes periferias urbanas son un desafío para las religiones y para las Iglesias, y el Papa ha intuido con fuerza que es aquí donde está en juego el futuro.
En 2008, el entonces arzobispo Bergoglio propuso una campaña pastoral en la que hablaba de la "santuarización" de las parroquias, aludiendo a un estilo pastoral cercano a todos. En 2009, el mismo Bergoglio creó una vicaría pastoral para las villas, que atravesaba cuatro vicarías territoriales, con el objetivo de integrar estos ambientes periféricos. Francisco ha inaugurado un proceso de renovación de la Iglesia en el mundo global y urbano: ha hablado de él como de una "conversión pastoral" para los católicos. Este proceso puede abrir una multiplicación de "sujetos" eclesiales en el territorio y en las periferias, produciendo también superposiciones y conflictos, pero indudablemente favoreciendo un contacto más directo entre la vida religiosa y la gente. La geometría, los planes pastorales y las racionalizaciones están lejos de las elecciones de Bergoglio.
El camino propuesto por el Papa, a partir de las periferias, no está libre de riesgos, pero presenta grandes perspectivas. La alternativa sería la de una minoría católica, bien encuadrada y protegida, pero cada vez más incapaz de entrar en el gran "mercado" de las religiones que el mundo global va afirmando de manera implacable. Es más, cada vez menos capaz de contestar y contrastar este mercado. Eso es lo que, en cambio, hace Francisco con un lenguaje evangélico y concreto, con la convicción de que su Iglesia tiene una gran misión en el mundo. El Papa no propone un proyecto pastoral, sino que intenta suscitar entre los obispos, sacerdotes y fieles una pasión creativa que se desarrolle con particular atención hacia los mundos periféricos. Son precisamente las periferias el gran desafío para un futuro humano y pacífico de nuestras sociedades a nivel global.
Andrea Riccardi
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