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Recibir una carta le gusta a todo el mundo.

"...Soy un viejo negro de 46 a�os encerrado en el corredor de la muerte de California. Estoy buscando a alguien con quien mantener correspondencia, no tengo ning�n contacto con mi familia..." 
(Andre, California)

"...La distancia geogr�fica no es un problema para m�, creo que la cortes�a y la amistad van m�s all� del tiempo y del espacio..." 
(Efren, Arizona)

"Estoy muy contento de que me hayas escrito, pensaba que mi vida no interesaba a nadie ... "
(Darwin, Oklahoma)

Recibir una carta le gusta a todo el mundo. Y a�n m�s si significa la posibilidad de estrechar una amistad duradera y sincera, imposible de otra manera. Infinitamente m�s, si rompe un aislamiento casi absoluto.

La carta siempre tiene un gran valor, para quien est� en la c�rcel quiere decir relacionarse con el mundo que est� fuera. Las cartas, en efecto, a pesar de la censura que a menudo sufren, son el �nico espacio libre en la vida de los hombres y las mujeres en los corredores de la muerte. Recibir correspondencia es como abrir un poco las rejas. Tener a alguien a quien escribir cadencia el tiempo, que es siempre igual, abre un espacio de afecto y ayuda a no perder la confianza.

Encontrar a un amigo que te escribe es como encontrar un tesoro.

Esta amistad de "papel" es sencilla pero concreta: fotograf�as, noticias y sobretodo palabras que muestran inter�s, respeto, afecto. Las cartas para un detenido, y sobretodo para un condenado a muerte, son uno de los pocos veh�culos de relaci�n humana, son la experiencia de no ser olvidados y, a menudo, son la ayuda para volver a estar en paz consigo mismos y con el mundo: 

"Querido Mauro, mi primer d�a en el corredor de la muerte ha sido como atravesar toda mi vida. Me sent� en una habitaci�n y era como si hubiesen dos personas, el bien y el mal... Desde que has empezado a escribirme me siento en paz con mi mente..."
(Frank, Arizona)

Recibir una carta quiere decir encontrar motivos de resistencia cuando se dejan llevar por el peso de la soledad y el vac�o de esperanza. En estas condiciones de terrible inquietud encontrar alguien que te escribe, que se acuerda, es como encontrar un tesoro: 

"...hoy me siento lleno de entusiasmo porque todas tus cartas dulcifican mis d�as, me liberan de la melancol�a. S�lo puedo esperar que lleguen m�s a menudo.."
(Desmond, Texas
ejecutado el 16 de noviembre de 1999)

Las cartas de los detenidos est�n llenas de expresiones de gratitud y cortes�a. Ley�ndolas se entiende de que manera las esperan y qu� significan para las personas que est�n en la c�rcel recibir correspondencia. Esta relaci�n de diferente carga emotiva para las dos partes implica una gran atenci�n y delicadeza: en un mundo cerrado y aislado, una palabra puede tener un peso inimaginable, una promesa no mantenida puede causar desesperaci�n, el retraso en la respuesta hace caer de nuevo en el abismo:

"...como no he recibido vuestra carta, he pensado que ya no confi�is en m�..." 
(Eddie, Texas)

 

Las cartas son a veces la �nica uni�n con el mundo exterior.

Cuando se recibe una carta y uno se siente considerado basura, cuesta creer que realmente hay alguien dispuesto a entablar una amistad:

"... Le agradezco enormemente su carta y su buen coraz�n. Tenemos la costumbre de vernos s�lo como delincuentes y nadie sabe o quiere dirigir una mirada a nuestra alma. Pero nuestra alma no es tan mala... el alma anhela lo bueno y el bien..."
(Sasha, Siberia)

El contacto epistolar es un instrumento a disposici�n insustituible para que estos hombres y estas mujeres no sean olvidados. 

Para aquellos que se acercan al momento de la ejecuci�n, la amistad es una consolaci�n y una fuerza para los �ltimos a�os de sus vidas. 

"Querid�simo amigo m�o, cuando recibas esta carta no me encontrar� entre los vivos, pero esto es OK ya que ir� a un sitio mejor, donde dolor y sufrimiento ya no existen, por lo que, por favor, no est�s triste. He sido muy afortunado al ser bendecido por tanta amistad, en mi viaje hacia el cielo �". 
(Joe Mario Trevino, Texas, ejecutado el 18/8/1999)

 

Las condiciones de vida: la pobreza y la soledad.

Las condiciones de vida en los corredores de la muerte son muy dif�ciles. Muchos prisioneros llevan a sus espaldas historias de emigraci�n o de dependencia del alcohol o de la droga; tambi�n hay quien antes de llegar a la c�rcel viv�a en la calle. Muchos detenidos son casi analfabetos y aprenden a leer y escribir en la c�rcel, con la ayuda de un compa�ero.
Las condiciones de pobreza y las historias de miseria impiden a la mayor�a de los condenados conseguir y pagar una defensa v�lida. 

""...las cosas m�s sencillas como los cigarrillos, o las m�s necesarias como papel o sobres limpios para escribir, sin las que vivir se hace pesado...". 
(Steve Roach, Virginia, ejecutado el 13/01/2000)

Son numerosos los que no reciben ayuda de nadie porque no mantienen relaciones con la familia o porque, con el tiempo, han perdido la uni�n con el pasado.

"...estoy aqu� desde hace mucho tiempo y nunca he recibido una visita... �Piensa qu� quiere decir vivir encerrado durante todo tiempo sin ver a tu familia! Es demasiado tiempo...".
(Robert, Trinidad e Tobago)

Al aislamiento y a la soledad se a�ade la humillaci�n sufrida: 

"... Nos levantamos a las 4 de la ma�ana para el desayuno y a las 10,30 almorzamos. Podemos salir fuera al patio los lunes y los mi�rcoles, lo que quiere decir 4 horas de ejercicio a la semana... por lo dem�s es una c�rcel, y los guardias hacen todo lo posible para recordarme que soy un prisionero, y bajo sentencia de muerte." 
(Christian, California)

Casi todos pasan 23 horas al d�a en una celda. 

"Los d�as pasan todos iguales y nada distingue unos de los otros, se diferencian s�lo por el nombre del d�a y del mes y pasan como si fuesen un �nico, banal e infinito d�a..."
(Vladimir, Siberia)