Intervención de Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant'Egidio

 Queridos amigos,

gracias por estar aquí para rezar y celebrar con nosotros este 46 aniversario de la Comunidad de Sant'Egidio. Doy las gracias al monseñor sustituto por sus cariñosas y hermosas palabras y por estar aquí. Sabemos que ser uno de los principales colaboradores del Papa es un compromiso muy intenso, y eso hace que su presencia aquí sea aún más preciosa. ¡Gracias!

Celebrar el aniversario en esta basílica catedral de Roma tiene un significado profundo, porque la basílica lateranense habla de Roma y del mundo. El vínculo de la Comunidad con Roma, con su Iglesia y con su obispo, el Papa, es vital. Todos sabemos que no existiría Sant'Egidio sin Roma. Sin duda porque nacimos aquí hace 46 años gracias a la iniciativa de Andrea Riccardi, a quien queremos manifestar nuestro más cariñoso saludo en este día. Era el 1968, un tiempo de trastornos en el mundo juvenil y en toda la sociedad, era el inicio del post concilio, cuando la Iglesia se interrogaba tumultuosamente sobre ella misma y sobre su relación con el mundo. En aquella coyuntura particular, de cambio de la Iglesia y de la sociedad, surgió una pequeña sorpresa del Espíritu: una Comunidad de jóvenes que escuchaban el Evangelio y se ponían al servicio de los más pobres de Roma. Entonces había quien se preguntaba: ¿hace falta una cosa más en Roma? Aquella sorpresa es hoy un poco más conocida y más afianzada que en el pasado, con una fuerte presencia de Comunidades en más de 70 países del mundo. Pero la sorpresa no se apagó con el paso de los años. Al contrario: la alegría del Evangelio, sobre la que el papa Francisco ha reflexionado largamente, sigue siendo un referente para el presente y el futuro de nuestra Comunidad.

Hablaba de Roma. Roma, lugar del inicio, pero también de la extroversión de la Comunidad hacia el mundo. El encuentro con Roma –ciudad estupenda y miserable, como ha escrito un gran poeta–, con sus periferias, con sus dolores, nos ha ayudado a entender el mundo. Porque es cierto lo que dice el papa Francisco: en las periferias humanas y existenciales se entiende mejor y más profundamente la realidad humana. Roma nos ha ayudado a tener una mirada universal. Hijos de una Iglesia, que como dicen los Padres, preside en la caridad, hemos intentado hacer que la caridad, es decir, el amor y la solidaridad, sean nuestro compromiso en muchas periferias del mundo. La presencia de algunos obispos aquí con nosotros, muchos de los cuales provienen de países que atraviesan situaciones de grandes dificultades a causa de conflictos de distinta índole como Siria, Irak, Centroáfrica, Nigeria, Kivu, Sudán del Sur, nos indica hasta qué punto todavía es necesario trabajar para que la paz crezca en el mundo.

A veces vivir por la paz y por el Evangelio puede incluso costar la vida. Recuerdo al joven Floribert, asesinado en Goma en 2007 por bandas criminales; al joven William, de 21 años, asesinado en San Salvador en 2009 por las maras; y al querido Shahbaz Bhatti, ministro de las minorías en Pakistán, que murió hace tres años. 

Queridos amigos, en estos años hemos experimentado la fuerza del Evangelio, como fuerza de paz, de reconciliación, de amistad en muchas situaciones. Hoy, mientras celebramos este nuevo aniversario, quiero decir que fuerza del Evangelio, amor por los pobres y amor por la paz siguen siendo, como en los inicios, las tres grandes directrices del servicio de Sant'Egidio en Roma y en el mundo. No es el programa de una ONG, o de una institución benemérita. Es, más bien, el recorrido humano y evangélico de una comunidad de mujeres y hombres que quieren contribuir a que nuestro mundo sea mejor. Un gran impulso nos viene de la palabra del papa Francisco, que nos pide que no nos engañemos en nuestras realidades o en nosotros mismos, sino que salgamos y que salgamos de nuevo. Y, saliendo, tenemos que dejar entrar a los pobres en nuestro mundo. Esa es la garantía de celebrarse a uno mismo a las obras que uno mismo hace, sino enseñar aquella alegría del Evangelio que atrae a muchos hacia el bien. Gracias por la amistad con la que participan en este movimiento de salir de uno mismo, con la que apoyan a nuestras simples estructuras, con la que acompañan nuestro sueño de cambiar el mundo y superar las innumerables desigualdades que contiene.  Gracias por vivir con nosotros la sorpresa de un tiempo hermoso para ser cristianos. Gracias por continuar rezando con nosotros y por nosotros.