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Ayuda a la Comunidad

  
10 Junio 2015 | ISABEL, FILIPINAS

Fiesta en Matlang, en Filipinas, donde el tifón había sembrado destrucción: abre la Escuela de paz y de esperanza

"Hoy ya no nos sentimos aislados, Sant'Egidio ha construido un puente de solidaridad, y por eso estamos muy agradecidos", ha dicho monseñor Du, obispo de la zona afectada hace un año, en la inauguración de la escuela, a la que ya asisten 170 niños.

 
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Hace un año y medio el tifón Yolanda asoló las Filipinas. Provocó en pocas horas más de seis mil muertos y dejó dieciséis millones de personas sin casa.

En la isla de Leyte, a pesar de que la población haya trabajado sin parar, todavía se ven los rastros de su paso: palmeras rotas, calles bloqueadas, oscuridad total por la noche y apagones programados.

La gente todavía siente el impacto y el miedo. El mar y el paisaje tranquilo, la vida del campo lejos del frenesí de la capital, Manila, junto con la fe popular y la proverbial amabilidad de las personas, parecen calmar el dolor por lo sucedido. La delegación de la Comunidad de Sant’Egidio tuvo una gran acogida. Fue recibida por el arzobispo de Palo, monseñor John Du, con algunos sacerdotes, las autoridades civiles pero sobre todo las maestras, los niños y las familias de la escuela primaria recién reconstruida.

No ha sido fácil terminar el edificio, ya que los materiales y la mano de obra escaseaban por las necesidades en todo el país, y pocos se aventuraron a llegar hasta la periferia extrema de la isla. En la zona no hay escuelas públicas, y muy pocos se pueden permitir pagar un centro privado. La Comunidad ha podido supervisar las distintas fases de las obras visitando fielmente el pueblo de Matlang y la parroquia de St. Augustine, que gestiona la escuela. Se han terminado a tiempo para el inicio del curso seis aulas, frescas y ventiladas (el calor es muy intenso): entre los cursos de infantil y de primaria ya se han inscrito 170 niños.

Las maestras y el personal del centro dan las gracias emocionados a la Comunidad por haberse mantenido fiel en la proximidad a todos los que han sufrido y por haberles dado una escuela "de esperanza y de paz", como se lee en la placa que bendijo el papa Francisco durante su viaje al país el pasado enero. Los niños, sonrientes y emocionados, manifestaron su alegría con cantos y bailes. El arzobispo, resumiendo el sentimiento de muchos, ha dicho: "Recuerdo mi visita a Roma y la conversación con la Comunidad. Aceptaron de inmediato nuestra súplica de ayuda. Hoy ya no nos sentimos aislados, Sant'Egidio ha construido un puente de solidaridad, y por eso estamos muy agradecidos".  Tras cortar la cinta y después de la bendición de las aulas, empezó una auténtica fiesta de estilo filipino, un banquete para todos con especialidades del lugar, y con la petición de continuar haciendo que crezca la escuela y la amistad que se ha creado.