ROMA - La cumbre europea de ayer por la noche mostró el rostro de una Europa condicionada por egoísmos y miedos injustificados. El resultado es un compromiso a la baja para la redistribución de un número muy reducido de solicitantes de asilo: 40 mil personas, entre las miles de personas que ya han llegado a las costas italianas y griegas –y apenas 20 mil que saldrían de los campos de refugiados de países como el Líbano, que acoge a un millón y medio de refugiados (sobre una población de 4 millones y medio) o Jordania, que tienen 800 mil (sobre 7 millones)– son una cifra extremamente baja para la Unión, entre otros motivos porque deben dividirse entre 28 países.
Europa nació sobre ideales bien distintos, que hablan de defensa de derechos y de acogida. No se pueden cuestionar estos principios sancionados por todos los tratados que son la base de la Unión. No hay más que recordar que el Tratado sobre el funcionamiento de la Unión Europea, sobre la base del Tratado de Lisboa, habla, en el artículo 67, de Europa como "espacio de libertad, seguridad y justicia, en el respeto de los derechos fundamentales" y prevé, en el artículo 78, que la Unión Europea desarrolle "una política común en materia de asilo, de protección subsidiaria y de protección temporal, con el objetivo de ofrecer el estatus apropiado a cualquier ciudadano de un tercer país que necesite protección internacional y de garantizar el respeto del principio de no expulsión".
Son tratados que se deben respetar. Otros textos, en cambio, como los acuerdos de Dublín, que obligan al emigrante a pedir asilo solo en los países de llegada, pueden y deben modificarse.
Ante un compromiso que, en resumen, se basa en la voluntariedad y deja a los Estados libertad para establecer sus cuotas de acogida, la Comunidad de Sant’Egidio hace un llamamiento a todos los países de la Unión: trabajar en integración da muchos más resultados que alimentar miedos por motivos de política interna y de pura propaganda.
Italia, que por motivos demográficos y por otros motivos necesita la ayuda de la inmigración, debe continuar salvando vidas humanas y debe transformar la "emergencia" en oportunidad ofreciendo un modelo para el desarrollo.
Hay que recordar a todo el mundo que los refugiados que llegan a nuestras costas huyen en gran parte de una guerra en curso. Ante todo hay que salvarlos porque es un derecho que tienen, un derecho sancionado por tratados internacionales. Y se puede gestionar el fenómeno sin crear alarma social. Así lo demuestran las generosas iniciativas de solidaridad que se han producido en Roma, Milán y en otras ciudades, donde un número cada vez mayor de italianos está ayudando espontáneamente a los refugiados en tránsito de los centros de acogida.
Volvemos a lanzar nuestras propuestas y las dirigimos a la Unión Europea:
- Asociaciones, iglesias o personas concretas podrían patrocinar a solicitantes de asilo solicitando directamente su entrada desde su país de proveniencia o desde un país de tránsito (se podría empezar por Siria e Iraq, asolados por la guerra), evitando así los peligrosísimos viajes de la esperanza. El patrocinio garantizaría la acogida y la asistencia para el refugiado durante un periodo determinado.
- Humanitarian desk: algunos países europeos (o la Unión) podría acoger a solicitantes de asilo que ya se encuentren en determinados países como Marruecos o Líbano. Se trata de personas que ya han salido de su país, ya han hecho una parte del viaje, pero de este modo evitarían el último trayecto, el que realizan por mar.
- Modificar los acuerdos de Dublín ampliando las redes que obligan a pedir asilo solo a los países de llegada. Cabe recordar que muchos casos se podrían resolver con el reagrupamiento familiar.
- Visados por motivos humanitarios para aquellos que todavía no han entrado en Europa: está previsto por el artículo 25 del reglamento europeo sobre visados. Cada estado puede concederlos de manera autónoma.
- Permisos por motivos humanitarios, con arreglo al art. 20 de la ley italiana sobre inmigración, para aquellas personas que ya estén en Italia. Es una decisión que puede adoptar el presidente del Consejo con un decreto. Da la posibilidad de trabajar. Ya se ha hecho en el caso de ciudadanos de determinadas nacionalidades, como por ejemplo, los albaneses, que actualmente están en su mayoría integrados en Italia (y también los ex yugoslavos, los tunecinos, etc).
- Incrementar los fondos para cooperación para intervenir en los países de origen de los flujos migratorios.
|