"Quiero vivir en Francia y aprender francés", exclama Omar, un joven sudanés de 21 años, con una enorme y tranquila sonrisa. Una sonrisa increíble que casi hace olvidar las condiciones extremamente precarias en las que vive. Desde hace varios meses, Omar vive en el campo de refugiados de Calais, conocido como la Jungla de Calais, junto a Abdulá, Salomon y muchos más. El término "jungla" deriva de la palabra "jangal" (bosque en persa), y es el nombre con el que los primeros refugiados afganos llamaron aquel lugar donde acamparon antes de reanudar el viaje hacia Gran Bretaña. Luego los medios de comunicación y todos los que ayudan a los refugiados utilizaron ese nombre para destacar la falta de condiciones de aquel lugar tan insalubre.
La Jungla de Calais se erige en un terreno ocupado en abril de 2015 tras la evacuación de siete campos de refugiados. En realidad es un antiguo vertedero situado entre el Canal de la Mancha, la autopista y el puerto industrial de Calais, cerca de dos plantas químicas que presentan un alto riesgo de accidente grave como fugas de sustancias tóxicas.
Una delegación de la Comunidad de Sant'Egidio de París ha visitado el campo de refugiados, donde fue acogida por los refugiados, mayoritariamente hombres. Una visita de amistad y de solidaridad con personas que, después de haberlo dejado todo a sus espaldas para huir de guerras y de persecuciones, terminan solas en Francia, sin patria y sin familia. Ahora su mundo se concentra en un campo improvisado, que el viento se lleva a menudo, con una sola comida al día y pocas tomas de agua para lavarse.
"Lo peor aquí es el frío –explica Abdulá–, la temperatura pasa de 45 grados a menos 10 en poquísimo tiempo". Al igual que el frío, el barro está por todas partes: la mayoría de ellos solo tiene chancletas, y únicamente los más afortunados tienen viejas deportivas.
Actualmente se calcula que en el campo hay 6000 refugiados. Es una cifra que no para de crecer, según cuanto afirman los mismos emigrantes, que han dicho que cada día docenas de personas llegan a la Jungla de Calais. El 25% provienen del Cuerno de África (Eritrea, Etiopía y Somalia), el 35% de Sudán, el 30% de Afganistán, Pakistán, Irán e Iraq, y el 5% restante, de Siria.
Omar ha depositado todas sus esperanzas en la solicitud de asilo que presentó a las autoridades francesas, que, si es aceptada, le permitirá obtener el permiso de residencia en Francia. "Ahora solo me queda esperar", dice con su gran y tranquila sonrisa.
Las vallas de hilo espinado impiden acceder a la autopista. Para llegar a Inglaterra los inmigrantes intentan esconderse en los camiones que pasan por allí.
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En el campo también han surgido pequeños comercios, que llevan principalmente ciudadanos afganos
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La iglesia ortodoxa etíope del campo
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