Horribles ataques terroristas han sacudido París, ciudad símbolo de la convivencia y de los derechos, provocando numerosos muertos y heridos y dejándonos a todos consternados y sobrecogidos. Las lágrimas se mezclan con la solidaridad de un mundo que no cede al mal, como se ha visto en las últimas horas en las calles de París. Tras el ataque del pasado enero, Francia vuelve a sufrir el duelo y el dolor, del mismo modo que ha pasado recientemente en otros países.
La Comunidad de Sant’Egidio está al lado de las víctimas de dicha tragedia y comparte su mismo dolor. Quiere abrazar al pueblo francés, especialmente a las familias de los que han muerto o han quedado heridos, en este enésimo ataque que ha asesinado a personas inocentes y ha esparcido odio insensato. Hoy y mañana las Comunidades de Sant'Egidio de París, de Roma y las de todo el mundo elevan su oración (en la oración de la tarde y en las liturgias del domingo) en conmemoración de las víctimas y por la paz.
La Comunidad condena con firmeza esta violencia bárbara y ciega que se cierne sobre personas inocentes y que esparce terror por las ciudades minando así la convivencia e instilando odio y sospecha en todos. Mantengamos la confianza en aquellos que tienen el deber de proteger a los ciudadanos con las herramientas de la democracia, que solo a primera vista pueden parecer débiles e ineficaces. Frente a estos ataques, pedimos a todo el mundo que se oponga a la lógica del terrorismo con la oración, el encuentro, la unidad y la solidaridad. Llorar a los muertos significa entre otras cosas tener confianza en las capacidades de nuestra sociedad de responder al desafío de los violentos sin caer en un sombrío clima de enemistad.
Sant'Egidio, aún más en este momento de dolor y de llanto, reafirma su compromiso por la paz y por construir una sociedad de la convivencia. En la venganza y en la hostilidad no caben la esperanza ni el futuro, que solo son posibles en el diálogo y en la paz. No es posible oponerse a la violencia y a la barbarie con actos y lenguajes belicosos sino protegiendo los corazones del veneno del rencor. Aunque algunos hombres ceden al espíritu del mal que convierte su corazón en un abismo de violencia e inhumanidad, nosotros creemos que nunca hay que perder la esperanza en la fuerza de la paz, que se construye día a día con la aportación de todos.
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