Tres meses después del dramático terremoto en Japón, una delegación de la Comunidad de Sant’Egidio ha viajado hasta las zonas afectadas por el tsunami, en el norte del país. La violencia del agua provocó la desaparición de aldeas enteras. La mayoría de los asentamientos que había a lo largo de los 400 km de costa frente al oceano Pacífico. Un cálculo aproximado cifra en 23.000 las personas desaparecidas, y las búsquedas todavía continúan activas.
La delegación se detuvo en particular en una de las dos aldeas que quedó casi completamente arrasada, Rikuzentakata, al norte de Sendai. De los 26.000 habitantes de la aldea, ya se han contabilizado más de 4.000 víctimas y 15.000 personas se han quedado sin casa. Muchos de ellos son ancianos – cerca del 35% de los supervivientes tiene más de 65 años – y la mayoría se han quedado absolutamente solos.
También el alcalde, Futoshi Toba de 46 años, perdió a su mujer en el tsunami. Bastaron 20 minutos después del terremoto - explicó - de aquel viernes 11 de marzo, para que las olas del mar, de más de 30 metros de altura, llegasen a invadir el país, hasta más de 13 km hacia el interior.
La delegación visitó los lugares de acogida y de alojamiento provisionales donde vive la gente y se reunió con mons. Hiraga, el obispo de Sendai, la diócesis donde se encuentran todas las zonas afectadas, manifestándole el afecto y la solidaridad de la Comunidad de Sant'Egidio, unida por tantos años de amistad con Japón.
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