Los ancianos son quienes nos traen la historia, la doctrina, la fe y nos lo dejan como herencia.
La Carta a los Hebreos (13, 7), nos dice: ‘Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe’. La memoria de nuestros antepasados nos conduce a la imitación de la fe. Es verdad, a veces la vejez es un poco fea por las enfermedades que comporta. Pero la sabiduría que tienen nuestros abuelos es la herencia que debemos recibir. Un pueblo que no custodia a los abuelos, que no respeta a los abuelos no tiene futuro porque ha perdido la memoria. Nosotros vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan. Es feo decirlo pero se descartan porque molestan. Los ancianos son quienes nos traen la historia, la doctrina, la fe y nos lo dejan como herencia. Son como el buen vino añejo, es decir, tienen dentro la fuerza para darnos esa herencia noble.
Homilía en Santa Marta, 19 de noviembre de 2013 |