Como vienen siendo habitual desde hace muchos años, a principios de agosto un grupo de jóvenes de las Comunidad de Sant’Egidio de Génova, Pavia y Cuneo ha pasado unos días en Albania para vivir un verano de solidaridad con los niños, las mujeres, los detenidos y los enfermos psíquicos. A poco más de un mes de que se le conceda el estatus de país candidato a entrar en la Unión Europea, el Estado balcánico continúa presentándose con dos caras: la moderna de las calles centrales de su capital y de las principales ciudades y la de los pueblos, donde muchas veces cuesta ver perspectivas de desarrollo. La propuesta de la Comunidad para todos ha consistido en construir una casa común, empezando por los más pequeños y por los más débiles, y en rezar y trabajar por la paz, aceptando la invitación que el papa Francisco nos hizo durante su encuentro en Sant'Egidio y esperando la visita que hará a Tirana en septiembre.
En Shënkoll, Barbullojë, Malecaj y Schkembi i Kuq, unos 250 niños fueron a las Escuelas de la Paz para jugar juntos, hablar y descubrir que se puede aprender la paz. Juntos, los niños hablaron de Siria, del Salvador, pero sobre todo –incluso en los pueblos donde la vida es más dura– descubrieron y vivieron una alternativa posible a la violencia. Así lo explica Enduela, que tiene 13 años: "en estos años de amistad hemos aprendido a vivir en paz y a dejar de vivir solos: ha llegado el momento de que nosotros lo enseñemos a los más pequeños". Y Roland, de su misma edad, es aún más explícito: "hay que aprender la paz de niños: la palabra 'guerra' debería desaparecer de los diccionarios".
En la cárcel de Shënkoll, donde hay unos setecientos hombres detenidos, Sant'Egidio hace años que organiza visitas y fiestas, en colaboración con el capellán, el padre Salvatore Reino. En agosto, los jóvenes de Sant'Egidio visitaron a más de trescientos detenidos, entre los que había algunos menores. Prepararon encuentros sobre varios temas, a veces debates acalorados, lo que demuestra que los temas de la violencia, de la construcción de una solución pacificada, del cambio de vida y de corazón, son temas compartidos e importantes. Al finalizar la semana, los detenidos se reunieron en la capilla de la cárcel para rezar juntos y recordar todos los países donde hay guerra y violencia.
También las mujeres y los hombres de los pueblos de los alrededores de Lezhe –Shënkoll, Barbullojë y Shembi i Kuq–, sobre todo los padres de los niños de las Escuelas de la Paz, han trabajado por la paz con encuentros y momentos de oración que han llegado incluso a las zonas rurales más periféricas. En la catedral de Lezhe se celebró una oración por la paz que congregó a mucha gente ante el rostro de Jesús.
La visita a Albania fue también la ocasión de ver a dos amigos de hace mucho tiempo, que nos han ayudado a comprender a fondo el pasado y el presente de aquel país.
Giovalin Zezaj, testigo de las persecuciones de los cristianos durante el régimen de Enver Hoxha, guió a los jóvenes durante la visita al museo que se ha levantado en una ala del convento de las hermanas clarisas de Scutari, donde fueron detenidos y torturados cientos de religiosos y opositores políticos. Feliz por la presencia de tantos jóvenes, Giovalin explicó su experiencia de cuando, con diecisiete años, fue arrestado y torturado porque fue sorprendido haciendo propaganda contra el régimen: "viéndoos –dijo– me acuerdo de las dificultades de cuando era joven: acordaos siempre de que aquí dentro murieron hombres especiales".
Anila Godo, especialista de oncohematología pediátrica del hospital universitario de Tirana, ex ministra y gran amiga, mantuvo una larga conversación con los jóvenes, y explicó la realidad de la Albania actual –la sanidad, la situación de la mujer, la corrupción– y explicó los cambios y compartió sus esperanzas en el futuro: "desde 1992 –recordó– Sant'Egidio ha entendido que los albaneses necesitaban una amistad verdadera y nos ha ayudado a cambiar no solo con discursos, sino con su presencia, su simpatía y su ayuda, porque cuando estás con personas mejores, también tú eres mejor. Porque cambiar la mentalidad es la verdadera revolución". |